Si echamos una oída al espíritu de ruptura en la música, los recursos y artilugios técnicos, estilísticos e idiosincrásicos suelen con frecuencia perforar y rehilvanar sus propias tradiciones, por muy intocables que parezcan. En el caso del flamenco el amor y el odio en torno a las nociones de pureza han logrado expandir y reimaginar las posibilidades de un campo que, visto de afuera, parece estar afincado en una geografía y un lenguaje determinados.
Pero las apariencias engañan. Desde hace más de una década la defragmentación y reconfiguración de lo flamenco desde ámbitos como el pop, la electrónica de club o los recursos de experimentación sonora abstracta han logrado inyectar litros de sangre fresca, vibrante y sumamente estimulante al género. Es cierto: esto no es nuevo. Pero los nombres más notables de hoy parten el queso no sólo desde y para el sur de España. El mundo entero los conoce y cobija: Rosalía, Niño de Elche, Raül Refree, Guitarricadelafuente, por mencionar a los más evidentes.
El mapa de esta música, sin embargo, es todavía más profundo y expansivo. Proyectos y artistas como Los Voluble, Califato ¾, Tarta Relena, The Gardener, Maestro Espada, Queralt Lahoz, Raúl Cantizano y Omar Montes, entre muchos otros, han echado mano del flamenco para, a través de la defragmentación y el intercambio de referencias transfrontera, desarrollar una voz propia que reanime la llama de la música popular contemporánea. Dentro de esta panoplia sonora el caso del artista gaditano Álvaro Romero resulta una carta por demás afilada y desafiante para el escucha, que puede adentrarse en una propuesta clásica y de ruptura en partes casi iguales.
Hijo de la asfixia
Integrante de los proyectos RomeroMartín (junto a Toni Martín), ROMERO (en solitario) y más recientemente Yeli Yeli (con el portugués Pedro da Linha), Álvaro Romero ha integrado a los cantes de la cultura flamenca referencias interdisciplinarias de resistencia (su versión del manifiesto “Hablo por mi diferencia”, del chileno Pedro Lemebel, es una de sus piezas más notables), así como sonoridades electrónicas potentes y rebosantes de baile e hipnotismo mántrico. Entrevistado por La Tempestad tras una presentación de Yeli Yeli en el festival Le Guess Who? 2022 en Utrecht, Países Bajos, Romero habla de sus pasiones, frustraciones y referencias.
¿Conoces esa sensación de asfixia en la vida, cuando estás haciendo algo pero sientes que no estás conectado y que vas a morir de un momento a otro, a causa de no realizar bien la función respiratoria? Eso era justo lo que me ocurría por últimas cuando hacía flamenco tradicional, que no estaba conectado con lo que hacía, sentía carencias cuando cantaba, hasta que me di cuenta de que mi ECMO era unir ciertas costumbres que para mí son vitales, como son el flamenco, la electrónica y mi vida sexoafectiva. Conectar esas tres vertientes que van conmigo en mi día a día se convertía en algo fundamental para poder vivir. De ahí la necesidad de hacer lo que hago con RomeroMartín.
“¿Conoces esa sensación de asfixia en la vida, cuando estás haciendo algo pero sientes que no estás conectado y que vas a morir de un momento a otro, a causa de no realizar bien la función respiratoria?”.
A pregunta expresa por el hiperlocalismo de la cultura flamenca, Romero no duda en responder frontal y contundentemente respecto a las interpretaciones afincadas en prejuicios, la escasa información y las lecturas superficiales. El autor de “Ojitos negros”, “Que sí, que no” y “Mora cantaora” precisa que el flamenco es universal, hondo y proviene de la entraña. La profundidad que abarca, dice, así como el peso existencial que le da forma, hoy en día pasa desapercibido.
“Me gustaría puntualizar que el flamenco no es de los españoles, el flamenco es del mundo y del que lo siente y lo trabaja. Yo conozco a muchísimos mexicanos que están enamorados del flamenco, independientemente de dónde venga. Todavía hay mucho prejuicio en el arte. Me identifico con manifestaciones artísticas hechas por artistas fachas, no por eso dejo de admirarlas y mirarme en ellas. Una cosa es ser facha y otra es ser artista. Cuesta disociar, separar la estética de los ideales, pero no debemos tener prejuicios a la hora de admirar una obra de arte”, puntualiza Álvaro Romero, que en el pasado compartió tiempo y espacio con Francisco Contreras (Niño de Elche) y Rosalía, a quien agradece darle a conocer a músicos americanos.
Digital… pero ancestral
Yeli Yeli, la más reciente aventura de Romero al lado del músico lisboeta Pedro da Linha, echa mano de buena parte del flamenco más enraizado para jugar con el vértigo percusivo de la electrónica, sin dejar de lado la experimentación y la intuición como ingredientes. Este proyecto “nace gracias a Pedro Azevedo, director del festival MIL Lisboa, que conocía a Pedro da Linha. A mí me vio en un Monkey Week y quiso juntarnos para ver qué ocurría. A partir de ahí hubo mucho feeling con Pedro y pienso que los dos nos enamoramos de las habilidades del otro. Me gusta su forma de producir, utiliza un sonido muy orgánico, digital y no tan oscuro, en las antípodas de las formas de Toni Martín, que emplea mucho lo analógico, sonidos electrónicos y sucios”.
Al priorizar la melodía del cante clásico sobre los demás elementos en juego, Yeli Yeli representa una forma de trabajo distinta a la acostumbrada por Álvaro Romero, que respeta las letras de las canciones de las cuales echa mano, parte de su formación como artista (con excepción de una colombiana inspirada en un poema del mexicano Elvis Guerra, solicitada ex profeso). Aunque a primera oída esto resulte al público una reversión lúdica, gozosa y un tanto desgarbada de algunos palos clásicos, es fruto de una búsqueda donde el método y la investigación entran al quite.
“Hubo un momento durante el proceso en que intenté cambiarlas, pero ya no me sonaba igual, no sentía que tuvieran la misma fuerza, me pedía modificar la melodía y ya era tarde para ello. Por eso tuve que iniciar un proceso de investigación de las letras clásicas. Me llevó mucho tiempo, ya que quería trabajar poniendo el foco en cómo la colonización llevada a cabo por Portugal y España han influido en la música pasada y reciente, los influjos que se han producido y producen a nivel musical, la relación cultural que se ha ido desarrollando a causa de esas idas y venidas, de la explotación, la esclavitud, la migración, etc.”, abunda Romero.
Artista de la venganza
Muchas veces pienso que me subo al escenario por venganza, simplemente por haber nacido. Una venganza por haber nacido homosexual. Nos podemos poner en el lugar del otro pero no es fácil ser maricón en el mundo. No me gusta mucho trabajar desde la reivindicación pero sí desde la experiencia personal. Pedro Lemebel decía que entre las peores cosas que te pueden pasar en el mundo están ser mujer, negro, pobre o maricón. Son las cuatro lacras. Creo que es muy difícil saber qué es ser homosexual en el mundo, es muy difícil transmitirlo. En el terreno del arte y de la expresión los homosexuales a menudo lo hacemos de una manera violenta.
Álvaro Romero confiesa que lo que hace en el fondo es “pedir amor a gritos”. Este año interpretará a un personaje (La Voz Cantante) en la obra de teatro Coronada y el toro, de Francisco Nieva (dramaturgo de la España negra) bajo la dirección de Rakel Camacho. Y trabajará para que la mayor parte de sus canciones sean de su puño y letra, para sus proyectos en solitario.