16 de agosto de 2017

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21/11/2024

Artes visuales

Andrea Martínez: abstracción y paisaje

Visitamos el estudio de la artista mexicana en la Ciudad de México: en su trabajo la fotografía es una herramienta para pensar con luz

María Olivera | martes, 27 de septiembre de 2022

Andrea Martínez retratada por Rodrigo Cervantes Ornelas

Los paisajes no conservan lo que sucede en su extensión. Un cauce no guarda el agua corriente del río; las piedras no retienen los musgos, no guardan el vuelo de los pájaros que pasan, no acumulan las sombras”, escribe Javier Peñalosa M. en el poemario Los que regresan (2016). Estas palabras pueden acercarnos al universo imaginativo de Andrea Martínez (Campinas, Brasil, 1982), que busca resignificar el paisaje a través de la fotografía.

El arte ofrece la posibilidad de recrear y renombrar la realidad. Aunque puede entenderse como una representación de la vida de la manera más inmediata y fiel, la fotografía se ha desarrollado en la interrogante sobre su condición de arte o ciencia. Es probable que si en 1839, cuando se realizó el primer daguerrotipo, éste se hubiera mostrado en la Academia de las Artes y no en la de Ciencias de París, la discusión, hoy, sería sobre su inserción en los ámbitos científico, social y artístico como soporte con un carácter identitario único.

“Existe un vínculo interesante entre técnica, oficio y pulsión creativa. No hay una cosa fotográfica per se, todo responde a un comentario sobre lo fotográfico”, menciona Martínez. La cantidad de fotografías que producimos hoy es inimaginable: las estadísticas dicen que en 2019 se subieron a Internet 95 millones de fotos cada día, sin contar las que se producen y no se publican. Ante estas cifras vertiginosas, ¿cómo se piensa lo fotográfico desde el arte?

Andrea Martínez

Andrea Martínez flexiona una foto de la serie Pretexto de sombra (I). © Rodrigo Cervantes Ornelas

Construir el paisaje

Artista visual cuyo medio es la fotografía, resulta complejo establecer una descripción puntual de la obra de Andrea Martínez. Su proceso creativo se mueve en distintas direcciones: por un lado, va hacia la abstracción; por otro, hacia la materialización de ciertas ideas, pasando por diversas reflexiones y soluciones técnicas. En su estudio, ubicado en el Edificio Vizcaya, en la calle Bucareli de la Ciudad de México, la sensación de estímulos múltiples es evidente: sobre su mesa de trabajo y pegadas en la pared encontramos fotografías que corresponden a diversas series que, en primera instancia, dan la sensación de ser distantes y distintas entre ellas. Una vez que escuchamos hablar a su autora nos damos cuenta de que todas están relacionadas de una u otra manera.

“A veces se nos olvida, cuando pensamos en la imagen fotográfica –especialmente en la digital, tan mediada por el aparato–, que mirar es un acto corporal. Con relación al paisaje, es lo mismo: si no hay quién lo mire, no se construye”. La reflexión nos orienta a los temas de interés de Martínez, ejes que han ido evolucionando a lo largo de los años pero que siguen presentes y nos permiten leer muchas de sus series: la abstracción, la luz, la creación de uno o varios paisajes.

“A veces se nos olvida, cuando pensamos en la imagen fotográfica –especialmente en la digital, tan mediada por el aparato–, que mirar es un acto corporal. Con relación al paisaje, es lo mismo: si no hay quién lo mire, no se construye.”  

¿Qué hace a un paisaje ser un paisaje? La pregunta está presente en su obra y sus investigaciones. La serie Notes on Light and Landscape, creada en una residencia en Finlandia, obligó a Andrea Martínez a establecer condiciones de trabajo donde la luz se volviera tan protagónica que tuviera que pensarla como materia, no sólo como herramienta de trabajo. Al quitar todos los referentes visuales más inmediatos de un paisaje aparecieron las preguntas: ¿qué elementos se necesitan para que una imagen fotográfica siga siéndolo?, ¿qué se requiere para que un paisaje se mantenga como paisaje? La abstracción como respuesta.

Andrea Martínez

Andrea Martínez en su espacio de trabajo. © Rodrigo Cervantes Ornelas

Luego de ver sus piezas se tiene la sensación de que, tal vez, el paisaje está dentro de nosotros. Al ver una degradación de colores en el cielo, al caminar por el bosque o, incluso, al leer poesía, lo encontramos. Como si se tratara de un espejo. Una idea presente en series como Zenith/Nadir, proyecto que reúne fotografías donde el juego de sombras y luces da la información justa para entender desde dónde miramos y dialogamos con la realidad. El sol se convierte en una materia que incide en otra materia, en este caso en el cuerpo de las mujeres fotografiadas: “Surgió la necesidad de que hubiera un cuerpo presente, observador y observado. El proyecto no trata tanto sobre la identidad de estas mujeres sino sobre el gesto, como si fueran relojes de sol humanos. Al verlas, me reconozco”, explica Martínez, y entonces la idea del cuerpo como paisaje se despliega.

La sombra y la curva

Andrea Martínez trabaja actualmente en dos proyectos de investigación y creación para el Sistema Nacional de Creadores de Arte, Pretexto de sombra y Meridies. El primero tiene que ver con la manera en que construimos el territorio a partir de la bóveda celeste y los cálculos que se hicieron originalmente, mediante el registro de los eclipses solares, eclipses lunares y el tránsito de Venus. Descomponer la idea del eclipse o reconocerla desde otra lógica la obligó a identificar los componentes del fenómeno para representarlos: un cuerpo recibe luz, otro cuerpo se atraviesa. En el proceso surgió una reflexión sobre la hoja en blanco, lo mismo como principio de quien escribe que como contenedor de luz. Trabajó con mujeres que manipularon una hoja de papel, con un gesto sutil y contundente al mismo tiempo, para posibilitar la experiencia del eclipse.

Meridies, el segundo proyecto, estudia la curvatura de la Tierra y su representación fotográfica. Martínez trabajó con una tira de latón, a la que dobla con delicadeza para representar los meridianos. Las técnicas de la serie establecen sutiles y significativos vínculos visuales e históricos. De nueva cuenta el ejercicio de la abstracción va de la ontología de las representaciones a cuestiones poéticas sobre la construcción de un paisaje visual y emocional.

Andrea Martínez

La artista muestra fotografías de la serie Meridies (I). © Rodrigo Cervantes Ornelas

“A veces se nos olvida, cuando pensamos en la imagen fotográfica –especialmente en la digital, tan mediada por el aparato–, que mirar es un acto corporal. Con relación al paisaje, es lo mismo: si no hay quién lo mire, no se construye.”  

Respecto a sus herramientas de trabajo, Martínez trabaja indistintamente con fotografía digital o análoga, pero hay algo de esta última que disfruta especialmente: la pausa que se crea entre el momento de sacar la imagen y el de poder verla. “Ese alargamiento del tiempo se vuelve significativo, porque cuando tomas la fotografía con una cámara análoga sigues pensando en la imagen, aunque no la has visto”. El medio permite capturar la realidad, eternizarla, pero también realizar pequeños apuntes diarios. ¿Cómo se comportó la luz en el momento en que se tomó la foto? La imagen es tiempo y concepción del tiempo.

El acto fotográfico

Andrea Martínez genera imágenes a partir de una materialidad específica. Si pinta, la pregunta es qué aporta la pintura al trabajo; si usa luz, qué permite crear. Su interés radica en explorar las posibilidades para hacer que la imagen hable de la luz no como representación inmediata sino con cierta distancia. “Me gusta que las cosas se resuelvan desde la toma fotográfica, y no tiene que ver con purismo, sino con que en el acto fotográfico queda la idea”.

Andrea Martínez

Andrea Martínez apunta al fotógrafo. © Rodrigo Cervantes Ornelas

Adentrarnos en el universo de esta artista es entablar una conversación con susurros. Sus piezas guardan capas de información que podemos ir descubriendo conforme nos involucramos en la experiencia de la investigación. Ella sabe que entre menos elementos visuales nos ofrezca como espectadores más nos obligará a mirar con atención, un ejercicio consciente que se vuelve necesario en un mundo lleno de imágenes y referentes visuales.

“Pero los paisajes también conservan lo que sucede en su extensión. También las piedras guardan el fuego y a fuerza de agua o viento se pulen”, escribe Peñalosa. Trabajar con luz o con pigmento es un proceso de traducción visual y experiencial; saber qué se gana o se pierde en el trayecto nos permite seguir hablando de la imagen, en este caso fotográfica, y del paisaje. Las imágenes de Martínez sin duda conservan el paisaje, en toda su abstracción, en toda su extensión.

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