21/11/2024
Literatura
Viaje al centro del cuerpo
En ‘Anatomía sensible’ (Páginas de Espuma), el hispano-argentino Andrés Neuman ensaya formas breves que recorren los paisajes del cuerpo
“Yo creo que por todo el cuerpo habitan pensamientos, aunque no todos vayan a la cabeza y se vistan de palabras. Yo sé que por el cuerpo andan pensamientos descalzos”, decía Felisberto Hernández. Esta idea parece haber retumbado en la cabeza de Andrés Neuman durante días, hasta hacerlo estallar en escritura y colmar las páginas de lo que se convertiría más adelante en Anatomía sensible. Este libro reúne una serie de ensayos en los que el narrador hispano-argentino se adentra, como explorador de tierras ignotas, en los símbolos del cuerpo humano. Con agudeza, Neuman hace un recorrido a pie de las zonas más turísticas de nuestra fisiología y las envuelve en un aura de ideas, observaciones, certezas y juegos mentales que hacen interesante hasta nuestra parte más recóndita y amorfa.
Del ombligo –ese rincón místico que comprueba la conexión con el pasado genético y nos vuelve irremediablemente humanos– dice: “Se descompone en bordes, diámetro y fondo, que puede explorarse con lupa o narcisismo. El prototipo circular es mucho menos común de lo que se pregona. El aplastado se entretiene haciendo muecas, burlándose de cualquiera que no sea yo. Flor de las ranuras, el cerrado valora su intimidad”.
Heredero de la misma comezón intelectual que llevó a Montaigne a encontrar una poética del pulgar o a Bataille desarrollar la naturaleza del dedo gordo del pie, Andrés Neuman se muestra como un espectador excelso de un par de gigantes que han quedado maniatados en Liliput. Y pacientemente, con lupa en mano, conduce al lector por esa geografía que comienza con la piel, la cabeza, el cabello… y atraviesa una larga extensión, hasta llevarnos a la nariz, la sien, el párpado, los sexos e incluso, lo que podría ser una licencia metafísica, el alma, de la que apunta: “Su naturaleza se acerca al músculo, ya que se fortalece con los ejercicios. Tiene algo de tendón: aguanta el remolque del tiempo, como un buey tirando de un carro de experiencias. Posee la sutileza del cartílago, cierta disponibilidad para amortiguar. La solidez del hueso y su vocación vertebradora tampoco le resultan ajenas. El alma es nervio, un manojo de impulsos que se comunican”.
La maestría de Neuman en este viaje por la anatomía se ve reflejada en el humor que le permite dar estocadas lingüísticas y en la capacidad de resignificar un concepto: la nariz nunca vuelve a ser una nariz, sino una “utopía”, un “tiburón del oxígeno” y un “capricho tecnológico”. Si en Barbarismos (2017) nos permitió disfrutar de su capacidad aforística, en Anatomía sensible su pensamiento salta, brinca y se regocija y se viste de palabras para hacernos comprender que, pese a creer lo contrario, todavía no nos conocemos por completo.