Quien se acerca a Richard D. James en busca de un artista de vanguardia comete un error: nada le interesa menos que postularse como músico de avanzada, que tejer un discurso ininteligible para la audiencia. Para él las sonoridades complejas son compatibles lo mismo con las emociones que con el sentido del humor o la pista de baile. Paradójicamente esta postura lo vuelve un artista de vanguardia: propone, a través de la música, recomponer las conflictiva relación mente-cuerpo.
James nació en 1971 en Limerick, Irlanda. Muy joven se mudó a Londres con la idea de estudiar, pero se introdujo en la música sin pensar en construir una carrera profesional: se trataba de una manera sencilla de ganarse la vida. Sin embargo, la actitud irreverente y desenfadada que mostró desde el principio de los noventa terminó por llevarlo a los primeros planos de la electrónica experimental. Drum’n’bass, techno, ambient y braindance son algunos de los géneros en los que James se desplaza con destreza, pero no es conveniente dejarse guiar por las etiquetas: lo que lo vuelve un productor de sonidos poco común es la forma desprejuiciada en que aborda la música, su falta de respeto hacia las convenciones y los clichés.
En 1992 James lanzó, con el nombre de Aphex Twin (antes había grabado EPs y sencillos con infinidad de seudónimos), el disco que lo reveló como un genio de la nueva música electrónica: Selected Ambient Works 85-92. Las grabaciones, conformadas por percusiones y gran cantidad de sintetizadores modificados por James –otra de sus especialidades y obsesiones–, son un parteaguas para el género: sí, es ambient, pero prácticamente carece de referentes. James es un artista introvertido que, en su proceso creativo, procura no escuchar música de otros; ha declarado que cuando está solo y completamente aburrido las ideas y los sonidos comienzan a fluir.
Selected Ambient Works Volume II (1994) llevó el género aún más lejos que su predecesor. Si el primer compilado ofrece un sonido amable al escucha, este álbum se muestra más experimental, oscuro. Atrás ha quedado la idea del ambient como música decorativa: Aphex Twin devuelve el protagonismo al sonido, demanda la atención del escucha y lo invita a ser partícipe de la obra. El disco se convirtió en punto de partida para diversos músicos, que comenzaron a trabajar con sonidos más densos y abstractos.
En la década de los noventa la escena electrónica se hallaba en su apogeo. James decidió, junto a Grant Wilson-Claridge, viejo amigo del colegio, fundar su propio sello discográfico, Rephlex Records, que puso en relieve uno de los conceptos musicales más importantes del músico irlandés: braindance. El término designa un género que conjunta lo complejo, lo cerebral y lo científico con lo divertido (proveniente de las pistas de baile), en contraposición a la arrogancia de la llamada intelligent dance music (IDM). Rephlex (cuyo logotipo es un cerebro con pies) dio además origen a los bedroom producers, una camada de productores que compone piezas en su casa, sin necesidad de un estudio de grabación. Es, de hecho, la forma en la que James prefiere trabajar, pues considera que la música adquiere una personalidad distinta al no estar sometida a presiones de tiempo. Por lo demás, brinda “la posibilidad de trabajar desnudo”.
En Rephlex, Aphex Twin editó, con el nombre de uno de sus múltiples alias, Caustic Window, una compilación de trece temas en los que vertió su costado más experimental. El disco es un mosaico que aglutina las distintas caras del productor. Por un lado, durísimos cortes hechos con instrumentos y máquinas modificados; por el otro, temas que buscan un ánimo más paisajístico e introvertido. James se había referido a las presiones inherentes al estudio de grabación: en Caustic Window (1998) el alias funge como una forma de escapar, ahora de las presiones del culto a la personalidad, una práctica común en el mundo de la electrónica.
Pero no debe perderse de vista el ácido sentido del humor de Aphex Twin: en 1996, cobijado por Warp Records, lanzó el Richard D. James Album. La grabación utiliza su nombre verdadero, así como un encuadre de su rostro en la portada. Nada del otro mundo, si no fuera porque James busca alejarse de los reflectores, preferiría no ser reconocido en la calle. El disco rompe con una de las reglas no escritas de la cultura de la música electrónica, relacionada con el anonimato. Lo que importa, en todo caso, es la calidad de las piezas incluidas, que dejan claro por qué Aphex Twin es uno de los mejores productores de música electrónica: se introduce en los terrenos del drum’n’bass, los ritmos rotos y los timbres disonantes sin abandonar las melodías que caracterizan sus trabajos dentro del ambient. Su peculiar sentido del humor es perceptible en “Milkman”, donde canta la bizarra fantasía de un niño con la esposa del lechero.
Cerremos con uno de los discos más interesantes de Aphex Twin, Drukqs (2001). La palabra del título fue inventada por el propio James, para que el escucha-lector produzca su propia interpretación (nada tiene que ver con las drogas). Se trata de un álbum doble muy particular en la discografía del artista, un conjunto de piezas para piano –lo mismo tradicional que preparado– y electrónica. Contrario a lo que se ha escrito, Drukqs nada tiene que ver con los acercamientos al instrumento y las técnicas extendidas de John Cage. El disco contiene composiciones bien delineadas, que apuntan a lo emocional, a la economía de las notas. Si hay que hablar de una influencia en particular, es la de Erik Satie. Drukqs es un disco a tomar muy en serio dentro de la discografía de Richard D. James. Su irregularidad y la marginalidad dentro de los estilos que ha explorado son precisamente lo que lo vuelve atractivo: muestra una faceta naïve en su estética sonora, deja oír a un artista en plena búsqueda, dentro de un proceso en el que todavía no son audibles los frutos, pero que deja abiertas muchas posibilidades. Definitivamente puede considerarse el comienzo de una nueva etapa en la vida artística de Aphex Twin.
Publicado en La Tempestad 72 (mayo-junio de 2010)