Uno nunca abandona tan perfectamente el mundo como cuando permanece en él en pensamiento, trocando la imaginación de lo real por la de otro real que le es comparable desde todo punto de vista.
Clément Rosset, “La otra realidad”
“–¿Crees en los finales felices?
–No hay finales”.
Así termina la entrevista de Tatiana Lipkes a Apichatpong “Joe” Weerasethakul. Una película, como una entrevista, en efecto, nunca acaban. Los límites porosos de los finales y los principios son formas de control desesperadas. En cierto sentido toda producción artística tiende puentes con un pasado difícil de discernir y un futuro difícil de prever. Los productos culturales llevan tiempo fabricándose y tendrán infinitas lecturas, atraviesan el tiempo.
Para Apichatpong Weerasethakul (Bangkok, 1970) la memoria es una cámara en nuestra cabeza, algo que almacena información, rostros, paisajes, imágenes. Recordamos cambiando el lente, hojeando entre archivos. El cine también es memoria. La memoria de un presente experimentado, de un lugar capturado en el espacio y el tiempo que se repite, que regresa y que cambia con cada proyección. La última película del artista tailandés, Memoria (2021), es una extensión de este pensamiento. Como el resto de su obra, alimenta reflexiones recurrentes: el carácter colectivo de la vivencia del mundo, la relación entre pensamiento científico y budismo, los planos múltiples de la existencia, la relatividad del tiempo…
En Memoria Tilda Swinton encarna a Jessica, una mujer que se levanta un día por un fuerte y peculiar ruido. El ruido se queda ahí, incluso en el silencio, como algo que podría repetirse. La lleva a buscar algo del pasado, a encontrarse con fantasmas de una misma persona, Hernán Bedoya, reencarnado una y otra vez, ser eterno de recuerdos, viva imagen de algo que permanece en el tiempo y se manifiesta en el presente. Al final de su viaje en la selva colombiana, Jessica encuentra los ecos de su propia vida, que se confunden con los recuerdos de Hernán. Él es un transmisor de recuerdos, ella es una antena.
Platiqué con Apichatpong Weerasethakul para tratar de entender el proceso de su nueva película y lo que significa para el futuro de su obra. Con su peculiar palabra medida, controlada, reflexiva, el cineasta tailandés explicó parte de su proceso y la continuación congruente de una filosofía que explora, a través del material fílmico, las posibilidades de sentirse vivo, respirando, sintiente y curioso, en esta tierra cargada de recuerdos.
Para hablar de Memoria Tilda Swinton se ha referido a su duelo, a tu insomnio, a la idea de ser un extraño. Son ideas interesantes porque Memoria me parece una película sobre la presencia, sobre ser testigo de la vida que pasa frente a ti. Quería preguntarte sobre este estado dislocado del mundo que te pone a ver las cosas desde la distancia.
Creo que estar en un país extranjero como Colombia me ayudó a mirar de otra forma, porque no tengo asociaciones con muchos objetos de ahí. No conozco los árboles, por ejemplo, salvo por mi familiaridad con los plátanos. La mayoría del tiempo no tenía ninguna referencia previa para condicionar mi conocimiento del lugar. Eso evocó una manera pura de ver. Es algo que puede ser liberador. Puede ser liberador acercarte a un paisaje y experimentar la emoción que te genera en vez de enmarcarlo según las memorias que tenías de ese lugar. Es la experiencia de algo nuevo todo el tiempo. Es el tipo de presente que quiero evocar en la audiencia que ve mi película.
En el Festival de Nueva York hablaste de sentir una especie de duelo cuando te hicieron un homenaje en Cartagena y viste clippings de tus trabajos anteriores. Como si se estuviera celebrando el funeral de tu trayectoria, de una parte de ti. ¿Crees que esta película marca algo nuevo?
Esta película cambió muchas cosas. Se relaciona con la primera pregunta que me hiciste y con la primera respuesta que te di. Esta película me permitió ver y saber que lo que busco puede estar en cualquier parte. Que los humanos somos muy similares. La manera en que sufrimos y actuamos, la manera en que nos volvemos posesivos o empáticos, entre otras emociones, es muy similar. Entender que todo esto ya está ahí me hizo sentir muy conectado conmigo mismo y con mi manera de hacer cine. Siempre estuvo ahí, también, desde que era joven, una manera de ver el mundo con apertura y alegría. Sólo ver colores y sonidos. El cine se convirtió en una herramienta para capturar esta manera de ver el mundo. Creo que Memoria tiene una relación con mis películas pasadas en términos de ritmo y ciertas expresiones. Y cuando veo esta película me doy cuenta de que todo siempre estuvo ahí. Estos ojos cinemáticos siempre estuvieron ahí.
El proceso de esta película fue peculiar. Buscaste locaciones que te atrajeran en un país que desconocías, en particular hospitales, que siempre te han hecho sentir en casa. Luego filmaste en 35 mm con tomas muy largas, muy planeadas. Todo lo creaste junto a Tilda Swinton en un trabajo colaborativo singular para dar vida al personaje de Jessica. ¿Fue algo planeado o intuitivo?
Tenía un guion y tenía la película en mi cabeza. Pero cuando estábamos ensayando la acción, la forma de hablar y de decir las líneas (en particular en español), el movimiento, etc., nunca hablábamos de los personajes. Sólo hablo de los personajes con los diseñadores de producción o con los diseñadores de vestuario, pero con Tilda y los demás todo era cuestión de estar en un espacio y probarlo después del ensayo. Lo importante era estar ahí, con el vestuario, con todo, y sentir el lugar. Ayudó mucho, en este sentido, que grabáramos la película cronológicamente. Porque convirtió todo en una investigación. No sabía quién era Jessica, Tilda tampoco. Después de unos días de rodaje empezamos a verla y la fuimos siguiendo. Tilda nunca cuestionó nada. Después del corte regresaba a ser Tilda Swinton, pero cuando estábamos grabando era verdaderamente Jessica. Fue como ver dos mundos paralelos que se estaban desarrollando. Al final de la película nos dimos cuenta del peso, de la presencia de esta mujer que se había materializado en la última escena, en casa de Hernán. Eso fue para mí, para Tilda y para todos, una revelación. Estoy enamorado de esta manera de crear.
Swinton describía a Jessica como un predicamento, y creo que la película captura eso: el sentido de ver el mundo como una duda, como una curiosidad, como algo que sorprende, como una investigación. ¿Crees que el cine puede servir para ver el mundo de otro modo y sacarlo de sus engranajes habituales, para pensar de nuevo nuestra relación con el tiempo y el espacio?
Esa es mi pregunta también. Es lo que me mantiene trabajando hasta ahora. En la mitad de mi carrera sigo pensando qué estoy haciendo. Siento que el cine y la vida deberían ser inseparables. Siento que la vida ahora debería iluminarme, de alguna forma, sobre mi condición actual, sobre lo que estoy viviendo. Pienso, entonces, en cómo hacer una película que sirva para eso, o que observe ese proceso. Muchas veces, cuando hablamos de cine, la gente piensa en historias, en acción, en un viaje de A hacia B o C. Pero creo que el cine debería ser algo mucho más cercano a la vida. La vida entendida como una respiración. Esa es mi idea de la vida y lo que quiero capturar. ¿Es posible? No lo sé. Tal vez es lo que mencionaba antes sobre la manera de mirar, sobre estar presente. El hecho de que el cine sea una grabación del pasado me hace preguntarme si podemos ser conscientes del presente. O si podemos hacer que el cine muestre siempre un presente, que viva en un presente renovado. Creo que es posible. Y creo que Memoria es una investigación construida sobre esa hipótesis.
Giorgio Agamben dice que la única manera de pensar de manera contemporánea es a través de ver lo arcaico en lo presente. Pensadores como Aby Warburg tenían la idea de que las imágenes perviven en la cultura como un fantasma, como algo que está ahí, que se queda ahí, desaparece y vuelve a aparecer cuando menos lo esperamos. ¿El cine es una forma de capturar un momento cultural, un sonido, una sensación que quedó flotando sin contexto y que puede repetirse, en cada proyección, como un fantasma?
Sí, porque una vez que se enciende el proyector, todo vuelve a la vida. Al capturar el pasado el cine no puede evitar referirse a lo que sucedió en esa locación o la memoria de la locación y de la sociedad que ahí se encontraba. Pero, como sigue muriendo y resucitando, la pregunta es cómo renovarlo. La consciencia del pasado para mí no es nada. La clave es hacer del cine algo siempre novedoso, algo que siempre se renueve, que la audiencia encuentre dentro de diez años una relación con su propia vida en ese momento, a pesar de que hable de la historia (de Colombia, por ejemplo). La clave es dejar esta posibilidad abierta. Creo que Memoria funciona de esa manera: los espectadores tendrán un descubrimiento nuevo cada vez que se proyecte en la pantalla.
¿Crees que el cine puede cambiar al mundo?
No. Creo que puede ser parte del mundo. Y creo que todo lo que está en el mundo puede cambiar al mundo. El cine es una de tantas cosas, pero no puede ser visto como un héroe. Puede evocar este sentido de consciencia, de conexión, de que somos una sola entidad. Pero la belleza de hablar del cine es que hay muchos tipos de cine. El cine es diverso como las personas, porque es una encarnación de lo humano, de la humanidad. Así que también puede crear guerra. No tiene un propósito definido en la paz o en el cambio. Creo que el cine es algo poderoso en términos de cómo condiciona los pensamientos. Puedes usarlo de cualquier manera… como un arma.