03/12/2024
Eventos
ARQUITECTURA SOCIAL
«Si la vivienda digna la declara el joven Peña, entonces la dignidad padece», señaló Carlos González de León en el tercer día de actividades del Coloquio La Izquierda Mexicana del Siglo XX. El título de la mesa fue Arquitectura social, muralismo, la ciudad como ente vivo. Además de González Lobo, participaron Alberto Híjar, crítico de arte, y Alberto Martínez, urbanista. El primero inició con una ponencia sobre las funciones políticas y sociales que ha cumplido la vivienda en momentos clave de la historia de México, como la Revolución, el desarrollo estabilizador, la década de los sesenta y el terremoto de 1985. Revisando iniciativas de arquitectos como Legarreta y O’Gorman, González Lobo señaló algunas particularidades de la vivienda como símbolo social: de ser una promesa política se transformó en un motivo para la incertidumbre; de las unidades habitacionales construidas para obreros, se pasó a la proyección de vecindades donde la enmienda fue utilizar menos recursos económicos para generar más espacios. Refiriéndose a las construcciones levantadas entre los sesenta y los noventa, González Lobo dijo que «la arquitectura se parecía al problema (social): máximo de espacio, mínimo de costo». El arquitecto concluyó hablando de su propia experiencia con las vecindades. Planteó que era posible enseñarle a las comunidades los procedimientos de la autoconstrucción y el cómo utilizar tecnologías de bajo costo para hacer una arquitectura habitable y apropiable. «Hay que quitarle a la arquitectura de la calle la rapacidad. Lo que menos necesita la inmobiliaria actual es el dinero», dijo.
Por su parte, Alberto Híjar se refirió al arte público, en específico al muralismo mexicano, como una posibilidad política para el país y como un soporte donde se desarrolló la construcción del pueblo mexicano como sujeto histórico. Híjar planteó que la cercanía del artista con los asuntos sociales fue la manera en que el arte mexicano se alejó de las prácticas del “arte por el arte” europeas, surgidas en un momento en el que Europa había atravesado una serie de procesos revolucionarios. Mientras que Europa estaba iniciando su modernidad, en México comenzaba a pensarse en la imagen y la identidad del pueblo. Híjar señaló que el muralismo como arte público se consolidó en México al tiempo que las unidades habitacionales obreras y las construcciones funcionalistas adquirían poder en el paisaje urbano de México.
Alberto Martínez cerró la mesa con una reflexión sobre el espacio público como el nuevo eje de la discusión urbana y política. Martínez mencionó que la vivienda había sido la preocupación de un momento de México, pero que actualmente el espacio público es donde se liberan discusiones públicas en torno a quiénes y cómo están apropiándose el espacio. Martínez puso sobre la mesa la pregunta de qué era lo que estaba haciendo la izquierda (el Gobierno del Distrito Federal, en específico) por las comunidades que vivían al margen de un espacio público que no podía ser utilizado por los estratos populares –se refirió a las vecindades que se encuentran a unos metros de Plaza Carso–. Con las habilidades de autoconstrucción con las que cuentan algunas comunidades, modificar la vivienda no representa un problema. Pero, ¿qué calles son las que se transitan? ¿Se cuenta con áreas verdes, con foros vecinales o centros de cultura? Martínez planteó que «ante el capitalismo, traducido en urbanismo salvaje», una de las soluciones eran procesos comunitarios: organizaciones vecinales que orienten al desarrollo y a la construcción hacia las verdaderas necesidades de comunidades en específico. Martínez también señaló que el proceso abstracto o teórico para analizar la situación urbanística del espacio público no bastaba para incidir y generar comunidad. También expuso que el espacio público en sí mismo no genera sentido entre sus habitantes, que son los habitantes quienes deben ocupar ese espacio.
Los tres exponentes hablaron de las claves de la izquierda. Cuando se abrió la ronda de comentarios entre el público, se habló de la “traición” que representaban las jefaturas recientes del Distrito Federal, además de la imposición de proyectos como el Corredor Cultural Chapultepec y de las consecuencias que tienen en la vida cotidiana y comercial de los habitantes de la ciudad.