A la espera del estreno nacional de Cómprame un revólver (2018) –su película más ambiciosa–, llega a las salas nacionales Atrás hay relámpagos (2017), el sexto largometraje del realizador Julio Hernández Cordón. Se trata de una breve película sobre dos amigas adolescentes que adoran rodar por San José, Costa Rica. El filme, una coproducción con México, muestra un elemento recurrente del cine del guatemalteco: la bicicleta, símbolo de la libertad por antonomasia.
La cinta la conforman, quizá de forma involuntaria, una serie de viñetas. En la primera escena vemos en un monitor de vigilancia a dos chicas –Sole y Ana– que bailan y hacen bromas en un supermercado. Poco más adelante ocurre lo que parece desencadenar el motivo de la historia. En el jardín de la casa de Sole, que viene de una familia con recursos, su abuela guarda varios autos viejos. Al husmear en ellos las amigas descubren un cadáver en uno de los cofres. El cuerpo, sin embargo, nunca se muestra en la película. El misterio que propone el hallazgo pronto es olvidado. La historia se convierte en una exploración de las calles de San José por parte de Sole, Ana y sus amigos bikers, que desafían la gravedad haciendo saltos.
A diferencia de Te prometo anarquía (2015), película de producción mexicana sobre dos patinadores que venden su sangre, Atrás hay relámpagos prescinde de un nudo, de un aspecto central. Esta vacuidad –que se ha visto en otros retratos fílmicos sobre la juventud como Spring Breakers (2012)– encuentra su punto culminante cuando la pandilla descubre algo intrigante en un auto abandonado en la calle. ¿Se trata de otro cadáver?, ¿de alguien que duerme? La cámara, sencillamente, nunca lo muestra.
Aunque es un ejercicio de estilo interesante con escenas de colorido hipnótico, el filme de Hernández Cordón adolesce de un remate que recoja todas las inquietudes que va planteando –por ejemplo las restricciones sobre la mirada en las que insiste o el cuestionamiento de la libertad juvenil. Al quedarse en la superficie, el filme, que transcurre la mayor parte del tiempo en exteriores, ofrece un retrato del verde que abunda en San José y de la belleza de sus calles y avenidas amplias.