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Literatura

La animalidad latente

Edgar Yepez reflexiona sobre la propuesta de lectura que plantea ‘Bajo el sol tremendo’ (Anagrama), la novela de Carlos Busqued

Edgar Yepez | jueves, 5 de febrero de 2015

Carlos Busqued

En 2008, año en que Daniel Sada recibió el Premio Herralde por Casi nada, en la última deliberación, junto con otras obras, estuvo la del argentino Carlos Busqued, ingeniero metalúrgico nacido en 1970 en la provincia del Chaco y criado en Córdoba. Cuando se anunció la publicación de Bajo este sol tremendo, en Buenos Aires no sabían nada sobre el autor. Busqued y su libro me recuerdan, cada uno, dos referencias dispares: la Declaración de intenciones, de Lawrence Weiner, y a Jorge Panesi, quien señaló a propósito de Juan José Saer que la cultura nacional argentina condena a los escritores provinciales a la insularidad.

Busqued, instalado en las regiones límite del laconismo (polo contrario a lo “florido” que, para él, “es una mariconada para llamar la atención”), cuenta la pérfida historia de un triangulo delictuoso en Lapachito, un pueblo casi fantasma en la provincia del Chaco. Cetarti, desempleado, sumergido en la nada desde hace meses, recibe una llamada: le avisan que su madre y su hermano han sido asesinados. Lo pone al tanto Duarte, un ex militar amigo de su padre (el asesino suicida), quien le informa que debe hacerse cargo de los cadáveres y, al borde de la legalidad, cobrar el seguro. A partir de entonces, primero en paralelo, después junto con Duarte y Danielito (un empleado de Duarte), la novela se desdobla en empresas anestésicas, sórdidas y criminales, sin más fin que su ejecución. Porque Busqued no hace juicios morales sobre sus personajes, sus actos ni el contexto social que los motiva.

Como si hubiera un trabajo literario doble, por un lado se deshumaniza a los personajes y por el otro se carga a los escenarios de una decadencia y violencia latentes. En el cruce de ambos esfuerzos resalta el personaje principal de la novela: su atmósfera opaca, siniestra. Consecuencia de esa paradójica relación entre la absoluta criminalidad y el total adormecimiento en que están los personajes, inflamados por dosis de mariguana, pornografía y documentales sobre elefantes asesinos y voraces calamares de Humboldt (Bajo este sol tremendo abre con los versos finales de “The Kraken” de Tennyson: “Then once by man and angels to be seen, / In roaring he shall rise and on the surface die”).

Además de la recurrencia de la mariguana, la precariedad de sus escenarios y el crimen, está, como mecanismo subterráneo que ata paralelismos, la oposición entre el animal salvaje y el doméstico. Los primeros contemplados por Cetarti y Danielito en Discovery Channel y Animal Planet (adormecidos por la droga y la televisión, en una relación nebulosa con la realidad). Los segundos, perros en un patio, un ajolote en una pecera y una vaca en medio de la carretera, contrastan con la disposición y la habilidad en Duarte para organizar y ejecutar secuestros y estafas: la animalidad le sirve a Carlos Busqued como mecanismo, a través de él espejea la deshumanización de sus personajes; Cetarti y Danielito en su abulia e insensibilidad, Duarte en su pragmatismo voraz.

Bajo este sol tremendo produce una primera impresión: que en ella no sucede nada. O que sucede sólo lo elemental de una narración. La consigna secuencial, sin derivas ni matices, de una serie de hechos y personajes sin aludir a las motivaciones contextuales, sociales o psicológicas que los inspiran. Como si estuviera escrito sólo el esqueleto de la novela. Y quien lee lo vistiera, lo completara, con sus proyecciones. Un poco como el enunciado de propósito que a fines de los sesenta escribió Weiner: “1) El artista puede construir la pieza; 2) la pieza puede ser fabricada; 3) no es necesario construir la pieza. Siendo cada una de éstas equivalentes y de acuerdo a la intención del artista la decisión de condicionar o no en la instancia de la recepción depende del receptor”.

Bajo este sol tremendo tiene dos respuestas primarias de lectura: el desconcierto y el entusiasmo. Desconcierto por el déficit, la inadecuación, entre lo narrado y cómo se hace; por el lenguaje utilizado para la representación de la violencia en una novela en la que no hay razones irónicas, sociales, tremendistas, de denuncia, realistas, ni metafóricas que otro tipo de prejuicios habrían impuesto y Busqued deja fuera, en responsabilidad del lector. Entusiasmo porque esa representación literaria, sin voluntad y con flagrancia, exhibe la dimensión creativa y siempre viciada de la lectura. La exhibe como proceso y no como protocolo. Proceso que, al tratarse de una novela que sucede en la región norte de Argentina, lejos del centro cultural de Buenos Aires, cuyo tema en gran medida es el secuestro, la ilegalidad, pero narrada sin condicionantes geográficos, sociales ni culturales, la vuelve una obra relevante en el contexto propio. Entusiasmo también porque la insularidad, como en Saer y Busqued, propone tipos de lectura distintos.

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