16 de agosto de 2017

La Tempestad

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Redaccion

El sospechoso “nosotros”

Nicolas Cabral | miércoles, 14 de enero de 2015

Hay un ensayo, disponible en algunas librerías mexicanas, que adelantaba en 2011 algunos fenómenos de la actualidad y su correspondiente “análisis” por parte de los “líderes de opinión”. Su autor no es un profeta sino un filósofo, uno de los verdaderamente centrales de nuestra época: Alain Badiou. El título: El despertar de la historia (Nueva Visión). El tema: las revueltas de los últimos años, principalmente la Primavera Árabe y los indignados españoles.

Ayer, en El Universal, apareció la columna “La intolerancia del Islam”. Como consecuencia del ataque carnicero al semanario satírico Charlie Hebdo, León Krauze plantea: “No es menos que un asalto contra nuestro modo de vivir, nuestra idea de civilización”. La jerga neoconservadora de la frase –en un texto salpimentado con apuntes sobre el estilo de vida pequeñoburgués– no debe distraernos del nosotros que postula, un nosotros indisociable de la razón de Estado de los países de la OTAN. En el libro mencionado, Badiou escribe: “Una suerte de racismo cultural, que, de hecho, refleja el miedo de las ‘clases medias’ –ventajeras cascarrabias de la dinámica imperial– de verse reducidas al estatus inferior de ‘pueblo de los arrabales’, infecta la situación”.

La estatura intelectual se revela en momentos como éste, a partir de la lectura de hechos como los ocurridos en París la semana pasada (o de la catástrofe mexicana de los últimos años). No hay debate sobre el carácter criminal de lo acontecido –que desde aquí condenamos sin ambigüedades– pero, como escribió Slavoj Žižek en New Statesman, “es el momento adecuado para tener el coraje de pensar”. La columna de León Krauze es apenas un ejemplo local del discurso del amo, para decirlo en lacaniano. ¿Y si fueran los países democrático-liberales, que se empeñaron en borrar del mapa a las izquierdas árabe y africana, los responsables del crecimiento del fundamentalismo? El islamismo les parecía entonces un buen compañero de ruta.

Lo que corresponde, hoy, no es condenar a los musulmanes como si en las otras religiones no hubiera criminales. Lo que corresponde es ponerse del lado de los más débiles. Y ellos son, en este momento, los inmigrantes musulmanes de Europa. El horror de lo ocurrido en París permite, sí, valorar la libertad de expresión, pero podría ser también la excusa de los Estados occidentales para poner a funcionar su maquinaria represiva. Después de todo, lo harían en defensa de “nuestros” valores.

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