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El cine lésbico del siglo XXI

Una entrevista con Clara Bradbury-Rance, autora de ‘El cine lésbico después de la teoría queer’ (Osífragos y Facultad de Cine)

Carlos Rodríguez | jueves, 5 de diciembre de 2019

Fotograma de 'Chloe', de Atom Egoyan

Recién publicado por la editorial Osífragos, con el apoyo del British Council, el Goethe Institut, la Agencia de Cooperación Global para el Intercambio Cultural y la Facultad de Cine, el libro El cine lésbico después de la teoría queer aborda la homosexualidad femenina basándose en un cuerpo teórico y visual que revela las condiciones de legibilidad lésbica en el siglo XXI. 

Clara Bradbury-Rance, licenciada en estudios fílmicos y maestra en estudios de sexualidad y género por la Universidad de Exeter, así como doctora en estudios de la pantalla por la Universidad de Manchester, es la autora del ensayo. En su libro, publicado este año en lengua inglesa por la Universidad de Edimburgo, desmenuza varias de las películas más importantes con personajes lésbicos estrenadas en años recientes, entre otras: Sueños, misterios y secretos, de David Lynch; Lirios de agua, de Céline Sciamma; Chloe, de Atom Egoyan; y Carol, de Todd Haynes.

“En la Facultad de Cine tenemos un fondo anual para apoyar la investigación y la publicación de obras de estudios fílmicos. La teoría cultiva la mirada y el gusto que se necesita para hacer un cine más profesional y profundo, por eso nos interesa participar en la edición y el diseño de este tipo de proyectos”, dijo Izrael Moreno, rector de la institución, a La Tempestad.

Aquí la charla que sostuvimos con Clara Bradbury-Rance por correo electrónico.

Clara Bradbury-Rance

En tu libro haces una distinción entre los personajes lésbicos y aquellos asociados con la representación queer. ¿Por qué es importante esta diferencia?

Puedo responder esta pregunta hablando desde mi experiencia personal y política. Como lesbiana y como feminista siempre he pensado mi sexualidad y mi género en conjunto. Las formas en que he sido discriminada o marginada a menudo han sido por ser tanto queer como mujer. Se trata en parte de la terminología. La palabra queer no atrapa esto; me parece que el término lesbiana sí captura la intersección de género y sexualidad. Aunque es importante decir que, por muchas razones, no es una palabra con la que todos se sientan cómodos.

De hecho, creo que las personas trans han sido las mayores víctimas del error de pensar en el privilegio cisgénero al hablar de la sexualidad queer. La experiencia del género y la sexualidad es a menudo una experiencia del sexismo, la homofobia o la transfobia; hay momentos en que los términos que engloban la diversidad, por ejemplo queer, no nos ayudan a articular esas experiencias.

Estaba pensando en la repercusión mediática de personajes homosexuales, por ejemplo los de Llámame por tu nombre. Creo que es un fenómeno que no ha sucedido con las películas con representación lésbica. ¿Por qué?

Sí, es absolutamente correcto. En mi libro hablo de colecciones editadas sobre “el cine queer” que a menudo se enfocan en narrativas de hombres homosexuales. Queer se usa a menudo como un término paraguas que disfraza el hecho de que hay muchas exclusiones en curso, y apunta a una continuación del privilegio cis masculino incluso en comunidades y representaciones que se identifican como queer.

Incluso si afirmamos que la homosexualidad femenina es más visible que nunca en la pantalla, todavía va a la zaga de las representaciones homosexuales masculinas. Por ejemplo, el Curzon Soho, una sala de cine en el distrito gay de Londres, mantuvo en su programación durante cerca de seis meses Llámame por tu nombre. Estamos en una situación muy diferente que hace 20 años, hay más películas obteniendo visibilidad. Sin embargo, creo que la conversación sobre visibilidad sigue siendo estructurada por el pasado. Creo que, de alguna manera, la homosexualidad femenina todavía se encuentra entre las brechas. Cuando la ley en el Reino Unido cambió para despenalizar el sexo gay en 1967, el sexo lésbico no se incluyó porque nunca se había reconocido como fenómeno legal o ilegal.

“Necesitamos luchar para que las actrices lesbianas se sientan capaces de salir del armario y no sentirse presionadas a actuar de forma heterosexual para obtener roles”

¿Cómo abordas la teoría queer para interpretar las películas de las que hablas en tu libro? ¿Cuál es la ventaja de tomar esta teoría y no otra?

La teoría queer me parece estimulante. En el fondo creo que se trata de prácticas políticas y sexuales que rechazan las categorías binarias. Nos anima a cuestionar las categorías normativas y simplistas de las “políticas de identidad”. La razón por la que la uso en mi libro es porque creo que el debate sobre el cine lésbico sigue siendo a menudo sobre directoras lesbianas, autoras lesbianas, parejas lesbianas, personajes lesbianos. ¡Pero no todas las lesbianas son la misma cosa! No podemos reducir la homosexalidad femenina a la escena del coming out o incluso a la escena de sexo. El deseo siempre es más complicado que eso. Así que estaba interesada en usar la teoría queer para ayudarme a analizar el deseo de manera diferente en la forma fílmica, de una manera que no sólo habla de características que fácilmente se pueden identificar, como personajes, parejas o escenas de sexo.

¿Hay formas de resistencia al vínculo entre deseo e imagen? ¿Qué ejemplos se pueden destacar en el cine contemporáneo?

Sí, creo que el cine puede producir deseos que no se pueden traducir fácilmente en palabras. Como en las películas Lirios de agua o Retrato de una mujer en llamas, ambas de Céline Sciamma, que desafían las opiniones dominantes heteronormativas sobre cómo deberían verse o actuar las lesbianas. Sin embargo, también creo que muchas de nosotras, incluida yo misma, descubrimos nuestros primeros placeres lésbicos a través del cine. Nos identificamos con personajes o entramos en fantasías, incluso si estas representaciones parecieran no estar “hechas para nosotras”.

Siempre pienso en el texto de B. Ruby Rich sobre la película Bajos instintos, de Paul Verhoeven, en su libro The New Queer Cinema, que fue traducido al español por Osífragos el año pasado como Nuevo cine queer: “Bajos instintos fue piqueteada por el ala justiciera de la comunidad queer (hasta que las lesbianas comenzaron a descubrir lo divertido que era)”. Así que podemos resistir a las industrias patriarcales y homofóbicas cuando nos identificamos con algunas películas. No digo que no debamos ser políticos, pero el placer no es simple.

Pienso en la figura de Julianne Moore, la actriz que ha interpretado más lesbianas en el cine de los últimos 20 años. ¿Cómo afecta el trabajo de un actor con celebridad la representación lésbica?

Julianne Moore ha sido una increíble defensora de la visibilidad lésbica. Aunque también necesitamos luchar para que las actrices lesbianas se sientan capaces de salir del armario y no sentirse presionadas a actuar de forma heterosexual para obtener roles. Necesitamos aplaudirle a las prácticas de producción y de curaduría feminista, así como a la crítica feminista. Las películas de alto perfil de lesbianas de los últimos años han sido dirigidas por hombres. Pueden ser películas maravillosas, pero debemos reconocer las barreras a las que las mujeres –especialmente las mujeres queer, las mujeres trans y las mujeres de color– continúan enfrentando para que su trabajo se haga y sea visto. 

¿Cómo describirías el estado de la representación lésbica en el campo visual contemporáneo?

Hemos comenzado a ver cómo la cultura popular ha incorporado la homosexualidad femenina de una manera que no podía imaginarse incluso a principios de siglo. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer, incluso en México. Para este proyecto editorial elegí ocho películas que desafían la simple definición de “visibilidad”, por ejemplo las escenas de sexo, de pareja o de coming out.

Pero espero con ansias una diversidad de diferentes representaciones. Por ejemplo Rafiki, de Wanuri Kahiu; es una película maravillosa. Ha recibido mucha publicidad como la primera película de Kenia que se proyectó en la competencia en el festival de cine de Cannes de 2018. También es visualmente emocionante, tierna, divertida y política. Es accesible, pero también experimenta sutilmente con la forma para llegar a las complejidades de representar el deseo en la pantalla. ¡Es la próxima película sobre la que definitivamente quiero escribir!

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