Cine/TV
El terror materno
Ante el cine de terror contemporáneo que ha caído en lugares comunes, The Babadook (2014), cinta australiana escrita y dirigida por Jennifer Kent, es quizá de lo más refinado y propositivo que se ha hecho en los últimos años. La cinta tuvo su origen en el cortometraje Monster, también de Kent, y cuenta la historia […]
Ante el cine de terror contemporáneo que ha caído en lugares comunes, The Babadook (2014), cinta australiana escrita y dirigida por Jennifer Kent, es quizá de lo más refinado y propositivo que se ha hecho en los últimos años. La cinta tuvo su origen en el cortometraje Monster, también de Kent, y cuenta la historia de Amelia y Sam (Essie Davis y Noah Wiseman), madre e hijo que habitan una casa con aires de abandono. No hay un padre bajo ese techo: el mismo día en que Sam nació, su padre falleció en un accidente automovilístico (Amelia era la copiloto). Desde entonces, parece, ella continúa su duelo y deambula entre el trabajo en un asilo de ancianos y el cuidado de su hijo (un niño problemático que no deja de meterla en situaciones incómodas).
Un día cualquiera, antes de ir a la cama, Sam selecciona un libro para que su madre se lo lea: The Babadook, sobre un ser que se esconde en las sombras de las casas y que poco a poco se apodera de las personas que las habitan. Un monstruo que, como lo reprimido, sólo se hace más fuerte en la medida que se le niega. Amelia, por supuesto, siente temor al leerlo y decide apresurar la lectura para darla por concluida. Entonces su hijo le advierte que no quiere que nada malo le pase a ella, pues él está seguro de ya haber visto al monstruo en casa.
El resto de la película se apega a las fórmulas del género: apariciones, ruidos extraños, una voz que se apropia del cuerpo de Amelia y personajes secundarios que sólo se muestran escépticos ante su situación. Pero lejos de ser una simple historia de monstruos, fantasmas y otros fenómenos sobrenaturales, The Babadook aborda un terror cotidiano: el ser madre. Por supuesto, la cinta puede disfrutarse desde la capa sosa y superficial: un monstruo se quiere apoderar de Amelia y el hijo es un lío. Pero el filme de Kent no carece de seriedad y se teje en dos dimensiones: la de la fantasía y la de la realidad. El Babadook, ese temible monstruo, nos habita a todos: son los temores que cargamos a diario, que nos limitan y que al final nos consumen, y que aquí, claro, es el recuerdo reprimido y funesto del esposo de Amelia, del que nunca quiere hablar. Esa reticencia a aceptar la muerte e incorporarla a su cotidianidad le impide llevar una vida “feliz” al lado de su hijo y que abre la pregunta que delinea la trama: ¿qué debe hacer para darle una buena vida a Sam?
Con su ópera prima, Kent ha logrado mesurarse en un género plagado de convenciones. Desde una construcción fantasiosa se adentra a una pesadilla cotidiana bastante sombría que es más real y lúgubre que la de las entidades malignas sobrenaturales que plagan al terror tradicional. Kent evidencia a la muerte como lo Real que somos incapaces de confrontar en tanto que no logramos integrarlo al horizonte de sentido y que entonces cobra vida bajo el aspecto de fantasmas. Como ha mencionado Žižek, «lo Real está del lado de los fantasmas».