16 de agosto de 2017

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27/09/2024

Música

Dorantes, Scarlatti y el flamenco

El compositor y pianista español estrenó ‘Scarlattianas’ en la XXIII Bienal de Flamenco; Eduardo Suárez Fernández-Miranda conversó con él

Eduardo Suárez Fernández-Miranda | lunes, 23 de septiembre de 2024

Dorantes durante la interpretación de ‘Scarlattianas. Tributo a Domenico Scarlatti’ en la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla. Fotografía: Laura León

Qué mejor escenario que la iglesia San Luis de los Franceses, esa joya barroca sevillana, para escuchar el nuevo trabajo de Dorantes. El compositor y pianista flamenco estrenó el 22 de septiembre Scarlattianas en dos conciertos dentro de la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla. Dorantes ha sido pionero en incorporar el piano al flamenco; para ello ha creado un idioma propio, que ha “germinado en una auténtica revolución en la concepción de la música flamenca”. Su obra “está repleta de mucha historia, recreación musical, de mucha composición y plena de un discurso veraz, auténtico y con la sabiduría de una sangre bañada por el arte”. 

Scarlattianas es un homenaje a Domenico Scarlatti. ¿Qué le atrajo del compositor italiano para crear una obra inspirada en él?

Es muy curioso que Scarlatti quedara tremendamente influenciado por la música de los gitanos durante su estancia en Sevilla (de 1729 al 1733). Esta admiración por el flamenco lo llevó a explorar los recursos tímbricos del clave como ningún otro compositor hasta ese momento; creó un estilo único, innovador y ciertamente extraño para la época. Scarlatti se acercó al flamenco y lo llevó a la corte, y ahora me apetecía embarcar parte de su legado en el camino inverso: el de ser interpretado cinco siglos después al clave por un pianista flamenco y yuxtaponer sus sonatas desde el flamenco, en creaciones de este siglo.

¿Qué tiene el flamenco para que pueda integrarse o fusionarse con la música clásica o el jazz?

A mí no me gusta hablar de fusión, más bien de enriquecimiento. Quiero decir con esto que el flamenco puede dialogar con otras culturas, con otros momentos históricos, porque es una música viva y de raíz. Está abierta a nuevas influencias porque tiene tanta fuerza y tanta identidad que no se pierde en el camino cuando dialoga con otras formas. Yo no pienso que haya que inventar. No me gustan los experimentos ni las fusiones. Nunca he pensado: “¿Qué puedo unir para que suene distinto?”, mi proceso es diferente. Lo primero que surge en mí es la necesidad de expresar algo, de contar algo. Después viene el escoger, de la paleta de colores, los que más me ayuden a expresar mi sentimiento de la forma más fiel a mi corazón y mi cabeza.

Dorantes

Dorantes retratado por Javier Cano

Lo novedoso de este concierto está en uno de los instrumentos que ha elegido: el clavicémbalo. ¿Qué aporta este instrumento al universo sonoro del flamenco, con respecto al piano?

¡Es maravilloso! Es muy difícil describirlo, hay que escucharlo. Es como un flamenco muy antiguo, muy primitivo, parte laúd, parte guitarra, parte piano… Una locura. Estoy disfrutando como un niño de esta nueva sonoridad y de lo que puedo hacer con ella.

Se cumplen 25 años de la publicación de Orobroy, su primer álbum. ¿Qué supuso para el flamenco, desde su punto de vista, este trabajo? 

Creo que fue una apertura conceptual. Hasta este álbum el piano no había tomado su lugar como instrumento solista en el flamenco, sólo como acompañante. Orobroy vino a decir que el piano es tan flamenco como la guitarra y que no tiene que imitarla, que puede conservar su identidad instrumental. Durante muchos años estuve estructurando ese lenguaje, la forma en la que el piano, sin perder su autonomía, podía expresase de forma flamenca.

“Creo que mi trabajo ha creado un camino, que al día de hoy ha consolidado a este instrumento en el mundo del flamenco”: Dorantes.

Creo que mi trabajo ha creado un camino, que al día de hoy ha consolidado a este instrumento en el mundo del flamenco. Recuerdo a mi abuelo Bernardo decir en las fiestas que la guitarra no dejaba cantar a gusto, que como los nudillos no había nada. Luego la guitarra se hizo grande y todo era guitarra… Así que me halaga muchísimo, de verdad, que ahora el piano esté en el lugar en el que está. Siempre digo que se debe conocer bien el flamenco primero, y sentir en el alma esta música, para que el lenguaje del instrumento sea creíble y el discurso sea veraz.

Orobroy se estrenó en el Festival de Arte Flamenco de Mont-de-Marsan, en Francia. ¿Cómo se percibe el flamenco fuera de España? 

En Francia aman tanto el flamenco como en España, os lo aseguro. Mi primera participación en el festival fue en 1996, ambos éramos muy jóvenes: yo con 17 años y el festival con nueve años. Me da la sensación de que he crecido con él. Mi familia entera ha pasado por este festival, he conocido a todos sus directores artísticos y hemos vivido momentos inolvidables con sus fundadores dentro y fuera del festival, en España y en Francia… Amar el flamenco es el secreto de Mont-de-Marsan. Ahí tuve la primera oportunidad de mostrar mi forma de componer flamenco al piano al público francés, me ofreció además uno de mis primeros escenarios y se produjo el estreno de mi primer espectáculo en solitario, Ventanales.

Usted pertenece a una estirpe gitana de flamencos andaluces. Su tío es El Lebrijano y su abuela La Perrata. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos? En las familias gitanas ¿se sigue viviendo el flamenco como en la época de su abuela?

Mi familia es mi escuela del alma, donde aprendí mi idioma nativo. Luego aprendí un segundo idioma, en el conservatorio, del que me nutro para lo que me interesa en mi música. Nací en Lebrija, una campiña soleada, tranquila, de tiempo lento, que nos permitía a los niños regocijarnos en nuestra niñez, palpar la tierra, observar, experimentar y soñar. Imaginar todo sin nada, crear. 

En mi casa el flamenco inundaba toda nuestra vida, y cuando digo toda es toda, créeme. El compás es algo tan importante que mi padre nos educaba en el ritmo de la vida, al hablar, la coherencia del estar en reunión sin desafinar, la tolerancia y el respeto al de al lado para que la música de la vida fluya siempre cómoda y bella. Recuerdo que ya siendo niño entendía que ese “ritmo” era algo tan importante que siempre intentaba no romper.

“El compás es algo tan importante que mi padre nos educaba en el ritmo de la vida, al hablar, la coherencia del estar en reunión sin desafinar”: Dorantes.

Mi familia me aportó tantas noches tras la silla “del mayor” escuchando cómo la comunicación entre mi gente se realizaba a través de la música, cómo lloraban o reían comulgando todos a una, ante lo que podía parecer –a la mirada de un espectador– un momento festero, pero que era un reencuentro con nuestra propia alma. Desde pequeño aprendí que la improvisación es parte fundamental –al menos en mis vivencias– y el acompañamiento al cante favorecía el desarrollo improvisatorio, ya que al estar siempre el guitarrista al servicio de un cantaor (que en cualquier momento cambia las melodías, la duración, el orden de los cantes…) teníamos que desarrollar la habilidad de poder dar lógica y belleza al tema en el momento. 

Ahora las formas de reunirse han cambiado un poco, pero se sigue manteniendo lo más importante: el respeto y el amor a esta forma de comunicación, a nuestra cultura.

El flamenco de Dorantes ha pasado de la guitarra al piano; estudió en el Conservatorio Superior de Música de Sevilla. ¿Qué motivó ese cambio de instrumento?

Una tarde, en un viejo piano bajo la escalera de mi abuela La Perrata, levanté la tapa, miré ese teclado inmenso, desconocido y comencé a pulsar tímidamente las notas. No sabía tocar, nada, pero ese sonido me llamó muchísimo la atención, me encantó y cada vez que llegaba a la casa de mi abuela no podía evitar ir corriendo a ese piano y seguir sorprendiéndome con esa amplia escalera bicolor que emitía esos sonidos tan dulces.

“El piano aporta al flamenco un abanico sonoro impresionante, unas posibilidades armónicas maravillosas, y abre un camino de desarrollo a ésta, nuestra música”: Dorantes.

Crecí y comencé a estudiar música y guitarra con mi padre. Y él, casualmente, en lugar de volver un día con una tabla para endurecer su colchón apareció con una pianola del 1900 que encontró medio escondida entre maderas del carpintero al que acudió para hacerle el encargo. No pudo resistirse y desde aquel día tampoco yo pude resistirme. Pasaba horas y horas tocando, sin profesor, sin mentor, frente a un instrumento al que yo no podía aportar aún nada pero que a mí me aportaba tanto… Recurrí a él para encontrarme conmigo mismo.

¿Es difícil sacarle sonido flamenco a un instrumento como el piano? Háblenos un poco del proceso de composición.

Todo ha sido paso a paso. No ha sido fácil. Y no me refiero a conseguir la técnica para hacerlo sonar flamenco (que me ha costado mis años también) sino a encontrar como podía hacer que este instrumento hablara de mí y cómo hacer que este instrumento en mi casa se sumara naturalmente a nuestra comunicación. Eso sí, sin imitar a lo que ya estaba, la guitarra, sino con toda su amplitud, con todas sus posibilidades y respetando su voz propia. Con estas premisas el piano aporta al flamenco un abanico sonoro impresionante, unas posibilidades armónicas maravillosas, y abre un camino de desarrollo a ésta, nuestra música, que rompe fronteras y limitaciones propias de otros instrumentos.

¿En qué otros lugares vamos a poder disfrutar del piano de Dorantes?

El siguiente concierto será el 22 de noviembre en el Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera.

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