09/01/2025
Diseño
La mirada clara
Leonard Beard ha creado ilustraciones singulares para libros y publicaciones europeos; Eduardo Suárez Fernández-Miranda conversó con él
Leonard Beard (Coventry, 1962; vive en Cataluña) es uno de los más destacados ilustradores de la actualidad. Sus creaciones “mezclan misterio, ironía y un cierto ambiente de desolación”. Los carteles, libros, revistas y artículos de opinión en los que ha trabajado llevan su sello inconfundible. Editoriales como Quaderns Crema, Acantilado o Blackie Books cuentan con sus diseños. Se inició muy joven en la pintura, llegando a alcanzar un gran reconocimiento. Ha expuesto su obra, de forma individual y colectiva, en España, Estados Unidos, Italia o Japón. Conversamos con él sobre su obra como pintor y dibujante.
“Estar capacitado para traducir las costumbres, las ideas, el aspecto de mi época, según mi apreciación; ser no solo un pintor, sino también un hombre; en una palabra, hacer arte vivo, tal es mi objetivo”. Estas palabras de Gustave Courbet se incluyeron en el catálogo de la exposición que se celebró en las Salas Municipales de la Rambla de Gerona, en 1990. Han pasado más de tres décadas. Como pintor ¿sigue compartiendo las reflexiones del artista francés?
Creo que lo que me gustó de este pensamiento de Courbet es que habla de “arte vivo” como una actividad que se puede ejercer desde muchos ámbitos, no solo pintando y exponiendo en una galería. En mi caso, por ejemplo, he estado inmerso en la actividad de ilustrador de prensa durante más de 20 años y esto me ha dado la oportunidad de conectar con mi época, reflejar opiniones sobre la actualidad y usar esta ventanita para “hacer arte”.
¿Cómo surgió su interés por la pintura?
El dibujo y posteriormente la pintura representó para mí ya de niño un espacio privado de reflexión y aprendizaje. De algún modo operaba como una especie de refugio.
Desde muy joven su obra se expuso en muestras colectivas, como la de La Sala del Cel, en la que coincidió con Pep Camps, Chago Medina o Mari Oliveras. ¿Qué recuerda de aquella época y de su relación con otros artistas?
En los primeros ochenta conocí a Pep Camps y a través de su padre, que tenía una tienda de marcos en Salt, conecté con la realidad artística de Gerona. Para mí, que venía de pintar pequeños lienzos al óleo en el comedor del piso de mis padres, supuso un salto a un mundo maravilloso donde el arte y los artistas eran reales y accesibles. Esto, junto con una estancia de un par de meses en Berlín el verano de 1981, lo considero mi universidad.
Se ha dicho que “[Leonard Beard] está inscrito en las corrientes hiperrealistas, pero menos irónico y mucho más poético. Su obra está muy preocupada por la composición y por captar planos de la percepción ocultos”. ¿Comparte esa visión acerca de su obra?
Siempre he huido de encasillamientos, escuelas o tendencias. Y la razón principal es que uno debe sentirse lo suficientemente libre como para romper y saltar adelante. Mis galeristas no entendieron en un momento que mi obra conectara con cierto mercado del arte, que yo necesitara seguir creciendo y buscar mi camino.
Creo que el interés hacia una pintura o una fotografía proviene de la composición. Sin composición no hay mensaje. Es el esqueleto. A partir de ahí todo es posible. Mi obra actual se podría comparar a cierta música de jazz, fresca, luminosa, expansiva. Con un sonido limpio, diáfano. Sin partitura, solo improvisación y riesgo.
“Sin composición no hay mensaje. Es el esqueleto. A partir de ahí todo es posible. Mi obra actual se podría comparar a cierta música de jazz, fresca, luminosa, expansiva. Con un sonido limpio, diáfano. Sin partitura, solo improvisación y riesgo”: Leonard Beard.
Alterna la pintura y la ilustración. En ocasiones sus obras pictóricas, muy depuradas y de trazo muy nítido, se asemejan a sus ilustraciones. ¿Puede resultar difusa, en esos casos, la línea que separa su trabajo como ilustrador del Leonard Beard pintor?
Considero la ilustración como una escuela de expresión y conocimiento que ha viajado paralela a la pintura. Ilustrar ha supuesto una labor de limpieza y depuración expresiva a través de los años difícil de acometer únicamente desde la actividad pictórica.
Ha colaborado con The Guardian, Vanity Fair Italia o El Periódico de Catalunya. ¿Difiere mucho la forma de trabajar con cada uno de estos medios de comunicación?
Básicamente se trata de poner tu “voz gráfica” en un contexto. Entender ese contexto y cuál debe ser tu aportación es lo más importante. Eso funciona para cualquier publicación.
Ilustra algunas de las portadas de Blackie Books, Amsterdam o Quaderns Crema. Libros de Francesc Trabal, Sergi Pàmies, Robert Coover o Sławomir Mrożek llevan su firma. ¿Cómo se plantea el diseño de una portada?
Como en las ilustraciones de artículos. Una mirada lo más clara posible, no traicionar el sentido del texto, libro, etc. Aportar dignidad y aplomo aliñado con algunas gotitas de poesía…
La ilustración de una portada de libro o de un artículo periodístico, ¿es similar o se tienen en cuenta aspectos diferentes?
Hay que entender que un libro es un objeto. Y que tu ilustración es parte (importante) de un engranaje donde está el diseño de la colección, la tipografía y la mano del diseñador, etc. Como dije antes, es importante no traicionar el sentido del libro, aunque la imagen debe ser atractiva y en cierto modo actuar de anzuelo visual. En la ilustración de un artículo lo importante es atraer la mirada del lector y convencerlo para que se sumerja en el texto.
“Hay que entender que un libro es un objeto. Y que tu ilustración es parte (importante) de un engranaje donde está el diseño de la colección, la tipografía y la mano del diseñador, etc. Como dije antes, es importante no traicionar el sentido del libro”: Leonard Beard.
¿Puede hablarnos un poco de su trabajo en la edición de la novela L’illa del tresor (Quaderns Crema, 2001)? ¿Fue una propuesta suya o del editor Jaume Vallcorba?
Fue una propuesta de Jaume, que yo acepté encantado, claro. Pensé que no tenía sentido hacer un tour de force con las míticas ediciones ilustradas que conocemos, la magnífica de Junceda sin ir más lejos, donde primaban la profusión de detalles e información gráfica de todo tipo, navales, botánicas, los atuendos y vestimentas, las expresiones faciales… Así que ofrecí una mirada más interiorizada y esencial. Contenida, diría yo. Ofreciendo espacio al lector para que completara su visión. Hoy en día todo el mundo sabe cómo es una selva o ha visto barcos de la época en películas de piratas, etc. Sencillamente intenté abrir una ventanita distinta.
América Sánchez, Perico Pastor o Quim Monzó son algunos de los ilustradores afincados en Cataluña. ¿Qué le parece su obra gráfica?
América Sánchez es una grafista de referencia que ha hecho escuela; aportó una mirada muy fresca y nos educó visualmente. Perico es un gran artista que ha sabido cruzar el virtuosismo de la pincelada oriental con la calidez y la sensualidad mediterráneas. Poca gente conoce la faceta gráfica que Quim Monzó esconde tras su literatura. Me siento muy identificado con sus imágenes porque suelen ser a la vez simples y con mucha fuerza, de una gráfica muy potente.
Para finalizar me gustaría que nos contara en qué nuevo proyecto está trabajando.
Suelo estar en mil cosas. Siempre dibujando, pintando. Empecé este verano haciendo esculturas y parece que abrí la caja de los truenos de la cantidad de cosas que van saliendo. En otro orden de cosas estoy preparando un álbum de viñetas sin texto, en la que cada página es un pequeño relato. Es un proyecto personal que ya veremos si verá la luz, como tantos otros…