Acusada (2018) sigue la historia de una joven estudiante acusada del brutal asesinato de su mejor amiga, caso que es difundido hasta el cansancio por los medios. Acorralada por la evidencia, la chica se enfrenta a sus propias dudas sobre lo que realmente ocurrió. El filme argentino, de reciente estreno en México, es dirigido por Gonzalo Tobal. Aquí, una charla con el realizador.
El argumento de Acusada se parece a varias historias reales de asesinatos. ¿De dónde surgió la idea para realizar esta película?
El filme ha sido vinculado con varios casos, por ejemplo el de Amanda Knox. Gente de varios lugares a los que he ido me ha mencionado casos similares. Eso permite universalizar la historia, que responde a un arquetipo. La película no habla de ningún caso en específico, es una ficción, un disparador para hablar de la ambigüedad, de la empatía, de la verdad, etc.
La película, por otro lado, responde a una tradición criminal tanto literaria como fílmica ¿Cómo dialoga Acusada con ésta?
El filme está inspirado en la fascinación que producen esos casos, que seguimos a través de los medios de comunicación como si fueran ficciones. En Argentina se han hecho muy populares las series y los reality shows que tratan este tipo de historias. La película, que describo como la cruza entre un policial y un drama familiar, surge de la extrañeza que me genera ese fenómeno. La historia se sitúa en el backstage de lo que normalmente vemos en la tele, nos permite entrar en la casa de una familia que atraviesa por una experiencia particular.
«Las cosas que nos despiertan el morbo normalmente pertenecen al orden de lo oscuro, de lo prohibido, de aquello en lo que nos da miedo estar envueltos y, sin embargo, nos fascinan, por eso estas historias son un terreno fértil para las artes»
¿Qué dice de nosotros el interés que manifestamos por este tipo de historias?
Son sentimientos complejos y en general difíciles de explicar y de reducir. La sensación que me genera es doble: al mismo tiempo que observo el fenómeno, también me atrapan esos crímenes. Las cosas que nos despiertan el morbo normalmente pertenecen al orden de lo oscuro, de lo prohibido, de aquello en lo que nos da miedo estar envueltos y, sin embargo, nos fascinan, por eso estas historias son un terreno fértil para las artes. El cine es un vehículo para vivir ese tipo de experiencias que en la vida real son muy complicadas.
Es lo que decía Hitchcock, que a la gente le gusta vivir emociones fuertes en la comodidad de una butaca.
Es más seguro. Si uno pudiera vivir esas aventuras en la vida propia sería envidiable. O no. Entiendo que Hitchcock era un tanto miedoso. Comparto la sensación. Hay algo que despierta la curiosidad, el morbo y que nos lleva a preguntarnos ¿qué haría yo en su lugar?, ¿qué pasaría? Esos cuestionamientos abren diversos dilemas morales. Por ejemplo el de los padres en Acusada. Como espectador te cuestionas qué estarías dispuesto a hacer por un hijo.
Hay algo interesante en la película, la ambigüedad del personaje principal. Evitaste crear un monstruo. ¿En qué consistió esa labor?
El trabajo es no crear monstruos, porque si uno opera de esa forma está partiendo del prejuicio. El personaje principal, que interpreta Lali Espósito, puede hacer dos cosas casi opuestas, depende cómo se le vea. Puede ser una asesina manipuladora que está engañado a todo el mundo o la víctima de una injusticia. Eso nos coloca en una posición difícil de empatizar. Buena parte del trabajo consistió en hacer un personaje empático, pero permitiendo que el espectador se cuestione lo que ve. Eso nos lleva a pensar que un asesino tiene características con las que uno se puede vincular. Es una posición incómoda. ¿Cuántos asesinos hay en las películas con los que nos hemos sentido cerca? En ese sentido el cine es diferente al periodismo, que rápidamente ubica las cosas en un lugar; el cine permite acercarse a otros lugares, presentar otras perspectivas.
¿Te has sentido identificado con algún asesino ficticio?
Eso pasa todo el tiempo y por suerte. También hay algo de eso en la película. En el cine no nos identificamos con los buenos, menos en épocas recientes. Los que más nos atrae son los personajes con una moral compleja. La vida misma es así, es imposible reducir las cosas a bien o mal.
Acusada me hace pensar en cómo todos nos hemos convertido en personas públicas debido a las redes sociales. Creemos saber todo o casi todo de la gente, pero al final sabemos poco, nada nos asegura la verdad.
Todo el mundo en algún punto se ha vuelto público y, también, periodista, gente que hacer circular información, no hace falta tener una cadena de televisión para divulgar algo de forma masiva. Todo ello genera algo nuevo que todavía no sabemos manejar, que sucede muy rápido, y que pone en crisis cualquier idea de verdad que solíamos tener, a la que nos aferramos. En buena medida la película también habla de eso.