16 de agosto de 2017

La Tempestad

También las artes cambian al mundo

25/04/2025

Artes visuales

Es un memorial es una selfie es un imán

En un nuevo aniversario del bombardeo de Guernica, la obra que le dedicó Picasso, leemos en esta crónica, adquiere significados paradójicos

Enrique Navarro | jueves, 24 de abril de 2025

El ‘Guernica’ y los turistas en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Fotografía: Enrique Navarro

Las guardianas de sala renuncian a las sillas. A cada intento de sentarse corresponde un nuevo turista que sobrepasa la cuerda de protección. Y lejos de la figura invisible –casi fantasmal– del resto de los salones, las custodias del Guernica de Pablo Picasso se apersonan entonces como pretorianas y piden una y otra vez, con voz alta y firme, que se respete el límite. 

El trabajo nunca termina. En 2023, después de décadas, se levantó la prohibición de fotografiar el cuadro de Picasso sobre el bombardeo a la comunidad vasca de Guernica por parte de la Legión Cóndor de Alemania en alianza con los franquistas. El 26 de abril de 1937 era día de mercado y las bombas fueron dirigidas a los puestos, a las casas, a la gente, y no a la fábrica de armas ni a la Casa de Juntas, donde se toma toda decisión política para la Vizcaya del País Vasco español. Unas dos mil personas asesinadas y 85 por ciento de las viviendas destruidas. Los nazis y los golpistas querían inducir el terror.

Fue eso, el horror, lo que Picasso retrató en su toro, en su caballo herido, en el pájaro alado, el soldado muerto y las figuras humanas que se desarman. El desgarro de una madre que llora a su hijo en brazos, sin vida. Esa escena grisácea en el lienzo es la que más visitantes atrae al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, que en 2024 recibió un millón 537 mil 105 personas en su sede principal, según la institución.

Durante décadas nadie podía tomar fotografías en la sala (llamada 205.10). Mick Jagger desató la polémica en 2022 por compartir un retrato con el cuadro de fondo. Según la agencia de noticias Europa Press, en el museo se dijo que el permiso se había dado un martes, día de cierre, y que la prohibición al resto del público obedecía a una política de “calidad de la visita”, que pretendía evitar aglomeraciones como la que ahora enfrentan las guardianas de sala.

Guernica

En 2023 se levantó la prohibición de fotografiar el cuadro de Picasso. Fotografía: Enrique Navarro

A señas, una de las guardias le pide a un visitante asiático que guarde el selfie stick, y el chico –que sin temor al cliché turístico usa pantalones cortos, gorra, cámara al pecho y playera del Real Madrid– accede con una sonrisa cuando por fin logra entenderla. Dispositivos de estabilización, palos para selfies, trípodes y flashes aún permanecen prohibidos desde el 1 de septiembre de 2023, cuando el director del museo, Manuel Segade, permitió las fotos dentro de la sala. 

La gente se concentra al centro del cuadro y levanta los celulares para probar con una foto que sí, ahí estuvieron. Los bocetos trabajados por Picasso y expuestos alrededor de la sala no llaman tanto la atención, como tampoco los documentos con los que el gobierno republicano encargó la obra para el Pabellón Español en la Exposición Internacional de París de 1937.

La gente se concentra al centro del cuadro y levanta los celulares para probar con una foto que sí, ahí estuvieron. Los bocetos trabajados por Picasso y expuestos alrededor de la sala no llaman tanto la atención.

Frente al cuadro se arman parejas y grupos de tres o cuatro personas para hacer una selfie mientras la mayoría busca un espacio desde el cual admirar, esquivando las pantallas, la magnitud de la obra, sus distintas perspectivas y su carga de significado. La segunda guardia pide a una chica que esa pose en la que extiende la palma de la mano a la altura del cuadro, como si lo sostuviera, la haga medio metro más allá de la cuerda.

“¿Cómo les va ahora que se permiten fotos?”, se le pregunta a una de las guardianas. “Uh, chico, que es una larga historia. Pero, al final, yo solo soy una mandada, hago lo que me mandan, aunque a mí no me gusta que le tomen fotos porque me parece que la pintura se desgasta. Pero vamos, que no sé”. Y se termina la conversación porque de nuevo hay que llamar la atención a un turista.

Guernica

Mural cerámico que reproduce el Guernica, en Guernica, País Vasco español. Fotografía: Enrique Navarro

El Guernica a Gernika

Antes de ser montado en el Reina Sofía como destino final, en 1992 el Guernica de Picasso recorrió once países y 41 exposiciones. La población de Gernika-Lumo (en vasco), a media hora de Bilbao, pide que la obra se exhiba ahí, permanentemente, como homenaje a las víctimas. Pero nunca llegó al pueblo donde sucedió la masacre, y en su lugar se elaboró una representación en cerámica con las mismas dimensiones de la pieza original –7.75 metros de ancho por 3.50 metros de alto. La leyenda bajo el mural lo exige en euskera: “Guernica” Gernikara significa “El Guernica a Gernika”.

Este pueblo recibió la saña del ataque nazi a manera de experimento de guerra, aquí se ensayó la táctica que usarían a lo largo de la Segunda Guerra Mundial: atacar indiscriminadamente a la población civil.

Este pueblo recibió la saña del ataque nazi a manera de experimento de guerra, aquí se ensayó la táctica que usarían a lo largo de la Segunda Guerra Mundial: atacar indiscriminadamente a la población civil. Esta ciudad sin defensas aéreas “fue destruida en tres horas de incesante bombardeo”, ha dicho el historiador británico Paul Preston según un artículo de El País

El guía que acompaña a La Tempestad por Guernica, historiador también, es escéptico de las cifras oficiales. Entre mil 600 y dos mil víctimas le resultan pocas para un bombardeo de 59 aviones durante 180 minutos en un mercado que, según La Vanguardia, entonces podía albergar hasta doce mil personas. En una región tan política como ésta es normal que todo se cuestione, incluso el Guernica de Picasso. En otro recorrido por el pueblo una nueva guía comparte su recelo sobre el pintor y su trabajo. Para ella el artista habría entregado una obra a concesión sin haberse involucrado con el pueblo vasco.

Guernica

Explanada del Museo de la Paz, en Guernica. Fotografía: Enrique Navarro

Lo que no se pone en duda es que Guernica es sinónimo de memoria y como muestra está el mural de cerámica. La gente coloca ofrendas, flores blancas, velas y banderas palestinas para exigir que termine el genocidio encabezado por Benjamín Netanyahu. En varios negocios puede verse a la mujer con el niño en brazos sobrepuesta a la bandera palestina, y a solo tres cuadras del monumento está el Museo de la Paz de Guernica, visitado por unas 60 mil personas al año. La Casa de Juntas está decorada con obras de arte relativas al bombardeo y el Guernica de Picasso aparece en todos lados. 

Contrasta, sí, con el uso que se le da en Madrid, donde reproducciones de la pintura son coloreadas a discreción y puestas a la venta como carteles, llaveros o imanes que van de cuatro a 20 euros en los puestos de la calle. Fuera del Reina Sofía e incluso del Museo del Prado, el toro, el caballo y las víctimas se pintan de rojo, amarillo y verde. Pero poco importa. Como memorial, selfie o imán, el Guernica siempre ha representado un anhelo de paz.

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