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Literatura

Fragmentos de lenguaje

“Parece que la literatura está en picada, pero como escribió alguna vez André Gide, un escritor siempre tiene que ir a contracorriente”, dice en esta entrevista Guillermo Fadanelli, Premio Mazatlán de Literatura 2019

Gerardo Grande | martes, 19 de marzo de 2019

Guillermo Fadanelli © Rogelio Cuéllar

En febrero Guillermo Fadanelli ganó el Premio Mazatlán de Literatura 2019, reconocimiento al conjunto de su obra, que consta de novelas, ensayos, cuentos y aforismos. “Los libros no surgen a partir de un momento determinado ni a causa de ningún apoyo económico, los libros van sedimentándose a lo largo de una vida y en determinado momento requieren ser divulgados y publicados”, dice el autor de Meditaciones desde el subsuelo (Almadía, 2017), ensayo que no ha perdido vigencia al preguntarse qué sentido tiene escribir en el mundo contemporáneo.

Meditaciones desde el subsuelo es la suma o la consecuencia de mi vivencia urbana y cotidiana, del sufrimiento individual y de mis reflexiones y lecturas. Las preguntas no se responden a través de los libros, las preguntas se plantean en los libros y la finalidad de escribir este libro fue esa: construir la pregunta adecuada que dice o que intenta responder para qué sirve hoy en día la literatura. Esa es la finalidad del ensayo, no responder, sino construir la pregunta”, considera el autor.

En Meditaciones desde el subsuelo Fadanelli se enfrenta a la liquidez de la vida moderna. ¿Dónde queda la libertad de pensar por sí mismo en el presente? “Uno se gana el derecho a la libertad desde la individualidad; la libertad tiene que ver con la meditación y la reflexión; la libertad es una construcción de límites que nos hace mejores individuos, creo que sin ella no podríamos vivir, formaríamos parte de un rebaño o de una red sin orientación alguna, seríamos parte de un cardumen que cambia de dirección sin ningún tipo de justificación. La reacción inmediata, la ausencia de interpretación, la imposibilidad de vivir una vida propia, todo eso nos lleva a construir un mundo cuya rapidez es enajenante y agobiante, por eso creo que la escritura de novelas, de ensayos o el arte mismo establecen una pausa a esa velocidad acrítica, a esa locura  productiva que caracteriza a lo que hoy llaman globalización. Yo siempre me pregunto si la globalización es un humanismo o simplemente es una transacción universal entre comerciantes y empresarios. ¿Quién nos impone el ritmo, el consumo o la consciencia de una vida propia e individual? Todo camina tan rápido que no nos damos tiempo para el sosiego, para la autocrítica y el conocimiento de uno mismo. Todo camina sin nuestra autoridad, sin nuestro permiso, somos una especie de rehenes de la comunicación”.

En Meditaciones desde el subsuelo se invita al lector a cuestionarse su realidad y el ambiente en el que está inmerso, dominado por la inmediatez. “Hoy la comunicación es fundamentalmente ruido, nadie se comunica en verdad, porque no hay un pensamiento ni una particularidad individual que nos proponga que existen seres diferentes a nosotros; formamos parte de un mismo paquete. ¿Pueden hacerse preguntas los desmemoriados?, ¿pueden reflexionar, votar y decidir quienes han renunciado a la lectura, al conocimiento de la historia, a la tradición, pero sobre todo a vivir una vida propia? Es una época engañosa, en apariencia hedonista, pero en el fondo es trágica y autoritaria. Como Humberto Eco y otros sociólogos italianos lo establecieron desde hace muchos años, vivimos en una nueva Edad Media, una población con feudos, castillos, guerreros armados y caballeros andantes; rodeados por una masa que es manipulada por los grandes poderes, por las grandes empresas y los monopolios. Es desesperanzador el panorama y sin embargo, como en la Edad Media, donde se hicieron tantas traducciones del griego y del latín y se conservaron tantos libros que provenían de la antigua Grecia, creo que en esta época habrá también minorías, grupos de artistas, porciones de la juventud y también de la madurez, personas y asociaciones que logren mantener viva la voz de la crítica, de la rebeldía, para construir caminos de supervivencia”, argumenta el autor.

¿Qué puede hacer la literatura si es que algo puede hacer? “La literatura sólo puede crear mundos alternativos o mentiras verdaderas“a partir de las cuales tú puedas reconocer el mundo en que vives y establezcas límites entre la realidad y la ficción”, dice Fadanelli, “conocemos la historia de Francia del siglo XIX gracias a Flaubert, Zolá y Stendahl, por ejemplo”.

Para Fadanelli la imaginación literaria juega un papel fundamental. “No hay buena política sin imaginación, no hay progreso ni bienestar civil sin imaginación y crítica, la literatura te hace más agudo y crítico, te despierta, te propone alternativas. Si abandonas la lectura, abandonas la gimnasia del lenguaje, no sabes cómo responder a los criminales, a los malos políticos, a aquellos que te hacen más pesada la vida. La literatura es estimulante para la rebeldía y útil para la lucha perpetua contra los tiranos, contra quienes quieren guiarnos en contra de nuestras propias decisiones. Parece que la literatura está en picada pero como escribió alguna vez André Gide, un escritor siempre tiene que ir a contracorriente”.

En los libros de ensayos del escritor mexicano El idealista y el perro, Elogio de la vagancia o Meditaciones desde el subsuelo parecen estar construidos como novelas. “Son tentativas en pos de la libertad para desquebrajar la idea del género”, admite Fadanelli. “En un ensayo puede aparecer una pequeña autobiografía, un mensaje cifrado, una información científica y al mismo tiempo personajes ficticios. El ensayo también es una novela donde los conceptos son los personajes, donde las ideas toman el papel dramático; si se lee un ensayo sin la intención pedagógica o de exigirle verdades, entonces creo que cumplirá su cometido. No hay géneros fuertes en la literatura; la relación entre ensayo y novela es muy estrecha. Cuando lees a Enrique Vila Matas o Franz Kafka, te encuentras en un terreno que ya no puede ser definido como novela y tampoco como ensayo”.

¿Y en este desquebrajamiento de la idea del género dónde queda la poesía? ¿Es algo que le interesa escribir a Fadanelli? “Durante mucho tiempo la poesía ha sido el género literario por excelencia, sin embargo, creo que la poesía es también una narrativa y lo que la hace distinta al resto de los géneros es la tradición trascendental, ontológica y casi religiosa que se han adjudicado. Soy un lector de poesía de toda mi vida. Alguna vez obtuve el segundo lugar del premio Elías Nandino, en 1988, con Aquí se construirá un moderno edificio. La poesía es un fragmento de un lenguaje infinito, que nunca podremos poblar ni representar ni comprender, nos aproximamos a él. Ahora bien, ha sido a través de la poesía cómo hemos alcanzado los límites más lejanos, más complejos y trascendentales escritos desde el lenguaje, pero hoy prefiero que seamos más humildes y pensar que todo género es solamente un fragmento de un lenguaje infinito que seguiremos alimentando, repitiendo y a partir del cual construiremos”.


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