21/11/2024
Artes visuales
Abandonar la indiferencia
‘Helen Escobedo: Ambientes totales’, en el museo MARCO de Monterrey, presenta a la artista como pionera de la instalación en México
La exposición Helen Escobedo: Ambientes totales, en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO), es una oportunidad para revalorar la obra de la artista desde nuevas perspectivas y repensar el espacio del museo a la vez como institución y detonador de reflexiones. Helen Escobedo (Ciudad de México, 1934-2010) formó parte de una generación que rechazó los medios tradicionales y cambió drásticamente las tendencias y el acomodo de poderes en las políticas culturales nacionales. Este contexto determinó la manera en que la artista entendió las funciones sociales del espacio.
El objetivo de la muestra es presentar a Escobedo como pionera de la instalación en México. Para conseguirlo, el equipo curatorial –conformado por Lucía Sanromán, directora del Laboratorio de Arte Alameda, y Paloma Gómez Puente, curadora asistente– realizó una extensa búsqueda de información, revisó archivos y visitó locaciones originales, lo que le permitió recrear algunas de las instalaciones más icónicas de la artista en el MARCO, atendiendo sus necesidades e intereses originales.
El espacio del museo se convierte aquí en un contenedor de obras vivas: las piezas de Ambientes totales son en realidad una colección de proyectos inconclusos o, mejor dicho, en potencia. Lo confirma un total de 108 obras entre dibujos, maquetas, esculturas, instalaciones y collages. Destaca en la primera sección Pasaje blanco (Corredor blanco) (1969), un túnel con un espejo al final en donde el espectador se reconoce parte de él. Una serie de maquetas, dibujos y bocetos acompañan el recorrido, que dibuja una reflexión sobre la escultura pública y el espacio.
Entre las maquetas sobresalen Elegía negra (1979-2009) y Puertas entrelazadas (1979), realizadas con metal o aluminio laqueado; también se presentan algunos esquemas que, por una parte, ilustran el proceso de pensamiento de Escobedo para imaginar su hechura y, por otra, dejan entrever cómo las visualizaba en el espacio público. Es el caso del dibujo Desarrollo de un módulo (1979-2009), que acompaña Puerta triple, de los mismos años. Es evidente el salto: de la obra representacional pasa a la creación de ambientes o espacios para sus figuras, donde se concentra solamente en paneles de escultura ambiental.
En esta misma sala se montaron algunos collages de la serie Urbe (1978), que ejemplifican las ideas de la artista sobre la transparencia y el contexto. El concepto de transparencia surgió en el proceso de construcción de Puertas al viento (1968), que forma parte de la Ruta de la Amistad. Helen Escobedo mencionó en algunas entrevistas que mientras la escultura se edificaba la fascinó el lenguaje sutil y la precisión de las barras de refuerzo de metal, como si se tratara de una imagen brumosa de su propuesta original. Encontró entonces la manera de brindar a sus obras un carácter originario que permite observar tanto el alma de las obras como el espacio-territorio que habitan. En los collages mencionados Escobedo colocó dos cubos transparentes frente a un paisaje para crear la ilusión de que están sobrepuestos, como puertas o ventanas que conducen de un mundo a otro.
Después de mirar estos trabajos la lectura de la exposición cambia por completo. Aunque la confección de las maquetas nos haga pensar en un proceso terminado, la posibilidad de imaginarlas en espacios públicos abiertos y en diálogo con el ambiente crea la sensación de que en realidad estamos caminando a través de la mente de la artista. Cada pieza es una posibilidad de presentación, de significado, de acento para releer el espacio en el que se coloca. Gracias a este proceso de trabajo se reconocen las herramientas de investigación predilectas de Escobedo: ejercicios de montaje y apropiación de un plano, fotografías, collages y fotomontajes. Se confirma así que nunca tuvo como objetivo imponerse al paisaje. Su verdadero interés era integrarse a él con la intención de enaltecerlo. Las obras monumentales son sólo un pretexto para aprender a mirar.
Otras dos grandes instalaciones a lo largo del recorrido llaman la atención: La muerte de la ciudad (1990), una crítica aguda sobre la producción de basura y su impacto en la urbe, y Los mojados (2010). Esta última es de alguna manera el cierre de la muestra y está configurada por maniquíes de metal cubiertos con impermeables transparentes, colocados sobre una superficie con gravilla. La sala se encuentra en penumbras, por lo que es casi inevitable callar al entrar. Cuando se pone un pie adentro la temperatura cambia; además, el uso de varios ventiladores hace que las figuras se muevan ligeramente. Aunque en la exposición hay un halo de ironía, puesto que Helen Escobedo trabajaba desde ese lugar la mayor parte de sus críticas, en Los mojados el comentario es directo y da en el blanco: no se puede pasar por ella sin sentirse transformado.
El montaje en su conjunto permite pensar el arte relacional y abona a la idea de Escobedo sobre el círculo hermenéutico entre el espacio y el espectador. La artista convertía objetos en detonadores de experiencias y, así, abrió problemáticas sobre motivos que están vigentes hasta hoy, como la moda, la contaminación o la migración. Recorrer la muestra brinda la posibilidad de abandonar la indiferencia y pensarnos como parte de los ambientes totales de Helen Escobedo. Y del mundo.