16 de agosto de 2017

La Tempestad

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09/01/2025

Cine/TV

El cine en 2024, segunda parte

En su primera columna de 2025, Sergio Huidobro completa el recuento del cine más logrado y renovador estrenado durante el año pasado

Sergio Huidobro | miércoles, 8 de enero de 2025

Lily-Rose Depp en ‘Nosferatu’, de Robert Eggers. © Focus Features

México y el cine en español

Durante el año recién terminado la brecha entre el cine producido en México y su público natural se volvió más ancha y profunda, al menos si se le mide a partir de la recurrencia de espectadores: el número total apenas rozó un tercio de la audiencia que el cine mexicano tuvo en 2019, un lustro atrás. Aunque actualmente se produzca un estimado de 230 largometrajes anuales en el país, una ínfima parte, no más de quince, logra visibilidad suficiente. La calidad de esos quince, por supuesto, es tema aparte.

En un año marcado por dichas condiciones destacó la antes revisada Sujo, de Astrid Rondero y Fernanda Valadez, además de La cocina, de Alonso Ruizpalacios, estrenada en febrero en el Festival de Berlín y posteriormente en Morelia y salas comerciales. Coctel de drama, cine de cámara, romance aspiracional y comedia negra, el primer largometraje del cineasta rodado fuera de México es un saludable retorno a los temas y ambientes de su cortometraje temprano Café paraíso (2008).

Con frecuencia los núcleos creativos más libres para el cine hecho en México están en el documental y el cortometraje, zonas periféricas desde la mirada de la industria pero centro gravitacional para la exploración autoral, formal, temática y estética del cine mexicano del presente siglo. Ahí radicaron dos propuestas ineludibles: en La falla, de Alana Simöes (Festival de Morelia), y Mi pecho está lleno de centellas, de Gal S. Castellanos (Festival de Monterrey), la cámara y el tiempo cinematográfico son usados –esculpidos, pensaría Tarkovski– para el registro de profundos procesos de cambio, el primero en un salón de primaria pública en una zona rural de Jalisco y el segundo para testimoniar el proceso físico e identitario de un hombre trans (el propio director) mientras reconstruye, a distancia, la compleja relación con su madre. Ambos títulos fueron revisados en su momento en “Intermedio”, lo mismo que Yūrei (Fantasmas), de Sumie García Hirata, y Teorema de tiempo, de Andrés Kaiser, que, como el documental de Castellanos, pero cambiando lo unipersonal por el rastreo histórico, presentan dos indagaciones punzantes sobre el pasado, la primera sobre la comunidad migrante japonesa durante el siglo XX mexicano y la segunda sobre los padres del propio Kaiser a partir de una serie de fotografías que guardan enigmas y revelaciones para el hijo.

Mención aparte para cortometrajes que, habiéndose producido algunos durante 2023, tuvieron recorridos de exhibición durante el año posterior: Todavía te destruiré, de Raúl A. Rodríguez; Passarinho, de Natalia García Agraz; Chica de fábrica, de Selma Cervantes; Xquipi (Ombligo), de Juan Pablo Villalobos Díaz; o Ha, de María Almendra Castro Camacho, dan fe de aquel viejo adagio de Cortázar sobre las narrativas breves como combates que se ganan por nocaut.

cine en 2024

Fotograma de Segundo premio, de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez

En la geografía más amplia del cine hispánico, como es habitual, en los polos acostumbrados de España y Argentina se concentró buena parte del interés: la nostálgica y andaluza Segundo premio, de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, recrea la escena de rock indie de la Granada de inicios de los noventa para narrar el trayecto, más o menos verídico, de la legendaria banda Los Planetas. En el cono sur, la argentina Simón de la montaña, de Federico Luis, ganadora de la Semana de la Crítica en Cannes y estrenada en la Muestra Internacional de la Cineteca, es un agreste, agridulce y compasivo coming of age sobre discapacidad que tiene el notable acierto de no hacer de ello el tema definitorio del protagonista, quien busca integrarse a un grupo de adolescentes con diversas condiciones motoras o intelectuales. Algo hay en ella de Atrapado sin salida, de Ken Loach, o de las adolescencias parias del cine de Raúl Perrone, pero ante todo hay un autor buscando una mirada sincera y encontrándola en recovecos inesperados de su relato.

Asia

En Black Dog, noveno largometraje del cineasta pequinés Guan Hu, ganador de la sección Una Cierta Mirada en el pasado Festival de Cannes y estrenado en México en el Festival de Cine de Guanajuato (GIFF), coexisten elementos del cine chino de autor observacional, paisajista y ultracontenido –piénsese en Jia Zhangke, Wang Bing o la desmesurada Un elefante sentado y quieto (2018)– con descargas ácidas de ternura o comedia negra, en una de las propuestas asiáticas más interesantes y vivas del año.

Como en un western trasplantado al hosco desierto de Gobi, su protagonista es un paria recién liberado de prisión que regresa a un villorrio destartalado en el cual las puertas y ventanas parecen cerrarse a su paso. Son las semanas previas a los Juegos Olímpicos de 2008 y en esa región del norte chino se libra una campaña para barrer con los numerosos perros sin techo, concentrando los esfuerzos en capturar y asesinar a los sospechosos de rabia. Uno de ellos, un galgo negro tan roto y hambreado como Lang el exconvicto, forja con él una relación lenta de difícil confianza mutua. Lejos del sentimentalismo fácil de la premisa, Black Dog explora con minucia y buen pulso narrativo el lazo entre los dos descastados, can y humano, a través de un trabajo de cámara preciso, riguroso e inteligente.

Cruzando el mar del Japón, un destello inesperado fue el documental Hayao Miyazaki y la garza, de Kaku Arakawa, que tras firmar su tercer largometraje sobre el director de Mi vecino Totoro parece haberse erigido en el Boswell del Dr. Johnson, un Eckermann para el Goethe del Estudio Ghibli sobre quien suele cernirse la sombra del retiro o la desaparición. Lejos de ser un mero making of de la celebrada El niño y la garza (2023) o un retrato elogioso de Miyazaki, el documental persigue, interroga y retrata al cineasta durante los siete años de cocción de la película, concebida como un homenaje a Isao Takahata. No abundan, en el cine reciente, los registros honestos y crudos de procesos creativos, pero Arakawa y Miyazaki, detrás y delante de cámara, lo consiguen. El resultado se encuentra a la vista en Netflix.

cine en 2024

Fotograma de Hayao Miyazaki y la garza, de Kaku Arakawa

El panorama asiático del año también incluyó, en salas comerciales, el sensible y naturalista melodrama tailandés Cómo ser millonario antes de que muera la abuela, de Pat Boonnitipat, una comedia dramática, de sabor fuertemente local a especias y tallarines, que apela tanto a la cultura visual de los afectos de la televisión asiática –dramas coreanos y asociados– como a la intimidad agridulce de las familias de Hirokazu Koreeda. Hablando de Corea del Sur, para completar el paisaje de ese continente, destacó el interesante thriller demoníaco policial Exhuma: La tumba del diablo, de Jang Jae-hyun, por su buen gusto para el espanto y el minucioso despliegue de folclor regional. A este panorama de cines orientales se uniría la india La luz que imaginamos, revisada en la primera entrega de este recuento.

Cine anglosajón

La crisis creativa de la industria estadounidense, terca en forzar la máxima rentabilidad en reciclajes innecesarios, franquicias, adaptaciones y secuelas, tocó nuevos fondos durante el año en cuestión, con la única excepción de Nosferatu, de Robert Eggers, como único recalentado con cierto interés, si no narrativo o temático –pues al respecto su revisión de Murnau o Herzog es agua tibia, limitándose a acentuar la sexualidad del relato y a un diseño de producción más suntuoso–, cuando menos estético, en donde concentra su valor.

Su reciente estreno vampírico y navideño invita, por otra parte, a recomendar un título de mayor interés: Brujas, de la británica Elizabeth Sankey y disponible ya en MUBI, es un lacerante documento personal en donde la propia cineasta describe su período de internamiento por una aguda depresión posparto y los discursos construidos en torno a dicha condición. El título del trabajo obedece a las visiones que el cine de ficción ha ofrecido de la locura femenina, de forma análoga al imaginario inquisitorial y la brujería como demonización de cualquier trastorno de salud mental en mujeres. Notable pieza de montaje y ejercicio confesional, Brujas coincide con el lanzamiento de Nosferatu invitando a pensar de forma crítica en el retrato psicosexual de la condición femenina que brinda la película de Eggers.

En la otra punta geográfica del mundo anglosajón, la australiana Furiosa, de George Miller, inyectó buen combustible en la mitología de una de las escasas franquicias de alto octanaje económico que siguen ligadas a un solo autor y que exhiben una saludable vena creativa. El propio Miller, obstinado en la independencia para su longeva saga, elaboró una precuela que podría creerse innecesaria, pero al cabo estimulante y operística.

cine en 2024

Fotograma de Furiosa, de George Miller

Finalmente, de las islas británicas surgieron dos cintas en el polo opuesto de la producción: íntimas, domésticas y realistas, dignas albaceas de la ruta abierta por maestros como Ken Loach o Mike Leigh hace cuatro décadas. Small Things Like These, dirigida Tim Mielants a partir de la novela de Claire Keegan y título inaugural del 74º Festival de Berlín, plantea un intenso pero increíblemente contenido drama en un poblado rural, irlandés y católico –valga la redundancia– en torno a una congregación de religiosas y su profunda implicación en el presente y pasado de las vidas silenciadas de la comunidad. Con la parquedad minimalista, entre líneas, de un relato de Carver o Munro, la cinta de Mielants –de próximo estreno en México– ofrece un agudo despliegue actoral del recién oscarizado Cillian Murphy.

En el otro polo del espectro auditivo, la ruidosa y frenética Bird, de Andrea Arnold, estrenada en Cannes, posteriormente en Morelia y de próxima llegada a salas comerciales, continúa la potente búsqueda de ternura y libertad en familias quebradas y adolescencias turbulentas de las periferias rurales de Inglaterra, que Arnold capturó con veracidad en Red Road (2006) o Fish Tank (2009). Su protagonista, Bailey (la debutante, en ebullición, Nykiya Adams), tiene 12 años que combinan el ímpetu de Holden Caulfield y la rabia del grunge. Solitaria y fascinada, pese a todo, por el mundo que la rodea, intenta escapar a la imprevista boda de su padre (Barry Keoghan) espiando a un fuereño excéntrico (Franz Rogowski) que le da paso al descubrimiento de un mundo más amplio y amenazante que el de su pubertad. Cine honesto y vivo, imperfecto como sus protagonistas. Con ella llegamos al recuento, inevitablemente parcial e incompleto, de lo más destacado que ofrecieron las pantallas durante 2024. Como siempre, el reiterado, sincero y alegre agradecimiento por acompañar y leer este espacio un año más. Feliz 2025 a todos los lectores de “Intermedio”.

cine en 2024

Fotograma de Bird, de Andrea Arnold

 

12 películas destacadas de 2024 (segunda parte):

 

Mi pecho está lleno de centellas

Gal S. Castellanos|México

 

La falla

Alana Simöes|México

 

Segundo premio

Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez|España

 

Simón de la montaña

Federico Luis|Argentina

 

Black Dog

Guan Hu|China

 

Hayao Mizayaki y la garza

Kaku Arakawa|Japón

 

Cómo ser millonario antes de que muera la abuela

Pat Boonnitipat|Tailandia

 

Exhuma: La tumba del diablo

Jang Jae-hyun|Corea del Sur

 

Furiosa

George Miller|Australia

 

Bird

Andrea Arnold|Reino Unido

 

Small Things Like These

Tim Mielants|Irlanda

 

Brujas

Elizabeth Sankey|Reino Unido

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