Se cumplen 60 años de la Revolución Cubana, hito de los movimientos sociales latinoamericanos. Se ha hablado muchos sobre sus logros y vicios pero, creemos, hace falta un ejercicio de revisión histórica de sus artes para rastrear otro tipo de transformación social ocurrida en la isla en las últimas décadas. La música es un caso interesante: las expresiones musicales cubanas suelen folclorizarse y atarse a dos o tres tópicos o gestos (el ritmo, la alegría, el sabor), pero en la realidad sus músicos entregan obras cada vez más complejas, más relacionadas con las vanguardias sonoras internacionales y, sin embargo, profundamente originales. El caso del jazz es ejemplar: en este siglo, el género ha entregado obras de un vocabulario singular, que transforman a su paso las propias preconcepciones sobre lo cubano. Aquí revisamos cinco casos:
Orlando Cachaíto López
Cachaíto (2001)
Podemos encontrar en el legendario contrabajista, fallecido en 2009, una especie de piedra fundacional para otra comprensión de la música cubana en el cambio de siglo. “Tumbao No. 5 – Para Charlie Mingus”, que retoma la línea de bajo de “Haitian Fight Song”, es el perfecto vínculo de jazz y son que músicos más jóvenes han retomado en los últimos años.
Gonzalo Rubalcaba
XXI Century (2011)
El nombre del disco es ya una declaración de principios. Rubalcaba, nacido en 1963, publicó XXI Century con una carrera ya consolidada a través de más de veinte álbumes. El pianista habanero buscaba agrietar, aún más, las paredes de los géneros, y si bien su acercamiento aún parece un tanto académico, demasiado virtuoso, representaba al mismo tiempo un salto cualitativo.
David Virelles
Mbokó (2014)
Acaso el jazzista caribeño más destacado del presente, Virelles, nacido en 1983, está reconfigurando, con paciencia, lo que entendemos por música cubana. El pianista rehúye de tópicos y profundiza en los códigos mismos de los lenguajes musicales: en el medio, encuentra una veta fertilísima, como lo demuestra Mbokó, su primer álbum bajo el sello de ECM.
Fabián Almazán & Rhizome
Alcanza (2017)
Almazán (La Habana, 1984) no teme a las decisiones osadas: su primer álbum, Personalities (2011), iniciaba con una pieza de Shostakovich pasada por filtros electrónicos. Con esa base, una suite como Alcanza parece una consecuencia lógica: el cubano deconstruye y alarga el formato canción hasta convertirlo, como dice Troy Dostert, en una entidad “energética y de potencia emocional”.
Aruán Ortiz
Cub(an)ism (2017)
La mezcla de complejidad técnica, soltura y elegancia de la obra de Aruán Ortiz recuerda, por momentos, a Vijay Iyer. No por nada publicó Random Dances and (A)tonalities en 2018, junto a un músico de la talla Don Byron. Es en Cub(an)ism, sin embargo, donde podemos entender la profundidad de su lenguaje. El jazz cubano, parece decirnos, es laberíntico y vital.