Bajo el paraguas de Pi Recordings, que publica álbumes de algunos de los mejores jazzistas contemporáneos –como Rudresh Mahanthappa o Vijay Iyer–, la obra de Jen Shyu parecería poder explicarse mediante sus códigos: y aunque la cantante y multiinstrumentista norteamericana usa el género como pivote, queda claro que su búsqueda sonora rápidamente lo trasciende. En 2015 lanzó su cuarto álbum: Sounds and Cries of the World, donde explora las músicas de Taiwán, China y Timor Oriental, alejándose, sin embargo, de los sonidos estereotipados de la world music. En 2016 presentó una serie de conciertos en The Stone, el famoso foro neoyorquino dirigido por John Zorn, y mantuvo una residencia en el departamento de etnomusicología de la UCLA.
¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
Correr hacia Wave Hill, los jardines botánicos que se encuentran cerca de mi departamento. Allí, con mi Kindle, un libro, un diario o una partitura en blanco, paso el día caminando, escribiendo, leyendo o meditando.
¿Qué palabra utilizas con más frecuencia?
Wow, pues incluso las cosas más pequeñas me asombran.
¿Cuál fue el último libro que te resultó admirable?
Memorias y comentarios (1960), de Igor Stravinski y Robert Craft.
¿Y película?
La sal de la tierra (2014), de Wim Wenders y Juliano Ribeiro, sobre Sebastião Salgado.
¿Qué disciplinas artísticas te interesan además de la tuya?
¡Todas! La danza, el cine, el teatro, la pintura, la escultura…
¿Qué música te conmueve?
Recientemente la música chamánica de la costa oeste de Corea. La primera vez que la escuché fue gracias al baterista australiano Simon Barker. Me llevó a conocer a un baterista chamánico, Kim Seok Chul. Una experiencia que me cambió la vida.
¿Qué te indigna?
El racismo, la intolerancia, la ignorancia intencional, la falta de respeto y empatía.
¿Qué te alegra?
Tener tiempo para disfrutar de la presencia de mis padres y mi hermano. Tener tiempo para observar el cielo azul oscuro, el silencio de la montaña o el ritmo del océano. Estar bajo el agua, observando cómo los peces coreografían su gran obra.
¿Por cuál ciudad sientes debilidad?
Hay muchas ciudades de las que me he enamorado: Barcelona, Yogyakarta, Surakarta, Maubisse, Matanzas. No puedo escoger.
Menciona un momento del día que disfrutes particularmente.
Justo antes del amanecer.
¿Cómo descubriste tu vocación?
Fue un regalo de mis padres: mi madre me cuenta que me llevó a ver el ballet a los tres años y que estuve sentada, observando el silencio.
¿Te identificas con algún personaje de la ficción?
Con Hoar Nahak Samane Oan, de una antigua leyenda del reino de Wehali, en Timor.
Publicado en La Tempestad 117 (diciembre de 2016)