Aún sigue ahí pero, como el resto de las fuerzas naturales, se encuentra en peligro de extinción. Es más común escuchar a un coyote que verlo. Con las credenciales de John Cale sucede algo parecido: lo que se sabe en el papel, y en algunos discos amables, es regularmente un terreno más cordial que la experiencia en vivo, donde toda teoría se pudre en cuestión de segundos.
Afortunadamente Cale ya no huele al legendario disco con portada de Andy Warhol, poco queda del “padrino del punk” y esas etiquetas bobaliconas que sólo entorpecen la escapada.
Allá arriba, en la montaña, no hay noción de camada ni de sí mismo, sólo un aullido agudo y desesperado en la oscuridad. El coyote puede ser solitario, vivir en pareja o en grupos más o menos numerosos, pero es menos sociable que el lobo. Afortunadamente Cale ya no huele al legendario disco con portada de Andy Warhol, poco queda del “padrino del punk” y esas etiquetas bobaliconas que sólo entorpecen la escapada. La gravedad ha dejado sólo migajas de esos pianos y voces secas, elegantes, que ayudaron a construir su propio mito (Paris 1919, 1973; Fear, 1974; Words for The Dying, 1989; Fragments Of A Rainy Season, 1992).
Los coyotes están entre los mamíferos más ruidosos. Allá arriba, en el escenario a los 82 años, las cosas no pueden ir mejor para el galés. Pese a sus vidas neoyorquina y angelina, con los fans jóvenes sosteniendo las nuevas producciones, sigue siendo fiel a una lucidez compleja y la austeridad europea: gruñidos, canciones a la mitad, aporreo del piano, formato íntimo, babeos y balbuceos, casi un gesto de rabia y despedida. La fama del coyote serio y encabronado.
Ed Vulliamy, periodista británico y amigo personal de John Cale, ha descrito en varias ocasiones el pensamiento y la visión creativa del ex Velvet Underground como “diagonal”; su memoria –contraria a la del resto del mundo, visual– es enteramente auditiva. Mientras otros recuerdan las Torres Gemelas cayendo a gajos violentos en septiembre de 2001, Cale rememora un ruido estruendoso venido desde el fondo. Gracias al diseño casi ultrasónico de su oído, el coyote puede escuchar de forma nítida y a lo lejos.
Ed Vulliamy, periodista británico y amigo personal de John Cale, ha descrito en varias ocasiones el pensamiento y la visión creativa del ex Velvet Underground como “diagonal”; su memoria –contraria a la del resto del mundo, visual– es enteramente auditiva.
Cuando un coyote aúlla en la noche indica a su manada, entre otras cosas, la ubicación de una víctima. Seguramente esa manada no son las huestes que esperan una foto o un garabato en un trozo de plástico a las afueras de un teatro, no son Animal Collective, Weyes Blood, Actress, Laurel Halo o cualquiera de las manos jóvenes que han estimulado la máquina de seguir haciendo discos (Mercy, 2023). Ese aullido sordo a mitad de la noche no es siquiera para Lou, Andy o Nico, a quien en más de una ocasión ayudó a remar en su propia oscuridad: “Construyó una catedral para una mujer en el infierno, ¿no?”, preguntó un dolido Lester Bangs en el marco de la producción de The Marble Index (1968).
Esa manada a la que John Cale interpela intermitentemente, de forma aguda y tintineante como un piano destemplado o un Synclavier adulterado, un aullido casi molesto, no alude tampoco a sus viejos maestros, a las credenciales de su educación musical temprana, o a esas figuras reflexivas y eternas de su obra: Helena de Troya, John Milton, Brahms, Carlomagno, Macbeth, Graham Greene o Pablo Picasso. No.
Más allá de la estridencia, la música y el silencio, el aullido y la manada de Cale, como lo revela él mismo en su intrincada autobiografía What’s Welsh for Zen (1999), intentan tocar los nervios congelados de esos paisajes internos de la devastación humana: la muerte presente, la figura materna y la imposibilidad de comunicarse con un mundo en ruinas. Tal vez por eso el rango del artista, que lo mismo puede sugerir rock destartalado, un solemne chicle de cereza, música antigua llena de tétanos o incluso un gesto sonoro mítico para una esperanza futura.
Los coyotes suelen deambular por las llanuras, bosques, desiertos y montañas. John Cale se presentará por única ocasión en América Latina, en el marco de promoción de su disco de estudio número 21, POPtical Illusion, el próximo sábado 7 de septiembre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris de la Ciudad de México.