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Filmar lo invisible

Hace unos días fue proyectado en la Berlinale La maldad (2015), el filme debut del director mexicano Joshua Gil, en el marco de la sección «Forum». La película, que será estrenada dentro de pocos días en el FICUNAM, fue considerada por The Hollywood Reporter como el experimento narrativo de un promisorio creador. Hace unos días […]

Carlos Rodríguez | miércoles, 18 de febrero de 2015

Hace unos días fue proyectado en la Berlinale La maldad (2015), el filme debut del director mexicano Joshua Gil, en el marco de la sección «Forum». La película, que será estrenada dentro de pocos días en el FICUNAM, fue considerada por The Hollywood Reporter como el experimento narrativo de un promisorio creador. Hace unos días La Tempestad platicó con Gil sobre su trabajo con Carlos Reygadas y el proceso de realizar su ópera prima.

 

¿Cómo fue tu experiencia al trabajar con Carlos Reygadas en Japón (2002)?

Tenía 20 años, fue mi primera película. Era un equipo muy pequeño, de ocho o nueve personas. La familia de Reygadas estaba muy involucrada, procuraba que algunas cosas de la producción, como la alimentación y el hospedaje, funcionaran. Pensaba que para hacer cine se necesitaba mucho dinero. Japón cambió mi perspectiva: desde el principio sólo había lo necesario, sin faramallas. Yo conocía un poco del cinéma verité; no podía creer que de alguna manera lo estuviéramos evocando; las charlas de las cenas fueron valiosas, hablábamos de Bresson, Kiarostami, Dumont… Cada semana veíamos sus filmes y después de eso llegaban los primeros avances de la película, directo del laboratorio, había una emoción muy grande cada que terminábamos algo. Semanas después de terminado el rodaje el crew ya se había separado, Carlos me llamó un día y me dijo: “voy a repetir una escena, ¿qué pedo, me ayudas ? Salimos al día siguiente el actor, Carlos, la cámara y yo…

 

¿Cuál fue tu labor en el filme de Reygadas? ¿Cómo influyó en tu propuesta como cineasta?

En la preproducción hice de todo: fui chofer, carpintero, apoyé a la producción construyendo la casa que se destruye en la película, etc.; aunque en realidad mi puesto siempre fue el de asistente de cámara. Hay muchas cosas que recupero de esa experiencia a nivel estético, narrativo y de producción; creo que Japón es una película muy honesta, dura, cruda, cocinada muy diferente a como se hacían las cosas en esos años en México, y eso la separa y la coloca donde está. Me di cuenta de que el cine es más alma que otra cosa, hay algo que aprendí en la producción: filmar lo invisible, como decía Bresson, la magia no se la pides a la producción, ni se planea, simplemente llega o no, y si tu cámara está lista para filmarla, lo haces. Por otro lado, la película revaloró al cine guerrillero: ver a los padres de Carlos ayudar a la producción, hacer los dollys con escaleras, inventar sistemas con cuerdas a falta de tramoya, etc. Japón y La Maldad, mi ópera primera, comparten ese espíritu.

 

¿Cómo surgió la idea de La Maldad?

Al conocer a Rafael G. Morán, a quien conocí hace pocos años, a pesar de que era mi familiar. Desafortunadamente murió sin ver la película terminada. Conocerlo fue, sin duda, el detonante. La película está inspirada en su vida, fue actuada por él mismo. Rafael, un campesino que vivió en un pueblo cerca de la ciudad de Puebla, decía a todo el mundo que era cineasta, músico y poeta. La realidad es que nunca fue a la escuela pero tenía un talento nato para narrar las cosas. Un día su esposa lo abandonó, quizá impulsada por buscar una vida mejor, lo cual lo marcó para siempre. Rafael hizo un guion, compuesto por 12 canciones ­ —similar a un musical—, y me pidió que lo ayudara a hacer su película. La Maldad evoca al documental y la ficción al mismo tiempo, utiliza elementos de la realidad y actores no profesionales que se interpretan a sí mismos. El filme, que amalgama la belleza de la imagen y lo grotesco de la política, fue producido en 2012, año de elecciones presidenciales, contexto que permeó la trama.

 

¿Es difícil hacer cine en México?

Es curioso que lo preguntes, en realidad ahora se hacen más películas que antes, algunas muy buenas, otras sólo taquilleras. Depende qué tipo de cine quieres hacer. Si buscas ganar dinero, mucho dinero, no es tan difícil, hay fórmulas escritas y muchas personas interesadas en eso. Al hacer cine con un objetivo expresivo se busca, fundamentalmente, iniciar un nuevo proyecto, ya que el dinero llega como un complemento —muy necesario—, en la parte final de un largo proceso. En términos económicos es difícil, pero lo importante es la propuesta. De ahí vienen los premios internacionales, las invitaciones a los festivales o las retrospectivas a cineastas mexicanos en todo el mundo. Pienso que si quieres hacer una película, estés donde estés, no hay más, hay que apretarse los huevos y hacerla.

 

La maldad formó parte del Riviera Lab del Riviera Maya Film Festival (RMFF) y será parte del FICUNAM.

La maldad esté hecha con recursos independientes, sin apoyos del gobierno o similares y gracias al premio del RMFF logré avanzar en su postproducción. Es muy importante reconocer esos espacios, a las personas que los generan y los mantienen vivos. Recibimos la invitación en una época muy difícil para el equipo, no teníamos dinero para terminar la película, había muchas preocupaciones y dudas entre los productores. Luego de ganar el premio nos sentimos fuertes de nuevo. En el FICUNAM se proyectará en una sección que se llama “Ahora México”. Es una cuidadosa selección de nuevas películas mexicanas. Será su primera proyección en el DF y seguro la única en muchos meses. Espero que en noviembre pueda concretarse mi segunda propuesta en la que la situación actual de México es, de nueva cuenta, uno de los ejes fundamentales.

 

 

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