16 de agosto de 2017

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Realidades ocultas

Una charla con Juliana Fanjul, directora de ‘Muchachas’, un filme sobre empleadas domésticas, tema de larga tradición en la literatura y el cine.

Carlos Rodríguez | martes, 14 de noviembre de 2017

Existe una tradición literaria y fílmica en el que las trabajadoras domésticas son protagonistas. Rosario Castellanos, Emma Godoy, Clarice Lispector y Lucía Berlin son algunas de las escritoras que le dedicaron páginas a sus empleadas. Ingmar Bergman, Claude Chabrol y Sally Potter también le dieron cabida en sus películas a las mujeres que se dedican a estas labores. Recientemente se estrenó en salas comerciales Muchachas (2015), un documental de Juliana Fanjul que retrata a las empleadas domésticas de su familia. El tema lo comparten otros filmes de reciente realización en el cine mexicano: El palacio (2013), de Nicolás Pereda, e Hilda (2014), de Andrés Clariond. Aquí, una entrevista con creadora de Muchachas, que se puede ver en la Cineteca Nacional.

 

El documental propone un abordaje íntimo, sin embargo toca un tema social y cultural del que no se habla mucho en México, cuyo tratamiento puede ser calificado como clasista. ¿En qué consiste tu trabajo como documentalista en este filme?

Sí, lo que está en la película es íntimo, creo que eso la hace más honesta y, también, más fuerte. He estado expuesta a muchas críticas desde que se estrenó Muchachas en el Festival de Cine de la Riviera Maya. Creo que la única forma de tratar este tema, que no se toca, es empezar por uno mismo para asumir que hay un problema, que hay desigualdad e injusticia, ciudadanos privilegiados y ciudadanos oprimidos. No quise enunciar esta opresión señalando a los demás. Lo que planteo con el filme es señalarme a mí y a mi familia. Yo misma soy un personaje, que no se ve en la película, pero que está presente a través de la voz y que se hace responsable no precisamente como empleadora sino de haber sido criada en un ambiente privilegiado, burgués, de comodidad. Es complejo porque lo asumo con vergüenza y pudor, pero creo que es una forma de hacerme consciente de mi propia vida e historia.

Hay una tradición literaria y fílmica con respecto a las empleadas domésticas. ¿Cuál es tu interés en filmar a estas mujeres?

Si bien la película se origina a partir de una anécdota personal, el fallecimiento de mi abuela, la necesidad se originó antes, cuando me fui a estudiar a Cuba. Ahí me di cuenta de una realidad muy diferente, que me cambió, que me hizo ver a México de otra forma. Me comenzaron a molestar muchas cosas de las que sabía que era responsable. Las historias de mujeres, que siempre están olvidadas, me interesaron. Acepté que mi responsabilidad como mujer cineasta era darle voz a todas ellas, a las mujeres que están invisibilizadas y ocultas. De repente me di cuenta que esas personas estaban muy cerca, en la misma casa en la que había crecido, encerradas en la cocina, sin que nadie las saludara.

¿Hubo alguna resistencia por parte de ellas a que las filmaras, a la reelaboración a través de una película de una parte de su vida?

A todas les propuse hacer la película, las reacciones fueron distintas. Con Remedios hubo un poco de resistencia porque había un duelo a flor de piel, acababa de morir mi abuela, y cada vez que hablábamos de eso lloraba y me decía que no quería que la filmara en ese estado. Le expliqué que era importante que estuviera en la película porque se trataba de construir una memoria en honor al tiempo que nos ha dedicado. En la película, sus respuestas a mis preguntas son secas, cortantes. Ella marcó un límite, lo cual me parece muy interesante porque eso habla de la distancia que existe entre nosotras. Nunca me dejó entrar a su habitación, por ejemplo. Lupita siempre estuvo de acuerdo, quizá porque es extrovertida, más joven. Con ella ya había trabajado en mis primeros cortometrajes, no le tomó por sorpresa verme con la cámara. Durante el rodaje ella decidía de qué quería hablar. En la secuencia donde estamos en el techo ella quiso contar cómo la golpeaba su esposo, usó a la cámara como un medio de expresión.

Dices que te interesan las historias de personas que no son vistas, que son ignoradas y oprimidas. ¿El cine puede ser una herramienta de emancipación?

Ojalá que se pudiera cambiar al mundo con las películas, la verdad es que es algo complicado, pero por supuesto que creo en el potencial del documental porque a mí misma me ha abierto los ojos, me ha hecho darme cuenta de muchas cosas. Los documentales te permiten saber de qué está hecho el mundo. Como documentalista siento la responsabilidad de acercarme a las historias de la gente para sacarlas a la luz. Creo en el poder del cine, éste es transformador. Tampoco me hago ilusiones: las películas, con la mejor de las suertes, son granos de arena. Me gusta imaginar que alguien que vio Muchachas se acordó de su nana, de la que quizá jamás supo su apellido, y tal vez la buscó. El hecho de que nos tomemos este tiempo para hablar de ellas me parece muy valioso.

Juliana Fanjul © Miguel Bueno

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