Para quienes practican senderismo o montañismo por primera vez, una de las primeras grandes revelaciones suele ser la alteración de la percepción del tiempo, el cuerpo y el entorno, especialmente en el momento de escalar y ver lo que pareciera ser una cumbre. La altura, el clima y el peso van haciendo mella en nosotros, de manera que, al ver cerca la cima, se impone la sensación de alivio. Sin embargo, esa paz se disipa al descubrir que las falsas cumbres son la impronta del paisaje; la verdadera está más lejos de lo que parece, y detrás de los picos hay más montañas.
Para la compositora estadounidense afincada en Estocolmo, Kali Malone (1994), las montañas –especialmente las de su natal Colorado– son una imagen recurrente que ha definido su carrera desde que decidió estudiar canto y dedicarse a la música, antes de cumplir la mayoría de edad. Esas montañas hipotéticas se han hecho cada vez más diáfanas, especialmente en su disco pasado (Does Spring Hide Its Joy, 2023), que apostó por progresiones armónicas desafiantes tanto para el escucha como para los intérpretes en sus más de tres horas de duración. “Quiero crear un ambiente inmersivo para que, cuando termine, no sepas cuánto tiempo ha pasado”, declaró en entrevistas la compositora del ya icónico The Sacrificial Code (2019).
2024 figura como un año clave en el trabajo de Kali Malone, para quien la exploración compositiva involucra paciencia y resistencia. Pese a que su trayectoria abarca siete años y cinco discos de larga duración, su música es reconocida por las interpretaciones de órganos antiguos de tubos (muchos de ellos de templos e iglesias); su trabajo posee una consistencia inusual en ámbitos como el minimalismo, la electroacústica o la música drone, portando el prestigio de ser una de las más sólidas y genuinas de la actualidad.
Este contexto habla de la relevancia de un lanzamiento como All Life Long (Ideologic Organ, 2024), donde, pese a regresar al órgano de tubos –instrumento que “descansó” en su trabajo pasado–, dista de repetir lo hecho anteriormente por Malone, que en cierto modo echa una mirada a su historia personal sin caer en la trampa de relacionar los sonidos y la música a la melancolía y la añoranza. Aquí integra reminiscencias de su pasado en un hilvanado fino que incluye a su padre, la experiencia del montañismo, lo profano y lo sagrado sin dejar de lado su profusa investigación sobre la afinación, las progresiones y las posibilidades armónicas.
En una entrevista reciente para el medio británico The Quietus, la compositora norteamericana detalla que la presencia de las montañas es más fuerte que nunca en este nuevo disco y que, de algún modo, es también una referencia a su padre, quien por años se dedicó al montañismo profesional en Colorado, antes de quedar parapléjico. Para construir las piezas de All Life Long Kali Malone –que practicó el montañismo profesional antes de radicarse en Estocolmo– recurrió al paralelismo con el estado físico y mental que demanda la montaña, “un cierto tipo de atletismo que es gratificante”.
Profanar
Los doce cortes de All Life Long integran un quinteto de vientos, coros y poemas de relevancia personal para Malone, quien este año cumple tres décadas de vida. Concebido entre 2020 y 2023, la grabación del álbum fue permeada por un ir y venir de los intereses y las pasiones de la compositora, que se ha decantado por la afinación de órganos históricos, que en el pasado cambiaba dependiendo de elementos como la humedad, la altura y el lugar en el estos instrumentos se encuentran. En constante contacto con templos e iglesias, en mayo de 2023 tuvo que cancelar un concierto en Saint-Cornély, en la localidad francesa de Carnac, debido a la presión de manifestantes de un grupo religioso de extrema derecha.
En su más reciente disco Kali Malone apela a la distinción entre lo profano y lo secular, a partir de un texto del filósofo italiano Giorgio Agamben en el corte inicial, “Passage Through Spheres”, que habla de la profanación como una cuestión política crucial que comienza con los lugares sagrados y concluye con reflexiones más amplias sobre el capitalismo como religión contemporánea: “Hay un contagio profano, un toque que desencanta y vuelve a utilizar lo que lo sagrado había separado y petrificado”, apunta el extracto seleccionado por la compositora estadounidense, que considera que, religioso o no, el contacto con lo indecible y lo sagrado debe conservarse de forma respetuosa.
Emparentada con otras artistas de su generación como Maria W. Horn o Caterina Barbieri, el trabajo reciente de Kali Malone adquiere un matiz más profundo y complejo, que no descuida el contacto intuitivo y el sentido humano de relación con la naturaleza, el tiempo y las dinámicas internas que suelen revelarnos aspectos significativos de nuestra existencia.