Si, como escribió Simon Reynolds en su libro sobre el postpunk (de 1978 a 1984), el ethos de aquellas bandas fue “romper todo y empezar de nuevo”, los grupos que en este siglo han retomado sus sonidos fundamentalmente operan en otra órbita: la de la retromanía. Y, sin embargo, los cinco discos reunidos aquí, recientemente publicados, hablan de una escuela sonora capaz de ofrecer sorpresas y, especialmente, ampliar las posibilidades del formato canción.
Lice, WASTELAND: What Ails Our People Is Clear
El primer disco de la banda británica cuenta con apariciones especiales de Katy J Pearson, Holly Hole y Clottie Cream, y el resultado es contundente. Liderado por Alastair Shuttleworth, el grupo propone una mezcla de influencias postpunk, experimentales e industriales, unidas en torno a un imaginario de ciencia ficción sobre tiranías mundiales, viajes en el tiempo, conspiraciones y el compromiso del artista en la sociedad. Con una portada de inspiración surrealista y gran riqueza tímbrica, WASTELAND es un debut con excelentes dosis de abrasión.
Viagra Boys, Welfare Jazz
Con Sebastian Murphy a la cabeza, el segundo lanzamiento de larga duración de la banda sueca cuenta con la producción de Daniel Fagerström, Pelle Gunnerfeldt, Matt Sweeney, Justin y Jeremiah Raisen. Al deconstruir relatos de la vida callejera y la clase trabajadora en Estocolmo, los Viagra Boys configuran una secuela líricamente más compleja que su debut, con sonidos que remiten a la era postpunk. El grupo alterna canciones de gran intensidad rítmica con experimentos sonoros evocativos y una notable variedad de estructuras entre las canciones.
Pom Poko, Cheater
El segundo larga duración del cuarteto noruego, producido por Marcus Forsgren, lleva el sonido de Pom Poko a terrenos vertiginosos, en una fusión de noise con bubblegum punk. Los ritmos explosivos, caóticos e impredecibles del disco resultan más elaborados que en su debut, y el entusiasmo del grupo por ofrecer un trabajo distintivo y novedoso es más palpable que nunca. Las huellas del postpunk no son demasiado obvias, pero está claro que hay una ética del “romperlo todo” para ver hasta dónde puede llegar un tema de rock.
Shame, Drunk Tank Pink
Luego del excelente Songs of Praise (2018), Shame se posiciona como una de las bandas más emocionantes del rock británico contemporáneo. El guitarrista Sean Coyle-Smith experimenta con distintas fuentes de sonido, mientras el cantante Charlie Steen busca la forma de canalizar sus obsesiones. Con una paleta de texturas más amplia que en su debut, las influencias del grupo se han vuelto menos evidentes, y comienzan a distinguirse los trazos de un estilo propio. “Station Wagon” cierra el álbum con una madurez sorprendente para unos músicos aún jóvenes.
Sleaford Mods, Spare Ribs
Se trata del undécimo álbum de estudio del dúo punk-hop británico, con apariciones de Billy Nomates y Amy Taylor de Amyl and The Sniffers. Grabado en el encierro, este trabajo critica la hipocresía, la desigualdad y la apatía en el Reino Unido con letras groseras y humorísticas que no abandonan el humanismo. Es su disco musicalmente más aventurero hasta la fecha, los ritmos frenéticos del punk clásico se encuentran con timbres y texturas de otras tradiciones. Sleaford Mods podrían ser hijos de Mark E. Smith, pero hace tiempo que encontraron su propio camino.