21/11/2024
Artes visuales
La Pinche Adultez: improvisar lo cotidiano
El dúo de artistas emergentes nos abrió las puertas de su estudio para mostrar su proceso de trabajo pictórico y con la técnica de ‘felting’
Intimidad, empatía y colectividad son algunos conceptos a partir de los cuales podemos empezar a hablar del trabajo creativo de La Pinche Adultez, dúo artístico conformado por Ingrid León (Ciudad de México, 1998) y Ana Armitage (Ciudad de México, 1997). A partir de la pintura, la instalación y el felting retratan escenas de la vida diaria, como fotografías de la cotidianidad, en las que todxs podemos identificarnos: ese momento en que nos quedamos envueltxs en una toalla sobre la cama con el celular en las manos, durante ese tiempo infinito que sucede entre salir de la regadera y terminar de vestirse (Entras a mi cuarto a las 3pm un sábado, 2022); estar en una fiesta donde obviamente hay una mesa con papas, cervezas y cigarros, todo a medio terminar (4:58am, 2022); abrir un refrigerador que tiene más escarcha en el congelador que comida en los estantes (Lo poco que hay ya no sirve, 2023)… Cada una de estas piezas establece nuevas maneras de relacionarnos con la vida y el arte desde la complicidad. Mientras veía su trabajo no podía dejar de pensar “Qué alivio saber que no estamos solxs”.
Ambas son artistas plásticas con estudios en el Centro de Arte Mexicano. Desde hace cinco años comenzaron a trabajar en conjunto en una suerte de manifiesto amistoso y creativo que contrastan con los procesos auráticos, solitarios e individualistas del arte. Se conocieron en la escuela y, además de la amistad que sostienen, descubrieron en sus lenguajes y prácticas un interés en común: hablar de la vida diaria –retratando recuerdos, fotos y anécdotas de amigxs y (ex)parejas– a través de la yuxtaposición de colores y materiales. Las piezas las trabajan siempre en conjunto, primero se dio de manera intuitiva pero ahora saben qué o cómo trabaja mejor cada una. “Los procesos han ido cambiando, al principio llegábamos al estudio y pintábamos. Empezábamos cada quien una pintura y después intercambiábamos, pero ahora si una está más clavada haciendo una parte de la pieza dejamos que se dé, y si una se atora cambiamos… Es un proceso de mucho soltar y no enfrascarse en que la pieza quede como tú quieres que quede, porque al final va a cambiar y van a salir cosas nuevas”. Así, tanto el proceso creativo como el resultado final de las obras son una responsabilidad compartida en la que no importa quién hizo qué a nivel individual sino el qué descubren en el trabajo sin protagonismos. “En la pintura era un poco más evidente qué hacía cada quién, pero ahora que usamos textiles ya es más difícil identificarlo”.
Al comienzo todo era pintura. Durante la pandemia exploraron nuevas modalidades de trabajo dadas las circunstancias de aislamiento, y comenzaron a dibujar por Zoom, aprovechando el pizarrón de la aplicación. De esta manera crearon una serie de pinturas con el mismo interés de retratar escenas mundanas, como Desayunando en la escuela (2020), un dibujo digital inspirado en una foto que Ana le tomó a Ingrid un día que llegó cruda a la universidad. Además de estas sesiones por Zoom Ingrid se encontró en un video de ASMR con juguetes hechos de felting y, para sobrellevar la ansiedad de esos días, pidió un kit de trabajo con este material. Al comenzar a tejer descubrió en el proceso muchas similitudes con la pintura. De ese modo integraron esta técnica a su práctica: “No había tanta distancia entre el felting y la pintura porque trabajábamos mucho con manchas, empataba bien y había muchas cosas parecidas entre el proceso de pintar y hacer textiles. Desde hace tiempo teníamos curiosidad de probar otros materiales porque en la escuela sólo hacíamos pintura”.
Al comienzo todo era pintura. Durante la pandemia exploraron nuevas modalidades de trabajo dadas las circunstancias de aislamiento, y comenzaron a dibujar por Zoom, aprovechando el pizarrón de la aplicación.
El arte textil ha estado culturalmente relacionado con la producción hecha por mujeres, una práctica íntima y heredada de generación en generación; no obstante, ambas artistas llegaron a esta técnica de manera personal, autodidacta y por un interés genuino en trabajar con este material. “Creo que ha cambiado la idea del textil, sobre todo al separar la artesanía del arte. El arte textil estaba relacionado con la artesanía y venía de las mujeres. Creo que nosotras sostenemos una postura con nuestro trabajo donde se hace a un lado la idea de que el arte textil es menor y donde, al contrario, vemos que el textil es una voz política, como pasa con las mujeres en Chile, que justamente retratan la cotidianidad, las vivencias, y dejan por sentado que lo personal es político”. Lo que también les ha permitido es generar redes de acompañamiento entre mujeres a partir de talleres como Cobija de Seguridad Colectiva, el cual impartieron en la galería Avant.dev en 2022 y que consistió en crear una colcha de felting en colectivo.
El trabajo con lana es para ellas un proceso cercano a la meditación: al crearse con un gesto repetitivo de clavar agujas sobre una superficie, los ritmos de creación corresponden a veces a los ritmos emocionales de ambas: ansiedad, alegría, cansancio, entre otros. Durante la visita nos hacen una pequeña demostración de cómo funciona esta técnica, cambiando de un momento a otro la velocidad con la que cubren un pedazo de tela sobre espuma de tapicería. También han incursionado en la escultura en papel maché, lana y fieltro, como en la pieza Contención (2022), instalación de gran formato que muestra a Ingrid sosteniendo el cabello de Ana mientras vomita.
Como resultado de su residencia en Cobertizo, crearon una instalación de sitio específico para la décima edición de Salón Acme, en 2023, en la que recrearon el interior de un baño incluyendo la regadera, el excusado, el lavabo, cuatro gatos, una muñeca de tamaño real y múltiples objetos como una botella de champú, pastillas, un cenicero, desodorantes y plantas. La instalación retrataba una escena de carácter mundano en la que se podía transitar, tal como lo indicaba el título: Te invito a mi baño. A propósito de la manera en que titulan exposiciones y piezas, “son muy explícitos porque tienen que ver con nuestra cotidianidad. Son muy literales porque cuentan historias y te puedes imaginar lo que pasó después”.
“Hemos retratado experiencias muy personales, procesos y, por otro lado, nos interesan ciertos elementos de momentos cotidianos que tienen que ver con amigxs o con nosotras.”
La obra de La Pinche Adultez ha funcionado a manera de bitácora para construir una memoria colectiva de su tránsito por la vida adulta: “Hemos retratado experiencias muy personales, procesos y, por otro lado, nos interesan ciertos elementos de momentos cotidianos que tienen que ver con amigxs o con nosotras”. Además de las imágenes han encontrado en la yuxtaposición de colores y materiales una propuesta visual entre la familiaridad y la sorpresa para quienes vemos su trabajo: hay rupturas amorosas, fiestas y vómitos, escenas abyectas y dolorosas retratadas con un material cálido y colores brillantes. Su obra apela a la experiencia compartida, a acuerpar de alguna manera las vivencias.
Al dar una plataforma de visibilidad a la vida adulta, con sus altibajos, exploran también las posibilidades de las artes visuales para ser un espacio de confabulación. En febrero de 2022 presentaron la exposición Manual para ser una mujer adulta en Más Allá (Puebla) y colocaron una libreta en blanco para que lxs asistentes pudieran dejar sus consejos; uno de los comentarios justamente decía: “Ojalá existiera un manual, mientras improvisamos”.
El trabajo de La Pinche Adultez genera espacios de vinculación: “La gente que retratamos son amigxs y gente cercana; mucho de nuestro trabajo habla de nosotras y de la experiencia colectiva, así que la gente se identifica fácilmente”. La autenticidad de su trabajo es la clave para que logremos espejearnos en sus piezas. Además, trabajar en conjunto ha sido para ellas una experiencia de aprendizaje personal y en pareja. “Ha sido como un matrimonio. Hemos pasado por un chorro de cosas y procesos donde nos hemos tenido que adaptar y aprender a tener una relación sana, platicar las cosas como si tuviéramos hijxs… Bueno, tenemos dos gatos, Wisin y Yandel”.
A la par de los retos de la vida adulta, se enfrentan a la complejidad de integrarse al circuito del arte emergente en México, “Ha sido más o menos fácil pero ha tomado tiempo, sobre todo toma tiempo ser un artista local e ir subiendo, pero fuimos muy honestas desde el principio, Si haces lo que te gusta todo se acomoda en el circuito. También ha sido más fácil hacerlo en dúo, en vez de afrontarlo solas, porque nos acompañamos en exposiciones y es menos intimidante el circuito del arte”.
Descubrir la obra de Ana e Ingrid es como encontrarse con un espejo o unx amigx que confiesa, con sinceridad y sin tapujos, que también está improvisando en esta pinche adultez. Mientras nos acompañemos, con todas nuestras diferencias, estaremos bien. En febrero las artistas estarán participando en la Feria de Arte QiPO.