El autocorrector de tres dispositivos diferentes me cambia Chabrol por Chabelo. No es Claude Chabrol el creador de cine más afamado de la nouvelle vague, no venden sus películas en la zona de cajas de Gandhi. Me declaro culpable: sólo había visto su penúltima película (aunque me tocó en pantallota) allá en el viejo 2007 y en un cine semisubterráneo en Polanco, que ya no existe.
Les bonnes femmes (1960) es la cuarta película de Chabrol y es maravillosa. Cuatro mujeres decididamente hermosas superan el aburrimiento trabajando en una ambigua tienda de focos, pilas y televisores en París. Una vez al día se preguntan qué quieren de la vida y casi al unísono responden: el amor. El problema es que viven en un mundo lleno de hombres idiotas. El poeta es un idiota, el militar es un idiota, el patrón empleador es un idiota, el novio formal es un idiota, los ebrios parisinos lo son también.
No me viene a la mente un filme en el que el mundo masculino bobalicón y torpemente sexual esté tan bien reflejado. Contaminadas por esta circunstancia las chicas buenas se enamoran, le ponen el cuerno y besan a una gavilla de individuos que actúan como niños meados. Es padrísimo. Un grito femenino de auxilio en contra de lo que ahora se llama, peyorativamente, amor romántico.
Adelantada a su época, en Estas buenas mujeres o Las buenas chicas no hay un solo personaje que en algún momento de la película no se arranque a hacer sonidos de chango. No. Hay un personaje que jamás actúa como bestia, Jacqueline. Una dama de Modigliani de carne y hueso. Taciturna, críptica y ojona, es perseguida a la distancia por un galán francés igual de taciturno, críptico y ojón que ella. Este hombre es la escapatoria del tedio, del melodrama y de los hombres que no valen un franco. París es el escenario de fondo, en blanco y negro. Con su vida nocturna, su libertinaje sexual y sus albercas públicas abiertas a las diez de la noche (¿?).
En esta alberca de trasnochados el galán por fin se atreve a acercarse a Jacqueline. Al día siguiente se van lejos de la ciudad en la motocicleta de él. Sus manos se rozan. Se hablan de amor. Pero la estupidez del macho impera. Caramba, cuando el sujeto empieza a fingir que se tira pedos con el antebrazo hasta a mí me dolió ver cómo las expectativas de la chica se vienen abajo. El desenlace es tremendo, las fauces del primitivo mundo masculino son demoledoras.
Hay en esta película una isla, una escena que aparentemente no tiene nada que ver con la trama. Mientras las empleadas esperan con ansias la hora de salida de su chamba, vemos a dos reos que odian cuando anochece y la luz eléctrica del presidio destruye todas las sombras que por la ventana se reflejan. Su personal reloj de oscuridades. Estos dos hombres sin libertad son los únicos varones con un centímetro de espiritualidad en toda Estas buenas mujeres. Cinta que, reafirmo, está adelantadérrima a su tiempo. Pudieron haberla filmado pasado mañana. Invito a quien esto lee a verla incluso antes.