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23/11/2024

Música

Lydia Lunch, la voz inabarcable

En su visita más reciente a México, donde ofreció un concierto en la UNAM, la artista neoyorquina concedió esta entrevista

Mauricio Guerrero Martínez | miércoles, 23 de noviembre de 2022

Todas las imágenes: © Mauricio Guerrero Martínez

¿Cómo explicar lo indefinible? ¿Cómo abstraer las formas de expresión más libres, diversas y estrambóticas? ¿Limita a una obra provenir de la rabia antes que de una búsqueda estética? La mirada transgresora y la necesidad de combatir al statu quo son elementos que describen bien a Lydia Lunch, que a los 63 años conserva el espíritu aguerrido que la caracterizó en los años setenta y ochenta.

La generación No Wave, a veces ligada erróneamente al punk y postpunk británicos, fue una respuesta de la juventud de la Costa Este de Estados Unidos al arte surgido en Nueva York y extendido a lugares como Nueva Jersey o Georgia. A ella se asociaron figuras como Suicide, Pylon, DNA, Delta 5, ESG, Nick Cave, Rowland S. Howard, Richard Hell, Lizzy Mercier Descloux, Bush Tetras y, claro, Lydia Lunch, una de las personalidades más representativas de este movimiento.

Tras su visita a la Ciudad de México, donde participó en el festival Música contra el Olvido (15 de octubre, Centro Cultural Universitario), organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México, el encuentro con Lunch en un hotel al sur de la ciudad de México dejó más preguntas que respuestas.

Lydia Lunch

Lydia Lunch durante su presentación en el Festival Cultura UNAM, dentro de Música contra el Olvido

No Wave

¿Qué significó la No Wave? El movimiento no respetaba las normas musicales, visuales o académicas. No provenía de letrados ni de grandes compositores, sino de bohemios, pensadores callejeros y obreros, que abandonaron las aspiraciones tradicionales de su cultura.

Lydia Anne Koch nació el 2 de junio de 1959 en la ciudad de Rochester, Nueva York, y fue hija de una ama de casa y un vendedor de aspiradoras. Su infancia ha quedado plasmada en poemas como “Daddy Dearest”, donde describe los abusos y maltratos de su padre, el adoctrinamiento religioso y la pobreza que caracterizaba a las familias de la época.

“Voy a ser No Wave sin importar la música que haga, es más una actitud. No lo hago por ser popular o para cierta gente que necesita una forma de pensar o de escuchar.”

Para Lunch la No Wave fue un antimovimiento, dotado con la libertad de ser y hacer lo que se les viniera en gana: cine transgresor, piezas visuales o álbumes que mezclaran disco, punk y jazz. “Voy a ser No Wave sin importar la música que haga, es más una actitud. No lo hago por ser popular o para cierta gente que necesita una forma de pensar o de escuchar”, sostiene, segura de que su labor sigue siendo la misma: transgredir su propio trabajo.

Senderos creativos

En sus inicios Lydia Lunch lideró al grupo Teenage Jesus and The Jerks, para luego emprender una carrera en solitario con un sonido ajeno a la música de los charts y con una producción estilo hazlo tú mismo. Después se orientó naturalmente a la literatura, la poesía y el cine. Su obra habla de anarquismo, sexualidad, guerra y misoginia. “Los problemas de la sociedad siguen siendo los mismos. Estados Unidos dice ser una cosa y es exactamente lo opuesto; hay mucha gente pobre y tenemos más presos que China y Rusia, ¿puedes creerlo?”, pregunta.

Su documental La guerra nunca termina (2019) tiene como tema principal no sólo la guerra entre naciones sino entre individuos, etnias, géneros, sexos, religiones y niveles socioeconómicos. Es uno de sus trabajos más esclarecedores. “Tenemos los mismos problemas que en la Edad Media. Aunque hay pequeños cambios, seguimos siendo esclavos”, insiste. “En los setenta el alcalde declaró a la ciudad de Nueva York en bancarrota y hoy en día no puedes pagar ni un cenicero porque se ha vuelto muy caro… No sé cuál es la solución para terminar esta guerra, pero el problema siempre ha sido el mismo”.

Lydia Lunch

Lydia Lunch y su banda en el estacionamiento del Centro Cultural Universitario de la Ciudad de México

Al hablar con Lunch es inevitable, para alguien de una generación más joven, querer conocer la escena neoyorquina de entonces, pero la artista no se quedó atrapada en aquellos años. Con más de cuatrocientas canciones repartidas entre colaboraciones y discos solistas, como Queen of Siam (1980), 13.13 (1981), Honeymoon in Red (1987), Matrikamantra (1997) o Smoke in the Shadows (2004), ha publicado libros como Better an Old Demon Than a New God (1984), Paroxia: diario de una depredadora (1997), Medidas desesperadas (2010) o The Need to Feed: Recipes for Developing a Healthy Obsession with Deeply Satisfying Foods (2012). Son múltiples sus apariciones en películas.

La ruptura permanente

La visita de Lydia Lunch a la UNAM exige preguntar: ¿el arte contestatario debe ser estudiado en las aulas o eso rompe con su naturaleza? Con una obra vasta, para la artista las universidades han sido un refugio: en ellas depositó su archivo para que las nuevas generaciones entiendan lo que sucedió en su tiempo. “Es importante que mi obra esté en las escuelas, ni siquiera yo he escuchado todas mis canciones. Yo no fui a la escuela, me puse a crear. Las personas deben darse cuenta de que el mainstream es una mierda. Veintiún personas escriben una canción pop, mientras yo escribo un disco completo en un día”.

“Yo no fui a la escuela, me puse a crear. Veintiún personas escriben una canción pop, mientras yo escribo un disco completo en un día.”

Mientras conversamos tose, carraspea, pierde el aliento pero no el volumen ni la agilidad en las palabras. El sofá rojo contrasta con sus ojos claros y el vestido negro. Cada palabra es sostenida por cuarenta años de experiencia. “Soy muy necia y no me voy a detener, tal vez ya estoy muerta”, dice con una sonrisa. Y agrega: “Muchos artistas sufren depresión, muchos amigos tienen eso o ansiedad. Yo no lo padezco, pero tengo rabia, no una rabia emocional sino política”.

Lydia Lunch

Lydia Lunch en el Centro Cultural Universitario de la UNAM, 15 de octubre de 2022

Lunch busca romper con lo ya hecho, principalmente por ella misma. Cada etapa de su carrera ha sido radicalmente distinta, desde los años en la música punk (un término que no le agrada), su paso por el cine o la spoken word (buscará traer a México, en 2023, sus talleres de expresión escénica enfocados en mujeres artistas). “Mis compañeros y amigos, por ejemplo Sonic Youth, se volvieron famosos porque siguieron haciendo lo que ya hacían. Yo cambio todo el tiempo. La gente me dice que le gusta mi música, y yo le pregunto ‘¿Cuál de todas? He estado en mil proyectos, por favor sé más específico’”.

Su medio, finalmente, es la palabra, que atraviesa disciplinas y formatos. ¿Su forma más auténtica y creativa? Es “muy traviesa” para ser revelada, asegura, “lo dejo a tu imaginación”.

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