21/11/2024
Literatura
Desviado diario confinado (santo)
El escritor y director de teatro español Marc Caellas comparte, desde Barcelona, su diario del confinamiento
Día Internacional de la Conciencia
Domingo de confinamiento.
Domingo de vermut.
Domingo de llamadas a amigos.
Domingo de sonidos de pájaros.
Domingo de sol.
Domingo de no pensar en el futuro.
Domingo de palmeras salvajes imaginarias.
Domingo de Faulkner.
“Hace poco descubrí que la haraganería engendra nuestras virtudes, nuestras más tolerables cualidades; contemplación, ecuanimidad, pereza, dejar en paz al prójimo; buena digestión mental y física; la sabiduría de limitarse a placeres carnales: comer y defecar y fornicar y sentarse al sol, porque no hay nada mejor, comparable, ninguna cosa mejor en este mundo sino vivir por el corto tiempo en que se nos presta aliento, estar vivo y saberlo (ah, sí, ella me enseñó eso, me marcó también para siempre), nada, nada.
”Pero hace poco he visto claro, sacando la conclusión lógica, que una de las virtudes primordiales (ahorro, aplicación, independencia) engendra todos los vicios (fanatismo, entrometimiento, suficiencia, miedo y lo peor de todo, decencia). Nosotros, por ejemplo. Porque el hecho de ser solventes por primera vez, de saber con seguridad de dónde vendría la comida de mañana (el maldito dinero, demasiado: de noche nos quedábamos despiertos planeando cómo gastarlo; para la primavera ya andaríamos con prospectos de compañías de vapores en los bolsillos) me había esclavizado y entregado a la decencia como cualquiera”.
Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz
Cada vez se aplaude menos. Tal vez la gente entendió que “con el aplauso el público parece abortar la posibilidad de construirse y contener una experiencia”, como dice el creador escénico belga Jan Lauwers. El aplauso es una manera de sacarse de encima lo que cada espectador podría llevarse en silencio. Viene a ser como las fotografías en los viajes, un mecanismo de sustitución de lo vivido.
Día Mundial de la Salud
Hubo una época en que, durante la Semana Santa, viajaba al pasado, un pasado sin autos ni bocinazos ni redes sociales, un pasado cuyo suelo era de arena y cuyo cielo cambiaba de color en función de la sombra que proyectaba la palmera. Hoy decido viajar al pasado de los sabios, un pasado de señores con corbata que nos enseñan cosas. Para contar lo que pasa hay que empezar por narrar lo que nos ocurre, dijo Descartes. Lo sé porque me trago entera la charla que el profesor Ángel Gabilondo impartió en el Ateneo de Madrid hace cuatro años, el veinte de abril de 2016. Está en YouTube. Apenas la vieron mil 52 personas. En realidad menos, porque mi amiga Almudena, por quien me entero de su existencia, la ha visto y/o escuchado varias veces.
Descartes estaba obsesionado por su salud, dice Gabilondo, tenía mala salud desde niño. Descartes iba a uno de esos colegios franceses donde todos los niños hacían ballet, sigue contando. Como no tenía buena salud, a Descartes no le dejaban bailar y se veía obligado a refugiarse en el biblioteca. La ciencia moderna empezó porque Descartes no podía bailar, concluye Gabilondo. Luego cuenta que Descartes, el filósofo de salud quebradiza, estaba obsesionado con sus pasiones, a las que dedicó un tratado, su último libro. El famoso “Pienso, luego existo” no es exacto, dice ahora, primero porque Descartes no escribía en castellano y, segundo, porque Descartes escribió “Cogito, ergo sum”, y cogitar no sólo es pensar como una actividad mental, sino que es también soñar, desear, querer, eso es COGITAR.
Me acuerdo entonces del desafortunado sujeto que me enseñó filosofía en tercero de BUP. Decir que me enseñó es ser muy generoso puesto que del hermano-marista-profesor-de-filosofía lo único que recibí fue una ristra de teorías desconectadas de la vida real, una serie de pensamientos que ni tan solo aspiraban a mejorar mi calidad de vida. Recuerdo que el hermano-marista-profesor-de-filosofía se dirigía a la clase en un lenguaje incomprensible ¿Por qué no hablaba con claridad? Era como si manejara una máquina trituradora de la que en lugar de carne picada saliera filosofía. Era muy indigesto ese plato. Recuerdo que salía de la clase de filosofía con ganas de vomitar. En cambio, Gabilondo seduce con la palabra, son tequeños de filosofía lo que comparte con su audiencia. Dice: Sin ficción no hay pensamiento, así que toca hacer de la propia vida un relato de ficción. Dice: Nuestro verdadero yo es el yo de un relato, no un código de barras, es el yo de una narración. Dice: ¿Qué somos nosotros sino caballeros andantes? Esto último lo dice porque la conferencia está relacionada con el Quijote, que se publicó cuando Descartes tenía catorce años. A Gabilondo no le interesa si Cervantes y Descartes se leyeron ni si coincidieron en un burdel de Biarritz. Lo que le interesa es que el Quijote es una biblioteca andante y que tanto Descartes como el propio Quijote son lectores modernos, o sea son personas a las que sólo se les ocurren cosas leyendo. Como a Gabilondo, como a mí, como a algunos de los improbables lectores de este texto.
Y ahí viene otro gran momento de la conferencia, cuando habla de esa comunidad inconfesable a la que pertenecemos los lectores modernos. Quizás somos más amigos de los que hemos leído los mismos libros que de quienes llamamos nuestros amigos, aunque a esos no los conozcamos. Y entonces recuerda aquello que escribió Baltasar Gracián sobre la necesidad de dejar las márgenes desembarazadas. La prueba del algodón de una buena edición es que tenga sus márgenes desembarazadas. Ese espacio extra en blanco convoca la acción de leer. Las iluminaciones, las notas, al lado, al pie se convocan entre sí y tengan lugar o no son requeridas. Una población de potenciales lectores reescriben el texto incluso con su silencio. Porque, efectivamente, somos gente a la que sólo se nos ocurren cosas leyendo. Así somos. Gabilondo termina su charla retomando el tema de la enfermedad, como si ya intuyera de alguna manera lo que venía. Dice: Uno se cura cuando hace de sí mismo un relato soportable. Dice: Estamos vivos, hay vida, hay mundo. Dice: Sólo con la acción de leer podemos modificar el mundo porque sin lectura no hay realidad.
Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio Cometido en Ruanda
Leo que celebran una falsa procesión en las calles de un pueblo de Jaén pese al confinamiento y que las redes sociales han mostrado su indignación mientras que una de las participantes ha pedido disculpas.
Leo que catorce personas quedaron atrapados en cuarentena en el Pub Macumba de Rincón de Soto, en una antigua macrodiscoteca, convertida desde hace años en club de alterne, donde se han detectado varios casos positivos de coronavirus.
Leo que el pasaporte español ha pasado de golpe de Chanel nº5 a perfume de garrafa, de ser el segundo pasaporte más valorado del mundo a tener vetada la entrada a más de 150 países.
Leo que los Mossos d’Esquadra cerraron, un martes por la tarde, un prostíbulo de Orís, en Osona, y denunciaron al propietario del negocio, por tenerlo abierto, y a los dos clientes que había en el interior en ese momento.
Leo que todos somos espías de la Guerra Fría en los pasillos de los supermercados, arriesgando ser sorprendidos por la policía mientras estiramos más de la cuenta la inspección del territorio prohibido.
Leo que el doctor Villalobos, médico costarricense, asegura que las letras efe y uve son las que disparan más lejos nuestras microgotitas de saliva, infectadas quizá, y pone como modelo de palabra potencialmente contaminante una: “Volveré”.
Día Internacional del Pueblo Gitano
Día agitado. Día espumoso. Día almíbar. En el supermercado aflora mi patosidad con los guantes de plástico, con la lista de la compra de mi madre, la lista de la compra de J. o mi propia lista de la compra mental. Se cae el papelito al suelo y desaparece. No hay queso fresco de cabra así que compro de vaca. No hay yogur cremoso así que le compro el natural, ¿por qué hay tantas variantes de yogures? Tampoco es que quiera llegar al modelo cubano, un producto de cada cosa, pero ¿hace falta que haya ochenta y dos sabores distintos de yogures en un mismo supermercado? ¿Con qué criterio se elige un yogur entre toda esta lista? La vida se te va entre decidir qué yogur le sienta mejor a tu cuerpo enfermo.
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Día Internacional de la Homeopatía3
Mi amigo Martín Seijo dedica el confinamiento a preguntarse por el Teatro de Excepción. Pensar, supongo, es hacerse las preguntas adecuadas.
-¿Alguien está pensando en el futuro del teatro callejero?
-¿Cuántos teatros se convertirán en iglesias en donde se venda alcohol en gel milagroso?
-¿Son los «teatristas» los conservadores del ecosistema cultural artístico?
-¿El teatro online califica como «privilegio de clase»?
-¿Por qué lxs directorxs de teatro no quebrantan alguna ley en sus puestas en escena? (ésta se la mandé yo, también admite preguntas a domicilio, nunca por Amazon)
-¿Por qué lxs grandes pensadorxs del presente no utilizan una obra de teatro contemporáneo para reflexionar sobre la pandemia y el capitalismo?
-¿Lxs fundamentalistas del convivio teatral pasaron a ser lxs terraplanistas de nuestras artes escénicas?
-¿»Qué aplaudir» es la versión coronavirus de «Qué hacer»?
-¿Para cuándo la primera videobra de teatro sobre el coronavirus?
-¿El teatro es un «entre» devenido en «enter»?
-¿La liberación de las obras es otro paso en la historia de la autoexplotación de lxs artistas?
-¿Qué pasará con nuestro invaluable Aquí y Ahora?
Día Mundial del Parkinson
Agarro una edición de 1984. Georges Orwell escribe: “hacer algo que implicara una inclinación a la soledad, aunque solo fuera dar un paseo, era siempre un poco peligroso. Había una palabra para ello en neolengua: vidapropia, es decir, individualismo y excentricidad”. Salgo a pasear, digo a comprar alimentos. Camino por la calle de los Enamorados, una calle que corta en diagonal la cuadratura burguesa del Ensanche, como mi cuerpo corta sutilmente la cuadratura mental del legislador. Confío en no ganarme una multa por excéntrico o por individualista. Veo menos paseantes de perros que otros días y pienso en las greguerías de Ramón Gómez de la Serna que leía ayer en la cama: los perros nos enseñan la lengua como si nos hubiesen tomado por el doctor. Es una buena lectura para justo antes de cerrar los ojos: el que sabe dormir es el que se entremete la almohada entre el hombro y la mandíbula como si fuese el violín de los sueños. ¡Chúpate esa mandarina!
En la calle Rogent fluye el tráfico andaril a buen ritmo y mejor distancia social. Es una coreografía fácil de seguir, se trata de mantener la distancia, aunque te obligue a maniobras más propias del esquí que de la caminata. Un slalom no le hace daño a nadie, y la pobre señora ya tiene bastante con mantener el equilibrio del bastón, la mascarilla y los guantes. Además de la distancia es preciso mantener el buen ánimo. Se respira mejor en una ciudad sin prácticamente motores encendidos. Se observa mejor una ciudad con la gente confinada. Entro a una pescadería de barrio que resiste, modesta y minúscula, en una esquina del Clot. Dudo entre el atún y la sepia. Para hacer tiempo le digo a la pescadera que las almejas son las castañuelas del mar, pero las ocurrencias de Don Ramón no ameritan un descuento. Regreso a la acera contento y convencido de que en la zanahoria están las vitaminas del rubor. ¡Basta de greguerías! La plaza de las Glorias vacía es un espectáculo digno de verse. Otra vez se detuvieron las obras, por enésima vez. La Sagrada Familia, al fondo, me mira de reojo, con la chulería del que vive de obras durante ya tres siglos.
Día Internacional de los Vuelos Espaciales Tripulados
Me escribe HBO con un tono lastimoso lamentable llorón pidiendo disculpas por no poder sostener esta suerte de rémora del franquismo, el doblaje. Dice HBO: Seguramente notes que no hemos doblado nuevo contenido a español. Te pedimos disculpas, de antemano, por todas las molestias ocasionadas. Debido a las condiciones de cuarentena, resulta imposible para los profesionales y estudios de doblaje continuar su actividad con normalidad.
Me escribe BBVA adjuntando una serie de vídeos “inspiradores” para afrontar mejor el día a día en casa. Si hay algo que me irrite en esta vida son los anuncios de los bancos.
Me escribe RECORD GO con un tono epistolar afectuoso contándome que no han dejado de atender estos días a todos los que se han acercado a sus delegaciones con la mejor de las sonrisas. Aseguran que durante estos años han demostrado ser una compañía sólida donde sus clientes son el activo más importante y quieren que sepa que, juntos, vamos a salir de ésta. Patidifuso me quedo ante el género literario corporativo.
Me escribe El País informándome que, con el objetivo de concentrar todos los esfuerzos en ofrecer a nuestros lectores toda la información sobre la crisis del coronavirus, El País suspende temporalmente la entrega de las colecciones en quioscos. Nunca compré ninguna colección de El País.
Día Mundial del Beso
Visitar el Instagram de Marta Rebón es como ir a buscar el pan, uno regresa satisfecho, con alimento para el alma. Hoy cuenta que Chéjov, que aborrecía las frases hechas, se puso a leer el cuento de un amigo. Empezaba así: “Arreció la helada”. No leyó más. En otra ocasión, le contó al escritor Bunin: “Es muy difícil describir el mar. ¿Sabe qué descripción leí en el cuaderno de un escolar? ‘El mar era grande’. Sólo eso. Me parece maravilloso”.
Visitar el Facebook de Gorka Meneses es como entrar en nuestro bar favorito, ese que nos hace tanta falta estos días, nuestro segundo hogar. Hoy, acodado en la barra, me cuenta que después de algo más de tres semanas de encierro se dio cuenta que lo que más extraña es el mar. Que nunca podría vivir en un lugar sin mar y sin bañarse, navegarlo y sentirse tranquilo, relajado y feliz como sólo se siente en el mar. Hoy piensa que quizás cuando acabe vivirá más cerca del mar. Brindamos con Jameson por regresar pronto al mar. Navegar es preciso, vivir no es necesario.