21/11/2024
Artes visuales
Otras lecturas de la crisis
Siguiendo la crisis migratoria mundial y el tratamiento de la prensa de los actos violentos que ocurren en prácticamente cualquier rincón, y que son factibles de olvidarse en poco tiempo, la artista Marilá Dardot (Belo Horizonte, 1973) presenta en la galería Arredondo\Arozarena de la Ciudad de México Bienvenidos. La muestra alude a “las amenazas físicas que persiguen a los migrantes más allá de sus lugares de origen”, como argumenta Tatiana Cuevas en la hoja de sala. Dardot, que vive y trabaja en São Paulo, platicó con La Tempestad sobre cómo sus búsquedas se expandieron de su universo interior hacia el exterior.
En 2015 realizaste un residencia en Casa Wabi, en Oaxaca. De esa experiencia surgió Diário, que retoma los encabezados de las publicaciones de la prensa mexicana. ¿Cómo analizaste esa información en el contexto que se vive actualmente en Latinoamérica?
Cuando fui invitada a la residencia en Casa Wabi, la curadora Patricia Martín pedía a los artistas que dejáramos una bitácora sobre la experiencia en aquel lugar. La idea de bitácora (diário en portugués) me remitió luego a los periódicos, a los hechos que suceden todos los días y luego se olvidan. Cuando llegué a Casa Wabi estaba todavía muy presente la discusión sobre los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Al mismo tiempo, la arquitectura de la casa, con su gran muro de hormigón, parecía crear una barrera para aislar a aquel lugar idílico, frente al mar, de lo que pasaba del otro lado. Me desperté en mi primera mañana allí con la noticia del ataque terrorista a la revista Charlie Hebdo en París. Me quedé pensando en cómo los discursos de la prensa y las reacciones de la gente son diferentes dependiendo de dónde estén o a quién afecte una tragedia, un asesinato, un escándalo. Y de cómo, por más que las reacciones parezcan fuertes, las noticias se enfrían y desaparecen de los medios; la gente pronto las olvida. A partir de eso decidí hacer videos que registran encabezados de diarios mexicanos que escribía con agua sobre aquel muro de hormigón, que luego eran absorbidos por el mismo. El último día de la estancia, otro ataque terrorista, esta vez en una mezquita en Pakistán, donde mataron a cuarenta personas. El trato de la prensa a esa noticia contrastaba con el del ataque de París, como si la muerte de cuarenta personas en Pakistán no fuera tan grave: eran musulmanes y no estaban en la ciudad de las luces. Los veintitrés titulares que escribí sobre el muro no se referían sólo al contexto de Latinoamérica, pero relataban, día a día, los absurdos y horrores que somos impulsados a olvidar para seguir viviendo, y obligados a recordar si queremos cambiar el mundo.
Tu práctica artística muestra un compromiso social. ¿Los artistas tienen una responsabilidad de criticar o cuestionar la realidad?
Aquí entramos en una cuestión muy compleja. No creo que el artista tenga esa responsabilidad con lo que llamamos «realidad» en el sentido más objetivo del término. Creo que el artista tiene el compromiso de hacer preguntas de acuerdo con su propia verdad, es decir, con lo que puebla su universo: sus intereses, sus preocupaciones, su imaginario. Pero, por supuesto, todo está influenciado por lo que sucede en la vida real. Si analizamos mi obra, veremos que en una primera fase, que comienza en torno al año 2000, mis trabajos se relacionan mucho más con un universo ficcional, que tiene que ver con la literatura y la historia del arte. También proponen la creación de relaciones de colaboración entre personas en términos micropolíticos. En aquellos tiempos vivíamos en Brasil un período de esperanza en el plano político, por primera vez me sentía en un país cuyo gobierno se mostraba preocupado y empeñado en disminuir las disparidades sociales y económicas. Creo que ese contexto tiene que ver con el contenido más ficcional y optimista de mis obras de esa primera etapa. La obra Diário marca un momento de un cierto cambio de mi mirada, que se desvía un poco del universo más íntimo de mi biblioteca para lo que podemos llamar realidad: la manera en que lidiamos con hechos políticos y sociales que ocurren en el mundo actual y con los discursos sobre ellos en la prensa. Esta desviación es un reflejo de un lapso del mundo y de mi vida que me deja muy preocupada por las crisis sociales, políticas y éticas.
El lenguaje ocupa un lugar preponderante en tu trabajo. ¿En qué sentido este material sirve para el control o la transformación de la realidad?
El lenguaje sirve para el control y para la transformación, para ponermos de acuerdo o en desacuerdo, para revelar o velar. Es lo que nos hace humanos.
En varias de tus obras has explorado la relación entre el lenguaje y sus soportes. ¿Cómo te acercas a la relación entre los discursos y los medio en los que son presentados?
Muchas veces mi trabajo intenta transfigurar los discursos para revelar algo que en el medio original se encontraba velado o para añadir otras posibilidades de lectura, de sensaciones y afectos. En este proceso procuro encontrar que otro soporte tiene la potencia necesaria para esta operación, entonces lo que era un libro, noticias de periódico, documentos, pláticas, cartas o incluso una investigación tiene el potencial de convertirse en video, instalación, foto, diseño, escultura, performance.
¿Qué lugar ocupa en tu práctica la referencia a otras obras y creadores?, ¿algo de esto se relaciona con lo que se ve estos días en Arredondo\Arozarena?
Mi práctica siempre siempre se ha nutrido de referencias y colaboraciones. Algunas tienen que ver con obras previas de otros creadores, como El libro de arena, inspirado por el cuento homónimo de Jorge Luis Borges. También trabajé en colaboración con otros artistas brasileños: Fabio Morais, Cinthia Marcelle, Matheus Rocha Pitta y Sara Ramo. Hay obras en las que otros creadores son los visitantes, que actúan de manera que interfieren y crean a partir de lo que propongo, como en El origen de la obra de arte.
Las nuevas obras de la exposición fueron inspiradas por el libro Los niños perdidos (2017), de la autora mexicana Valeria Luiselli. Conocía su obra y compré su más reciente libro en mi último viaje a México sin saber de qué se trataba. Para mi sorpresa, Luiselli también hacía un movimiento semejante al mío: dejaba el universo de la ficción y de las referencias literarias para compartir un relato sobre las historias de los niños migrantes a partir de su propia experiencia frente a los acontecimientos de 2014, cuando Estados Unidos declaró una crisis migratoria ante el incremento repentino de menores detenidos en la frontera con México (poco después, en 2015, el gobierno mexicano implementaría el programa Plan Frontera Sur para dificultar la entrada ilegal de inmigrantes provenientes de Centroamérica). Muy tocada por el libro y su tema, yo hice las obras que, espero, tengan el mismo poder de afectar.