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‘Contra todo. Cómo vivir en tiempos deshonestos’, que este año puso a circular Anagrama, «puede leerse como un manual de ética, más que como un modo distanciado o triste de ver a nuestra época», considera Guillermo Núñez, que comenta el libro de Mark Greif

Guillermo Núñez Jáuregui | lunes, 6 de agosto de 2018

Aunque literalmente el subtítulo de Contra todo (2016), de Mark Greif, se traduce como “Sobre tiempos deshonestos”, fue atinada la decisión de Damià Alou de elegir “Cómo vivir en tiempos deshonestos” para la edición que Anagrama puso a circular este año. El libro, a pesar de ser una colección de ensayos previamente publicados, en conjunto puede leerse como un manual de ética, más que como un modo distanciado o triste de ver a nuestra época. ¿Nuestra? Aquí tal vez el lector mexicano encontrará una fricción no sólo geográfica sino temporal: a ratos el libro de Greif, uno de los fundadores de la revista N+1, es incapaz de evitar los tics del pensamiento insular y elitista que ha caracterizado a muchos de los intelectuales neoyorquinos que le han precedido (el ensayista es graduado de Harvard y realizó estudios de posgrado tanto en Oxford como en Yale); también nos obliga a reconsiderar algunos momentos intrascendentes (aparentemente) de la cultura popular norteamericana de la última década.

Con todo, las simpatías de Greif parecen estar con la izquierda, aunque muchas veces su crítica cultural –el terreno al que tantos intelectuales públicos que le dieron la espalda a la política huyeron– impida verlo con claridad. Pero que no sea claro no significa que la simpatía no esté allí, como se desprende especialmente de los cuatro ensayos con los que abre libro. A través de la cultura popular (programas infectos de MTV, la manera en que el público se ensañó contra la “Octomamá”, o los extraños caminos por los que transitan las disciplinas cosméticas de la gastronomía y el ejercicio) Greif se enfrenta a la manera en que el cuerpo funciona en las sociedades avanzadas. Esos cuatro ensayos son textos interesantes en un sentido general, divulgativo, que uno bien puede entender por qué aparecieron en una publicación periódica, que una vez más se prueba como un laboratorio para germinar ideas complejas: el vistazo al fenómeno del foodie, del hipster o de la televisión tonta, resulta, son “ganchos” efectivos que, con todo, nos permiten reflexionar sobre el régimen bajo el que vivimos. Y eso tiene su gracia, pero ciertamente no es tan interesante (o lo es de otra forma) como los ensayos que Greif le dedica al “sentido de la vida”.

Si abre con algunos divertimentos o caramelos intelectuales (bien documentados pero finalmente sardónicos y más o menos personales), parece que sólo fueron colocados al inicio del libro de manera estratégica para prepararnos para los textos filosóficos y éticos que puntean el resto del volumen (cuatro ensayos más, espaciados por otros textos dedicados también a temas como el hip hop o Radiohead).

Aunque las simpatías de Greif estén con la izquierda, como su texto sobre el movimiento Occupy revela, su corazón sigue siendo liberal en un sentido clásico y humanista, colocando una fe (¿desmedida?) en la razón y el argumento: el pensador de referencia es Thoureau. Así, en contra del consumismo, Greif ofrece reconsiderar el esteticismo riguroso; en contra de la autoayuda, el perfeccionismo. Contra todo puede ser divertido, especialmente cuando denuncia los momentos más bajos de la sociedad norteamericana, pero sobre todo tiene buenas intenciones y el fuerte deseo de que sus argumentos sean suficientes para que los lectores decidan cambiar su manera de vivir. Es difícil no estar de acuerdo con una posición así (que bien podría formularse como el imperativo de llevar una vida buena): “Desconfío de cualquier autoridad que se siente feliz con el mundo tal como es. Entiendo el placer, y que te conmuevan las cosas de este mundo. Entiendo que uno se sienta fuerte en su interior gracias a sus capacidades. Sé lo que es la obsesión, el afán de capacidades que quedan fuera de lo corriente. Comprendo la gratitud por la presencia de otras personas, y por la abundancia y el esplendor. Pero no entiendo a quien no se siente decepcionado con nuestra experiencia del mundo colectivo, en su diferencia de nuestras imaginaciones y deseos, que son tan intensos. No entiendo por qué algunos no desean que este mundo sea básicamente más de lo que es”.

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