En años recientes la obra de Melquiades Herrera (1949-2003) ha sido revalorada: una muestra en el MUAC y un libro, por mencionar un par de manifestaciones, constatan la vigencia de su trabajo. Ahora llega un documental, titulado Melquiades Herrera: Un peatón profesional (2018), que se plantea como un retrato que muestra la ligereza y la profundidad de la obra de Herrera, gestada a partir del humor y la reflexión de lo cotidiano. El filme, que se presentará mañana en el MUAC a las 11:00 horas, lo dirigió Jorge Prior; aquí, una entrevista con el realizador.
Trabajaste con Melquiades Herrera en los cortos Uno x 5, tres x 10 y Venta de peines, ambos de 1993, ¿cómo fue tu colaboración con él?
Empecé a trabajar con Melquiades haciendo unas cápsulas para el programa La caravana, con Víctor Trujillo y Ausencio Cruz, que dirigía Alejandro Gamboa. Yo me encargaba de la sección “El gabinete del doctor Melquiades Herrera” en la que Melquiades mostraba cosas curiosas: cartas, postales, rompecabezas, etc. Ahí trabamos amistad. Sin embargo, al programa le pareció demasiado intelectual su presencia y la sección dejó de hacerse. Comencé a ir a sus performances y de ahí surgió la idea de filmar uno –Uno x 5, Tres x 10– que tenía que ver con los vendedores ambulantes; propuse ese trabajo a TV UNAM como un videoclip, aunque, claro, se trató de una mentira. Él proponía los textos y yo los lugares. En esos años, también, hacía un programa sobre plástica para Canal 22 y, como parte de ese proyecto, en colaboración hicimos un episodio dedicado al performance; se trató de una discusión entre Blas Galindo, Maris Bustamante, Teresa Margolles y Melquiades Herrera que tuvo como escenario un tiradero de coches que estaba cerca de Miramontes; en el programa cada uno hizo un performance; Melquiades, por su lado, hizo el de los peines.
Decía Melquiades que las obras de arte son producto de otras obras de arte, ¿de qué es producto y qué recoge Melquiades Herrera: Un peatón profesional?
Cuando hicimos aquellos trabajo él era mi cuate, no existía ningún tipo de devoción, nunca pensamos que lo que hacíamos iba a trascender, en realidad nos divertíamos mucho; a la distancia me doy cuenta de que su lectura de las cosas era muy original, miraba lo cotidiano a través del metalenguaje; se podría decir que era una reflexión inconsciente; Melquiades tenía una ligereza particular, era una persona muy culta, pero no era engreído sino que mezclaba lo que sabía con el cotorreo; era muy divertido estar con él.
«Es muy interesante ver cómo las generaciones que le siguieron lo revaloran y le dan un sentido que nosotros no pudimos darle ya que no alcanzamos a ver la profundidad de su trabajo»
El título del filme engloba lo que representa el creador en la escena del arte contemporáneo…
Su tarjeta de presentación era esa: él sacaba un boleto del metro donde venía su nombre y su teléfono; lo de peatón profesional no sé si lo dijo él o César Martínez, pero es la definición más clara de alguien que camina por la ciudad; a él no le importaba, como a la mayoría, llegar de un punto a otro, a él le importaba ver lo que ocurría por donde pasaba y retratarlo, siempre llevaba una cámara polaroid con la que captaba las cosas más insólitas; ahora es más fácil porque todos llevamos un teléfono con una cámara; tenía una capacidad de descubrir en la calle cualquier tipo de cosa rara, incluso cosas muy obvias, que están ahí, pero hay que tener la educación para encontrarlas; él nos enseñó eso, nos insertó una perversa visión para hallar lo insólito.
¿Llevaste a nivel formal en tu película la inventiva del artista?
La película es un retrato, lo que quise fue conservar el espíritu festivo, híper crítico, irónico, de nunca tomarse demasiado en serio (quizá por eso en su época no le hicieron mucho caso); eso mismo es, por el contrario, tomarse muy en serio y por eso ahora lo revaloramos, porque él nos abrió a la ligereza y al mismo tiempo a la profundidad. Lo que me importa es que la gente sepa quién fue Melquiades, cómo era. Los videos de antes los hice en complicidad con él. Una vez, por ejemplo, se nos ocurrió hacer algo con unos caleidoscopios que él siempre traía, que había comprado en Viaducto, y le dije te tengo que meter al caleidoscopio, ¿cómo le hacemos?; entonces mandé a construir uno de tamaño gigante y fue muy divertido; yo veía lo que él hacía y lo ponía en escena.
Considerando el interés que ahora suscita la obra de Herrera, ¿cuál es el principal aporte de la película?
Tengo cosas grabadas que nunca había mostrado, cosas con errores técnicos y, también, un performace que hizo en el Ex Teresa. Para hacer este documental escarbamos en varios lados; lo importante es ver a Melquiades y no explicarlo con palabras, porque él era algo insólito: por más que lo platiques, si no lo ves, no lo crees. Mucho de esto se logró gracias a que Sol Henaro rescató y organizó la obra de Melquiades; ella me buscó hace años porque los videos que hicimos estaban desperdigados o perdidos; generó una labor arqueológica de rescatar todo lo que hizo que, aunque tenía un cierto orden, no era objeto de atención; todo estaba concentrado en su casa de Ciudad Azteca; muchos de los materiales que aparecen en la película fueron recuperados gracias a la metódica labor que coordinó Henaro para ordenar, limpiar, fotografiar su archivo, etc. Incluso había muchas cosas que yo no conocía; puedo decir, por ejemplo, que nunca fui a su casa, casi nadie fue. El archivo, por supuesto, comparte una visión organizada, la mía tiene más que ver con el desmadre porque yo era su cuate; no soy un crítico de arte, soy un observador. Por decir algo, no conocía la relación que tuvo con Abraham Cruzvillegas, pero fue muy ilustrativo saber todo eso. Es muy interesante ver cómo las generaciones que le siguieron lo revaloran y le dan un sentido que nosotros no pudimos darle ya que no alcanzamos a ver la profundidad de su trabajo.