21/11/2024
Artes visuales
La plenitud de Miguel Calderón
El artista mexicano expone en la galería Kurimanzutto piezas inéditas en su producción: una serie de acuarelas; sobre ello lo entrevistamos
“Tener tiempo libre y la posibilidad de no hacer nada es clave para experimentar libremente y hacer arte; es un equilibrio curioso entre el tiempo ocioso y el tiempo creativo, que al final resulta muy productivo”, dice Miguel Calderón, que platicó con La Tempestad sobre El placer después, su nueva exposición. Abierta hasta el 27 de julio en Kurimanzutto, la muestra toma el nombre de su más reciente obra en video: una película en la que ficcionaliza una serie de sucesos narrados por un personaje real, un trabajador de la fuente de Cibeles, situada en la colonia Roma, que sirve al creador para agudizar su mirada y escudriñar diversas dinámicas que se gestan en torno a ese espacio.
Además de Amuletos para un temblor (colección de piezas de joyería hecha con croquetas para perro) y La plenitud de la nada (serie de fotografías de un socavón infinito), la propuesta en la galería presenta un trabajo que se puede calificar de inédito en la producción de Calderón: múltiples acuarelas a medio camino entre lo erótico, lo escatológico y lo humorístico.
¿Por qué elegiste la fuente de Cibeles como motivo de El placer después? ¿Qué hay con respecto a Emilio, el protagonista de tu película, que realmente trabaja en ese lugar?
La fuente es el centro de una serie de situaciones, un ojo que está viendo todo lo que sucede; me gustaba la idea de Emilio como voyeur de la calle. Se volvió mi informante, me platicaba que muchos iban a tener relaciones sexuales ahí e incluso que una vez alucinó que las esculturas le hablaban. Además de que las esculturas tienen connotaciones míticas, me interesó la mitología contemporánea de los pequeños sucesos que pasan alrededor de la fuente; hay una escena en la película en la que unas americanas que chocaron se metieron a nadar y negociaron con los policías, creo que hasta les ofrecieron favores sexuales.
¿Hubo algún proceso de convencimiento con Emilio?
Nunca hubo un proceso de convencimiento, Emilio siempre estuvo dispuesto. Cuando empezamos a filmar se me acercó gente que paseaba a sus perros ahí y me dijeron que había una guerra entre los amos y los trabajadores de la fuente; estas personas aseguraron que yo no conocía el punto de vista de los dueños de los perros. En algún momento pensé en hacer el filme más dimensional, en entrevistar a los amos, pero me apegué a mi primera idea. La labor de limpiar cacas es el reflejo de un purgatorio, porque nunca se acaba, significa estar limpiando y limpiando y limpiando. La idea se manejó con humor, un aspecto que me interesa.
En términos estéticos, ¿qué deseabas explorar con este trabajo fílmico?
Aunque el proceso fue improvisado, tenía en mente la iluminación que quería usar al filmar abajo de la fuente, donde se concentran sus trabajadores. Me gustan muchas pinturas de un período de Goya en el que utiliza una iluminación de fuego. El presupuesto de la película fue muy bajo, hice intercambios para que el dinero nos alcanzara; eso me gusta: sacarle millas al bajo presupuesto. Fueron cinco días de improvisación, muchas conversaciones que no sirvieron, mucho material desechado.
¿Qué ocurrió luego de filmar?
Filmar fue un alivio, pero dio lugar a un proceso nuevo, el proceso de hacer los objetos para complementar la exposición. La película fue un colchón para soltarme y experimentar, ahora me siento muy vinculado pero liberado a la vez: ya salió de mí. En mi caso, el proceso creativo es una especie de consolidación de ideas para exteriorizarlas; ya que están fuera dejan de ser mías, le pertenecen a todos. Aunque el trabajo no siempre funciona, ya que a veces hay muchas fallas, siento que en esta ocasión tuve el tiempo adecuado para hacer estos experimentos y que, además, quedaron bien. Hoy, que ya está todo montado, quiero empezar a hacer cosas nuevas.
«Hay una gran liberación en el uso de la acuarela; durante mi adolescencia tuve un momento muy libre, sin muchas responsabilidades; traté de recuperar esa libertad con un discurso creativo sin limitaciones»
¿Existe un vínculo entre Zeus, la película que presentaste en 2017 en FICUNAM, y El placer después?
Existe una relación: el deseo de explorar un espacio. Con Zeus yo quería registrar los barrancos de la Ciudad de México; en el nuevo filme la fuente no es un punto muerto como tal: se supone que la gente no puede entrar en ella, pero sí entra y se mete a bañar, a nadar, a cagar. Zeus fue un proyecto con una producción muy grande; El placer después, película hecha con pocos recursos, me cerró muchas puertas, hay pros y contras, no se planeó tanto, hubo cosas espontáneas que se dieron por el simple hecho de estar ahí. Al final todos mis proyectos se vinculan.
¿Cómo surgió la idea de las croquetas como alfarería?
Lo que sucedió fue que tras entrar a la fuente, luego de tener una conversación con los trabajadores, me contaron que cargaban puñados de croquetas en los bolsillos en caso de que hubiera un temblor, para que un perro de rescate los pudiera detectar. Después de lo sucedido en septiembre de 2017, eso resonó en mi cabeza, y durante el proceso de hacer la película decidí que era una manera interesante de resolver lo que para ellos era importante; de ahí traduje esa idea a los accesorios.
En la exposición hay una serie de acuarelas; se puede decir que es una producción inédita en tu trayectoria. Estos trabajos, según la hoja de sala, surgen de una exploración del inconsciente. además de tu experiencia personal, ¿qué otras influencias hay en estos trabajos?
Hay una gran liberación en el uso de la acuarela. Durante mi adolescencia tuve un momento muy libre, sin muchas responsabilidades, justo antes de graduarme de la prepa. Traté de recuperar esa libertad con un discurso creativo sin limitaciones. Anselm Kiefer fue una gran referencia, también estuve viendo muchas acuarelas clásicas, toda la vida he admirado a varios artistas austriacos, por ejemplo Schiele y Klimt, y el trabajo de Munch. Las referencias, debo admitirlo, fueron más técnicas que discursivas, el discurso fue algo que permití que saliera de mí, sin contenerme. Hubo influencia de imágenes de Internet o de la televisión, por ejemplo.
¿Crees que los artistas de tu generación, o incluso de un período anterior, están regresando a trabajar formatos tradicionales?
Sí, muchos artistas han regresado a medios más tradicionales como el dibujo o la escultura. A mí me pasó, me dije ¿por qué no?, no hay ningún motivo por el cual no hacerlo, además se dio de manera natural. Gran parte del arte surge como consecuencia del tiempo en que se vive; cuando era estudiante, la pintura y la escultura eran las expresiones dominantes y me interesaba salir de ellas, ir en contra de lo establecido. De alguna manera los discursos mueren, pero siempre he dicho que declarar que algo está muerto es inyectarle vida porque al día siguiente resurge.