12/11/2024
Literatura
Notas sobre una compulsión
Dos novelas de vampiros tituladas ‘La sed’ orientan esta digresión hacia la pregunta sobre el lugar actual de la literatura de género
A partir de un relato de 1968, en 1976 se publicó Entrevista con el vampiro de Anne Rice, novela debut que dio inicio al ciclo Crónicas vampíricas. Rice falleció a los 80 años, en 2021, con una fortuna estimada en sesenta millones de dólares. Famosamente, cuando escribió esa primera novela (en la que aparece una vampiresa que madura mentalmente pero está condenada a vivir en el cuerpo de una niña) la autora aún guardaba luto por la muerte de su hija de seis años.
En 1983 se estrenó El ansia de Tony Scott (The Hunger, o El hambre, en el original), sobre un trío amoroso entre una vampiresa (interpretada por Catherine Deneuve), el amante al que está a punto de descartar condenándolo a una muerte expedita (interpretado por David Bowie) y una gerontóloga (interpretada por Susan Sarandon). En 1994 se estrenó una adaptación de Entrevista con el vampiro, de Neil Jordan. Christian Slater reemplazó a River Phoenix en el papel del entrevistador, pues éste había muerto de una sobredosis.
En aquellos días Adriana Díaz Enciso (Guadalajara, 1964) cruzó el Parque México rumbo a la casa de su amigo Sergio Hernández Francés, una de las personas a quienes dedica La sed, novela que empezó a escribir ese año pero que sería publicada en 2001 en la desaparecida editorial Colibrí, que entonces dirigían Sandro Cohen y Josefina Estrada. El crítico Christopher Domínguez Michael confesó sus “prejuicios ante la novela de género, aquella que se identifica con etiquetas, clásicas o comerciales, para tranquilizar al lector y ahorrarle, en apariencia, una sorpresa que remueva hábitos de lectura”. En la misma reseña llamó a la novela “correcta”, “un ejercicio escolar”, “victoriana”, pero aseguró que no estaba siendo “por fuerza despectivo”.
En una novela de detectives un editor sobrado de sí mismo intenta contratar a un sabueso para que ubique a un escritor de novelas históricas:
–Comprendo su punto de vista –sonrió tristemente–. No le interesan las novelas históricas. Pero se venden como rosquillas.
–No tengo punto de vista, señor Spencer. En una ocasión hojeé uno de sus libros. Me pareció basura. ¿Es algo que no debería haber dicho?
–Oh, no –sonrió–. Hay mucha gente que está de acuerdo con usted. Pero lo importante por el momento es que todos sus libros son otros tantos éxitos. Y tal como están los costos hoy en día todo editor tiene que tener un par de best-sellers en su catálogo.
La novela es El largo adiós (1953), de Raymond Chandler, adaptada al cine en 1973 (año en el que Rice –pero sólo es una coincidencia– escribió Entrevista con el vampiro).
“Como suele suceder cuando lo que une a un grupo de escritores son los estrechos parámetros de un género, el quehacer de buena parte de los autores de weird fiction en Gran Bretaña está constreñido por las reglas sobrentendidas de una especie de club de aficionados. La ansiedad de muchos de estos autores por publicar, vender, ser alguien en ese particular nicho de mercado es directamente proporcional a la ínfima calidad de su obra. Son alarmantemente monotemáticos, y parecen ignorar por completo que hay más literatura en la historia de la humanidad que la de los géneros que ellos cultivan; no estoy segura de que la mayoría de ellos lean o hayan leído alguna vez a autores que no escriben exclusivamente literatura de terror, fantástica o, acaso, ciencia ficción. Inevitablemente, su oficio se ha empobrecido de una manera que da tristeza ver”: Adriana Díaz Enciso en la introducción de la antología Sombra del árbol de la noche, que preparó y tradujo para Elefanta en 2015.
La sed de Adriana Díaz Enciso fue reeditada en octubre del año pasado, cuando se añadió al abrumador catálogo de la editorial Paraíso Perdido. Durante años se consideró una novela de culto. Yo no supe de ella hasta que empecé a trabajar en una librería de viejo. Aún así, si uno busca, por ejemplo, en las librerías El Péndulo o Gandhi, encontrará la novela más reciente de Díaz Enciso, Ciudad doliente de Dios, pero no esta reedición. Y si uno da clic a la tienda en línea de Paraíso Perdido, resulta que no funciona.
Tras la pandemia, en la Ciudad de México empezaron a brotar varias, nuevas, librerías independientes, y la oferta de los talleres y clubes de lectura en Zoom mutó en volumen, pero también a versiones “híbridas”. Una amiga que hace malabares para llegar a tiempo a su trabajo como librera y pagar la renta decidió empezar un curso temático sobre vampiros. Por esas fechas, el pasado octubre, me recomendó una novela. Es la segunda de la escritora argentina Marina Yuszczuk (Quilmes, 1978), publicada en 2020 por Blatt & Ríos. En México la lanzó este año Dharma Books, con dos horribles erratas en la solapa. Se titula La sed.
Además del tema sobrenatural, como en Entrevista con el vampiro y en la otra La sed, en Yuszczuk hay algunos elementos de novela histórica, triángulos amorosos y un rollo al que alguien interesado en colonialismo podría hincar alegremente el colmillo, además del luto, para quienes quieran hacerlo desde el psicoanálisis. Son novelas muy entretenidas, y la de Díaz Enciso tiene una prosa robusta.
El otro día tuve una discusión ociosa con otro amigo librero, era algo sobre cómo la literatura de género pasaba de nuevo de los márgenes al centro, sobre lo que antes se llamaba tropicalización pero que ahora parece operar por otras vías, una especie de legitimización que proviene de “lo independiente” para ser, obviamente, vampirizado por lo que no lo es (se mencionó el éxito de Mariana Enríquez, por ejemplo). Igual y no da mucho como crítica literaria, pero sí para estudios culturales, como siempre.