Por más de tres décadas los adeptos al free jazz, las exploraciones sonoras o lo adscrito a términos que cada vez dicen menos, como “música experimental” o (peor) “avant-garde”, han sabido que los festejos de cumpleaños del saxofonista John Zorn traen consigo una panoplia de conciertos que abrevan en lo más granado de sus extensos catálogo y carrera, que pueden llevarse a cabo en cualquier ciudad del mundo.
Este año el compositor cumplió 70 y visitará la Ciudad de México por quinta ocasión, con dos noches maratónicas el 2 y 3 diciembre en el Teatro de la Ciudad, con un menú compuesto por ocho proyectos de alto calibre. Aunque el anuncio produjo más emoción que escepticismo (especialmente por los ensambles que se presentarán), despertó también murmuraciones sobre la abierta afinidad de Claudia Curiel de Icaza (titular de la Secretaría de Cultura capitalina) con el artífice de proyectos como Naked City, Masada y Painkiller, entre otros. “¿Otra vez John Zorn?”, fue el comentario.
Como directora del extinto Bestia Festival Curiel trajo en dos ocasiones al multiinstrumentista, que además formó parte del equipo curatorial. En 2015, ante medios locales, la funcionaria declaró que Zorn nunca encarna la misma fórmula: “Si tienes la curiosidad de averiguar sabes que nunca va a ser lo mismo y no te vas a cansar de verlo”. Muchos oyentes coinciden en que la obra del estadounidense es difícil de abarcar, y que mucha de su producción reciente carece de brillo.
Zorn, a pesar de sí mismo
El pensamiento de John Zorn no se ha difundido en los medios de forma diáfana. Salvo por un par de documentales producidos por su sello Tzadik y algunas entrevistas sueltas, la personalidad del neoyorquino suele ser agreste y cortante. En 2000 el músico publicó el primer volumen de Arcana, una serie de compendios ensayísticos sobre música de diversos autores, que continúa a la fecha (¡ya van 11 volúmenes!). En el prólogo inicial, Zorn justificó el proyecto como respuesta al hartazgo frente a los medios y los escuchas caprichosos y holgazanes.
Palabras más, palabras menos, el compositor asegura que para él categorías como punk, free jazz o vanguardia, tanto como minimalismo, ambient o noise, sólo han servido para pasteurizar, empaquetar y digerir mejor el arte, pero sobre todo para consumirlo y venderlo. Esa visión explica por qué el neoyorquino ha sido reticente por décadas a tener su catálogo en los servicios de streaming o iniciar un tiraje mamut de su música en pleno boom del vinilo. En el primer volumen de Arcana Zorn plantea que la mayoría de las veces los críticos se encuentran lejos de hacer una disertación reposada y pertinente de su trabajo, incluso subraya la incapacidad para hacer descripciones correctas.
Pero hay que hacer justicia a los más de 400 trabajos que llevan la firma de John Zorn. ¿Es cansado seguirles la pista? Por supuesto. ¿Algunos son redundantes o poco emocionantes para el escucha? Tal vez. Sin embargo, subyace al maratón sónico una forma válida de ver las cosas, que confía en su viabilidad.
La vanguardia es así
Hace poco oí decir que en México se ha estancado el pequeño movimiento de la música experimental, otrora emocionante, transgresor y dinámico. Tal vez es así en todo el mundo: los freejazzeros, laptopistas, ruidistas y artistas sonoros viven una suerte de impasse que se niega a romper sus propios cánones. Los seguidores de John Zorn dejamos de percibir la música de forma pasiva gracias a su sobreproducción; de cierta manera, sus proyectos suelen ser una estancia donde siempre se invita a salir, por una puerta de entrada a algo mayor.
Durante la última década el sello Tzadik ha vivido complicaciones financieras, lo que explica la falta de reediciones y los lanzamientos de ediciones especiales en vinilo. Se especula que este será el año en que su catálogo tomará forma digital, lo cual podría contradecir la visión y la ideología que han acompañado a la disquera por décadas. Sin embargo, pueden existir mundos paralelos, respirando a contracorriente.
Pese a su vitalidad como productor, label manager, editor, compositor, arreglista, intérprete y pensador, John Zorn se encamina a una especie de ocaso creativo. A sus 70 años, sin embargo, lleva la delantera a sus contemporáneos, siendo menos naíf de lo que aparenta y explorando las posibilidades de un arte sin ataduras. No es poca cosa. Tal vez, sólo tal vez, la frase de Charly García tiene aquí más sentido que nunca: “La vanguardia es así”.