Frente a la grabadora encendida, Jacobo Valdivieso repite frases y cuida sus palabras, que no escapan a cierto nerviosismo asimilado. Es oblicuo, elíptico y fragmentario en sus respuestas, pero a ratos también incómodamente generoso en su confesión, efusivo y franco, silenciosamente violento. Otras veces sigue el camino de la sustracción y la opacidad, al más puro estilo de un alcohólico anónimo.
En el incipiente terrario musical mexicano, Valdivieso toma turno bajo el nombre de Palacio Infantil, una oda hiperetílica solipsista en clave rock industrial, oscura y minimalista. Se trata de un alcohólico permanente que lo mismo nos recuerda al Silverio más sórdido o a El Muertho de Tijuana más amable, si eso es posible. Palacio Infantil –nos cuenta la mitad de Valgur, agrupación de origen juchiteco y uno de los proyectos más sólidos del panorama musical mexicano del último lustro– surge de una anécdota ligada a sus días de enclaustramiento y recaída.
“Nació cuando estaba en un tratamiento residencial para el control de adicciones. En los tiempos libres donde no había terapias y compartimientos grupales venían de la Iglesia a visitarnos al albergue, que se llamaba Una Luz en la Oscuridad. Llegaban los hermanos los miércoles y los sábados. Uno de ellos me dijo: ‘Veo que te conectas bien con la música, que te aliviana, si quieres los sábados, cuando tenemos los días más tranquilos, agarra la guitarra’. Empecé a trabajar en unas composiciones hace dos años, que hablan de forma autobiográfica sobre cómo se vive el alcoholismo; la adicción, el exceso y también lo se escucha en esos lugares”.
¿Problemas con el alcohol?
Al empezar a trabajar sobre el dolor vivido en torno al alcohol el músico se encontró también con el retrato de las infames sesiones de Alcohólicos Anónimos, organismo de recuperación sin bases científicas y métodos históricamente cuestionables. “Subir a tribuna tiene esta particularidad dicharachera. Pero también habría que diferenciar y entender entre un grupo de alcohólicos tradicional y lo de las 24 horas. Estos últimos llegan a cierto grado de violencia desde que te leen la cartilla al inicio, me llama la atención la jerga: ‘Aquí el chingón chingó a su madre. Mira, aquí no está el pendejo de tu… que te tolera tus pendejadas’, una autohumillación que resulta también muy interesante de explorar”, explica Jacobo.
En vivo Palacio Infantil es una suerte de terapia de shock con guitarras duras, electrónica oscura y contundencia performática, que vio la luz al inicio de este año, formando parte del incipiente pero contundente circuito de artistas locales que hoy conjuran un nuevo dinamismo generacional y sonoro en México, donde juegan e intercambian tarima proyectos como Perritos Genéricos, Tiny Richie, Hermanas, Hospital de México o Club PVC.
“Volteé y había una tienda de ropa de niños que decía Palacio Infantil. Para mí fue muy potente porque me gusta situarme en la infancia.”
Debajo de la camisa y el pantalón holgados que visten a Don Cretino habita un Jacobo Valdivieso autohumillado pero sensible con la génesis de su enfermedad, que acompaña de un portafolios ajado de donde surge la tarima doble A y el vaso de alcohol para su catarsis pública. Atiende el origen del nombre de su proyecto con las mismas seriedad y ansiedad con las que uno contempla la cuba campechana que detona el caos: “Estaba en San Luis Potosí haciendo una fecha con otra agrupación en la que estoy, nos llevaron a una sesión de fotos a una plaza comercial de los ochenta que quedó olvidada, puros negocios abandonados. Vi el letrero de uno, se llamaba Ensueño Nupcial. Me llamó la atención –eso me gusta para una canción, dije– y luego volteé y había una tienda de ropa de niños que decía Palacio Infantil. Para mí fue muy potente porque me gusta situarme en la infancia, mucho del proyecto discurre en torno al comportamiento que se gesta en las primeras infancias según las teorías del desarrollo”.
La autoexhibición
Jacobo explica la mencionada afinidad entre Palacio Infantil y proyectos como Silverio o El Muertho de Tijuana en que diluyen la línea entre persona y personaje para explorar aristas más profundas de la personalidad. En lo musical, el exorcismo etílico abreva de un bagaje sonoro tirado hacia el minimal wave, el postpunk y estilos afines con la oscuridad e imaginería vampírica. “Eso, aunado a la etapa oscura de la vida tiene mucho sentido, la darkwave por ejemplo. Llevo la guitarra hacia el metal, incorporo el doble bombo… Mi idea era mezclar el nu metal, onda Linkin Park, pero metiéndole mi humor”, explica.
El exorcismo etílico abreva de un bagaje sonoro tirado hacia el minimal wave, el postpunk y estilos afines con la oscuridad e imaginería vampírica.
“Para curar este dolor hay que exhibirlo. La autoexhibición, la autofuna. Es un poco llegar y decir: ‘¿Sabes qué, carnal? Pues yo una buena persona no he sido, cuando ando pedo soy de la verga, no soy agradable, no me glorifiques’. El arte nos permite expresarnos pero también tiene un dispositivo de doble filo que nos identifica”, confiesa.
En perspectiva, frente a su otro proyecto, Valgur, el responsable de Palacio Infantil explica que hay una distancia clara que las deshermana en lo estilístico y discursivo, sin dejar de reconocer los elementos técnicos recurrentes entre ambos. Detalla que ahí donde Valgur es cuento y fantasía, Palacio Infantil arroja confusión e incomodidad, desconcierto. Valdivieso sueña con estirar su sobriedad precaria lo más que se pueda, pero también con tener una gira por anexos y albergues de todo el país, espacios que se relacionan “naturalmente” con el proyecto.