A espaldas de la silla de Cinthya García Leyva se encuentra una vista única del lago menor del Bosque de Chapultepec, algunos de los edificios más imponentes de Reforma y, de fondo, un cielo preotoñal en escala de grises a punto de desmoronarse. Mientras se escuchan truenos aún tímidos, la investigadora, gestora cultural y actual directora de Casa del Lago reflexiona sobre la estrategia para dar vida a un espacio de estas dimensiones en pleno estallido de la pandemia, y el sentido que cobran conceptos como colaboración, expansión e interdisciplinariedad en ese contexto.
“Una de las pocas ventajas que tuvo entrar con tan poco tiempo a dirigir un proyecto virtual de manera inesperada fue la proyección internacional y nacional que eso nos permitió. Hicimos un ejercicio muy simple, la declaración en ese momento fue: ‘En las pantallas no es posible traducir la vida material ni la vida cotidiana y no queremos intentar jugar a eso’, entonces todo lo que ocurre en la pantalla, desde que estás hablando, va a ser explícitamente digital, y en la digitalidad puedes hacer cosas como flotar o atravesar paredes, o pintar el lago de Chapultepec de colores, o tener conciertos a las once de la noche”, explica García Leyva.
Durante décadas la Casa del Lago ha adquirido diversos matices, ritmos y dinámicas para fomentar no sólo la cultura y las artes bajo la comisión de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sino también las ciencias ambientales. La institución, que el pasado septiembre cumplió 64 años, ha pasado de ser una residencia presidencial a un centro de investigaciones biológicas y punto de encuentro de públicos diversos alrededor de la cultura, pero también un eje ocasional de distracción para familias, turistas y transeúntes, a quienes también incluye.
Con esa carga histórica a cuestas y la enmienda de atraer públicos jóvenes, Cinthya García Leyva recapitula a casi cuatro años de haber asumido la dirección del espacio: “Hay una representatividad que va alimentando también otras. En esta gestión también tenemos diversidad sexual en muchos sentidos y eso conecta con otros tipos de comunidades de manera natural”. De los clásicos talleres virtuales y presenciales, pasando por la reactivación del cine, las tardes de ajedrez, así como eventos literarios, exposiciones, propuestas escénicas e incluso la inauguración de una cafetería, actualmente lo más notorio en Casa del Lago es el énfasis en la música y las sonoridades.
Esta inclinación nos ha acercado a festivales como Nrmal, Mutek o Bahidorá, así como al trabajo de artistas como Sarah Davachi, Niño de Elche, Richard Pinhas, Hidrogenesse, Olivia Block, Jana Rush o Moor Mother, entre un nutrido grupo de artistas locales e internacionales. El 11 de noviembre se presentará Matana Roberts por primera vez en México, luego de que su concierto en Poesía en Voz Alta se pospusiera. García Leyva explica que, si bien existe un comité detrás de su administración, también hay libertad para proponer, la que explica que la conductora de Islas resonantes (Radio UNAM) abra espacios a las sonoridades en Casa del Lago.
“Sí, he querido que se muestre una línea curatorial, que se mantenga esa especie de línea o dirección, pero justamente pensando en públicos tan amplios tienes que ser un poco más flexible, y de eso se trata, que haya todos los públicos posibles interesados en venir acá”. Tras la reapertura del recinto, luego de la pandemia, García Leyva reflexionó sobre sus propias ideas: “No, el lago de Chapultepec no se puede pintar de colores, pero podemos darle la vuelta a lo que significa un escenario”. Una de las máximas satisfacciones de su gestión, asegura, ha sido sostener un programa sólido, en medio del caos familiar, individual, nacional e internacional: “Me pareció un reto enorme, pero Casa del Lago se convirtió en una especie de barco que nos permitió irnos por otro lado”.
Detrás de la silla de Cinthya García Leyva hay un cielo negro que comienza a derramarse, refrescando el Bosque de Chapultepec, algunos edificios de Reforma y un lago que comienza a pintarse de colores.