La Tempestad

Manto acuífero (2013) es la segunda película de Michael Rowe, australiano afincado en México que en 2010 ganó la Cámara de Oro en Cannes con Año bisiesto. El director se considera parte de la segunda ola de directores en México, luego de Alejandro G. Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, un grupo de cine-autores conformado por Fernando Eimbcke, Carlos Reygadas, Amat Escalante y Michel Franco. «Ahora David Pablos, José Luis Valle y Diego Quemada-Díez vienen con buenas películas», adelanta.

Rowe dice que el cine que se hace en México es uno de los más interesantes del mundo, sin importar las dificultades de producción y distribución. «En México no existe una industria cinematográfica real, viable e independiente. Las cosas serían distintas si el 60% de la taquilla que toma el exhibidor se regresara a la productora, como se hace en Estados Unidos. A pesar de las malas políticas de distribución de taquilla, existe una audiencia grande. El que no haya una industria real tiene sus ventajas. No se ganan millones haciendo una película, de lo contrario los productores pedirían películas de terror, ovnis y cosas que aseguren ganancias. En México los directores somos libres de hacer lo que queremos, de hacer trabajos personales».

El cine de Rowe, que también es escritor, tiene pocos elementos. La puesta en imágenes es austera, la cámara normalmente está fija. «A nivel formal tengo mis creencias. No han cambiado. Una película para mí consiste en dos elementos: un buen guion y actuaciones destacadas. No me escondo detrás de los cortes. En la edición descubro un poco el ritmo, pero no se puede construir una película a partir de ella», afirma.

Manto acuífero es parte de una trilogía sobre la soledad, que completa Early Winter (2015), filme en lengua inglesa que ya fue proyectado en el Festival de Cine de Melbourne. La película retrata la historia de Caro, una niña callada y solitaria cuyos padres recientemente se divorciaron, motivo por el que cambió su residencia, al lado de su madre y la nueva pareja de ésta. El filme es una adaptación del cuento “Secrets”, de Tim Winton.

Variety publicó que Rowe es «tan bueno en la captura del mundo infantil, con su división incómoda entre la libertad y la coacción, que es frustrante que ocasionalmente recurra al estándar de una historia de padres divorciados». El australiano confiesa que se trata de una historia con toques autobiográficos. Antes de escribir el guion pasó por un divorcio en el que durante ocho semanas no pudo ver a su hija. Sin embargo, considera que Manto acuífero va más allá.

«Los adultos no somos honestos con los niños. Si a un niño no le hablas con la verdad, no será sincero contigo. Se les impone un mundo de fantasía (Santa Claus, el conejo de Pascua, el ratón de los dientes) que promueve las mentiras piadosas y la falta de respeto a su humanidad. Existen frases que ilustran la marginación que viven: los niños se acoplan a todo, los niños reciben el amor de quien sea, etc. Cuando algo no funciona lo tiramos y decidimos comprar cosas o establecer un nuevo vínculo que nos satisfaga. El mundo va hacia un modelo de fragmentación social, de atomización, donde cada vez estamos más solos. Existe toda una industria de compensación para estos daños, favorece el sistema económico en el que vivimos: hay que consumir el doble para compensar la inestabilidad cuando somos adultos. Nos hemos acostumbrado al desecho».

Sobre la ejecución del violento acto final en Manto acuífero, Rowe opina: «No creo que seamos agresivos por naturaleza, aunque sí somos primitivos. Luego de quince años de practicar el judo aprendí que un jugador dominado por los impulsos se vuelve agente de su propio fracaso. La lección está en pensar en vez de actuar», finaliza.