La Tempestad

A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo Gay, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. Ricardo Nicolayevsky (1961), videasta, es el encargado de abrir la serie.

 

¿Cómo inició tu proceso creativo?

Dos mujeres me abrieron la puerta y me invitaron a iniciarme en este recorrido maravilloso: mi madre y Ximena Cuevas. Mi madre era una gran apasionada del arte; además de historiadora, era crítica y coleccionista. Fue lo que yo mamé en casa. Si ella estaba leyendo un libro de Herbert Read o de Ernst Gombrich, yo tenía que leer el mismo. No entendía nada, pero así era. Me llevaba a talleres desde muy niño. Recuerdo que cuando tenía como ocho años fuimos al estudio de Francisco Corsa. Él le entraba al alcohol que daba gusto, y pensé: Quiero vivir así, ser un pintor loco, apasionado, borracho. Ximena y yo crecimos juntos, tenemos 54 años de conocernos. Ella fue la que me convenció de que estudiara cine. Me fui con ella a Nueva York y así empezó todo. Fui formado por mujeres, muy sensibles, muy inteligentes, muy luchonas: me enseñaron a ser libre.

¿Crees que tu orientación sexual influye en tu mirada como artista?

He estado en una búsqueda experimental; he querido experimentar con la formas, con los contenidos. Es una búsqueda formal que parte de lo queer, más que de lo gay. Podría decir que toda mi obra proviene de una sensibilidad queer, en el sentido no nada más sexual. Viene de pensar de otra manera, comportarse de otra manera, de sentir que no perteneces a un círculo particular. Toda mi obra parte de un espíritu queer, raro, extravagante, un poco chocante, provocador. Pero no es un testimonio como tal de la vida gay en México. No se vuelve un documento de la homosexualidad.

¿Cuál crees es la relación entre el arte y los movimientos sociales?

El arte es esencial en relación a los movimientos sociales porque expande nuestra manera de pensar, de ver y de sentir. Es una fuente inagotable donde se plasma cómo el ser humano sí ha podido ser libre y sí ha podido tener sus propias ideas.

¿Tienes alguna relación con la comunidad LGBT?

De una manera sutil, de la forma que yo entiendo mi trabajo audiovisual, veo que se trata de seres humanos en ejercicio de su libertad. Están haciendo lo que quieren de sí mismos y, al mismo tiempo, plasmándose. Un trabajo que transmite la libertad del ser humano es, de alguna manera, activismo. No de una manera directa o evidente, pero es un tipo de activismo.

¿Hacia dónde crees que se dirige el arte?

Para mí es un misterio. Ahora hay cosas geniales (Tacita Dean es impresionante), pero también hay muchos artistas oportunistas que solo copian las tendencias y quieren fama instantánea. Para mí una cosa es el arte como oficio o profesión y otra cosa es el mercado del arte. Me opongo a lo que está en boga en el mercado porque muchas cosas son una tomadura de pelo; pero hay que dar gracias a esta diversidad: tenemos la opción de ver lo que queremos, de consumir lo que queremos.

¿Cómo ves el futuro para la comunidad de la diversidad sexual mexicana?

En comparación con los últimos 40 años, pues claro que hay avances en cuanto a derechos LGBT. Yo sí veo un gran futuro, y sobre todo en un país como México que tiene esta apertura para que nos podamos casar. Hay cada vez más personas heterosexuales abiertas, que piensan diferente; no es como cuando tenía 20 años. Era muy distinto ser gay a principios de los ochenta que ahorita. Ha habido una gran evolución.

Finalmente, para nuestros lectores más jóvenes, ¿qué les recomiendas leer, escuchar, conocer?

Osvaldo Golijov, Marcel Schwob, Ramón Gómez de la Serna y que escuchen música étnica, especialmente la de Bulgaria.