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Malas noticias desde el Oeste

La frontera entre México y los EEUU es el escenario del filme ‘Sicario 2: el día del soldado’, de Stefano Sollima, que a diferencia de su predecesora explora el mundo interior de un gatillero

Guillermo Núñez Jáuregui | miércoles, 4 de julio de 2018

Parece que la pregunta la hago en mala fe, especialmente ante su título, pero ¿es Sicario 2: el día del soldado (2018), una secuela de Sicario (2015)? No hay que olvidar que la película, ahora dirigida por Stefano Sollima, sencillamente se llamaría Soldado (los títulos con los que trabaja Taylor Sheridan no caen en gracia con los ejecutivos de venta hollywoodenses: su guion Comanchería terminó conociéndose como Hell or High Water, en 2016; o, en nuestro país, como Enemigo de todos). Y sí, aunque retoma algunos de los elementos de Sicario, la película parece autónoma, un vistazo a una de las múltiples aristas de una violencia de alcances geopolíticos, pero en última instancia un tanto superficial al mostrar un mundo más gélido que propositivo. Así pues: ¿una secuela? En todo caso, una cinta con aires de familia: sigue estando allí la frontera entre México y los EEUU, y vuelven algunos personajes, pero no su protagonista, la agente del FBI que sirvió como brújula o contraste moral en la primera entrega (Kate Macer, interpretada por Emily Blunt). Al contrario, además de contar con nuevo director, nuevo compositor para su banda sonora, o nuevo cinematógrafo (Darius Wolski reemplaza al destacado Roger Deakins), también su trama se ve enrarecida o ensombrecida por la falta de una guía moral, para concentrarse exclusivamente en el mundo “interior” (sus códigos, los alcances de su voluntad) del personaje de Alejandro (un gatillero contratado, interpretado por Benicio del Toro). Como su antecesora, Sicario 2: el día del soldado vuelve a regodearse en las relaciones paternales, pero ahora con un toque perverso.

A principios de año, cuando traté aquí la manera en que el western se ha reinventado o actualizado en años recientes, le di atención al trabajo de Taylor Sheridan por acercar este género a los terrenos del cine negro y el thriller. El resultado ha sido efectivo, como ha mostrado no sólo su “trilogía de la frontera”, pero también en muchos sentidos descorazonador: como mostró No es lugar para débiles (2007, y Sheridan ha leído atentamente a Cormac McCarthy), los hombres duros de buen corazón ya no parecen recorrer el nuevo Oeste. ¿Y qué queda cuando sólo tratamos con “hombres duros”? En algunos aspectos, sólo nos restan algunas convenciones del cine negro o de crimen, así como el puro y duro desencantamiento (que tiende a confundirse con la verdad) del hard-boiled. Incluso los aspectos geográficos parecen ayudar, como andamiaje, al relato y a la acción, pero también como una paleta de imágenes que ilustran estados psíquicos desoladores, yermos, desérticos. En ese sentido, la broma del crítico A. S. Hamrah a propósito de Sicario, ahora cobra mayor pertinencia: “Una película repugnante sobre la guerra contra las drogas en la frontera entre los EEUU y México que coquetea con el fascismo y lo artístico, sucumbiendo al primero. La película sugiere que la mejor manera en que Donald Trump podría convencer al gobierno mexicano de pagar por la construcción de un muro sería decirles que ayudaría a evitar que la CIA entre a su país”.

Pero si los relatos de crimen a veces pueden pasar por una historia del presente (con la desventaja de estar excesivamente concentradas en el momento, incapaces de ver más allá de la violencia o el atronador sonido de rifles), ¿qué historia se cuenta aquí? Ya no es, como ocurría en Sicario, sólo un relato sobre la guerra contra el narcotráfico, ahora se conjuran algunos de los fantásticos temores sobre los migrantes mexicanos. Así, la cinta inicia con una proposición un tanto descabellada, que sólo podría tomarse “en serio” en la era Trump: ¿es posible que a través de la frontera mexicana entren terroristas a los EEUU? Afortunadamente la proposición se abandona y desenmascara para ahondar en el luto vengativo de Alejandro que, en el tercer acto, promete un horizonte por explorarse en un posible tercer capítulo.

Finalmente, debe anotarse lo siguiente: el tema del legado en un mundo violento también le da forma a Yellostown, el neowestern creado por Sheridan y que fue estrenado el pasado 27 de junio en Paramount Network. Otra tarea pendiente para los interesados en las extrañas sendas que hoy recorren los géneros clásicos de Hollywood.

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