Una de las virtudes de Sonic Youth es que su música se puede escuchar y leer como un caleidoscopio de artistas, sonidos y expresiones complejos. Si en su momento desembocó en un noise rock raído, poco sorprendente, no debe olvidarse que la banda fue en sus orígenes un referente, una catapulta infatigable de propuestas sonoras. Dentro del atlas de la diáspora del grupo quizá los trabajos de Thurston Moore y Lee Ranaldo sean los más convencionales y numerosos, pero también los más expansivos y diversos.
Thurston Moore
Moore no ha dejado de ser un entusiasta de la parafernalia que hermana a la música popular con el arte visual más abigarrado. Fanzines, cintas, colaboraciones diversas, proyectos transmedia (Ecstatic Peace Library) y una edición constante de registros sonoros hacen del miembro de Sonic Youth un almanaque completo. Eso no significa que los más de 300 registros en los que el guitarrista y cantante ha participado sean sobresalientes o sólidos, pero permiten entender su visión del mundo, que cruza la labor arqueológica, periodística y artística más allá de las dinámicas discográficas. En este terreno el crítico, el potencial comercial e incluso el seguidor de su trabajo quedan en segundo plano.
Habría que intentar cartografiar las sonoridades en solitario de Thurston Moore a partir de cuatro ángulos clave: su lado ruidoso y hostil, de guitarras destempladas e improvisación; su faceta de cantautor sensible; su guitarreo americano a galope y las colaboraciones más cercanas al ritual artístico que a la música.
En la veta rockera destaca sobre todo ‘Psychic Hearts’ (1995), editado por Geffen Records. Fue acaso el primer ‘side project’ en forma de un integrante de Sonic Youth, y en él podemos escuchar el crisol estilístico del guitarrista.
En la veta rockera destaca sobre todo Psychic Hearts (1995), editado por Geffen Records. Fue acaso el primer side project en forma de un integrante de Sonic Youth, y en él podemos escuchar el crisol estilístico del guitarrista, de las armonías metálicas y las letras melancólicas al punk pop noventero. Era la época del Washing Machine y la reciente paternidad de Moore y Kim Gordon hacía mella en la banda, que estaba a tres escasos años del ocaso de su etapa mainstream. En esta línea el músico profundizó durante casi una década en un sonido abismal, con finales caóticos y gruñidos, junto a los percusionistas William Winant y Tom Surgal. Klangfarbenmelodie & The Colorist Strikes Primitive (1995) y Piece for Jetsun Dolma (1996) son excelentes puntos de partida.
Otro trabajo importante es Root (1998), 25 piezas de un minuto compuestas por Thurston Moore y sus respectivas deconstrucciones y remezclas a cargo de artistas tan diversos como Derek Bailey, Stereolab, Merzbow, Blur, Mogwai o Alec Empire. Una pasada dura y corrosiva, pero también muy nutrida, sobre las experimentaciones primariamente electrónicas, que sienta las bases de la idea colaborativa de Moore.
Lo más plano y gris de su producción ha aparecido durante las últimas dos décadas. El guitarrista ha echado mano de sus ex compañeros de banda para hacer rock convencional o, sencillamente, canción nostálgica. Ahí están Trees Outside The Academy (2007), Demolished Thoughts (2011), Chelsea Light Moving (2013), The Best Day (2014), Rock n Roll Consciousness (2017) y By the Fire (2020).
Son en cambio interesantes las exploraciones acústicas y los momentos de improvisación eléctrica, más espaciados, donde podemos atestiguar el modo en que las enseñanzas de Glenn Branca se expanden hacia nuevos terrenos. Ahí vive el maravilloso Four Guitars Live (2006) –junto a Lee Ranaldo, Carlos Giffoni y Nels Cline–, el hermoso 12 String Meditations for Jack Rose (2011) y el delicado y prístino Screen Time (2021).
Mención aparte merece la incursión de Thurston Moore en el free jazz-rock de alto octanaje, especialmente lo editado al lado del percusionista y multiinstrumentista John Moloney entre 2011 y 2015, pero sobre todo las rabiosas exploraciones al lado del saxofonista sueco Mats Gustafsson: Play Some Fucking Stooges (2012), Vi Är Alla Guds Slavar (2013), Hit the Wall! y Cuts of Guilt, Cuts Deeper (ambos de 2015) y, muy especialmente, el Live al lado de The Thing de 2014.
Los últimos dos años han sido de sosiego y cautela para Thurston Moore, quien se ha decantado más por editar el trabajo de otros y publicar sus memorias, mientras el fantasma de una enfermedad parece rondar la casa. De 2023 sobresale el registro improvisatorio en The Stone, el legendario local experimental de Nueva York, al lado de su compañera de varias batallas Samara Lubelski al violín y Bill Nace en la guitarra, un registro originalmente presentado en 2018 pero editado apenas el año pasado en el sello de Pat Murano, Dalksina.
Lee Ranaldo
Acaso el integrante más rockero, más hippie, de Sonic Youth. Ranaldo aportó equilibrio musical desde su llegada a la banda. Si bien el sonido de su guitarra abrevaba en las enseñanzas de Glenn Branca, también incluía armonías preciosistas fundamentales para entender el rock indie de finales de los ochenta y buena parte de los noventa. Sintetizó el intrincado estilo británico con la tradición setentera local para convertirlos en algo congruente en la estela del punk accesible, sin cerrarse a la experimentación.
Ranaldo es quien más ha colaborado con artistas y producciones de otros países, particularmente de España, país con el que tiene un vínculo franco. Además, gracias a su esposa, la fotógrafa y videasta Leah Singer, se mantiene cerca de las artes visuales occidentales. Amante de la música del mundo, la poesía beat y los diarios de viajes, el Ranaldo solista podría entenderse desde tres ejes: las guitarras experimentales en la veta de Thurston Moore, con mayor sentido musical y algunas licencias ruidosas; las reminiscencias conceptuales y del land art y el rock pop ágil, seco y preciosista.
Entre los primeros destaca el hermético, sofocante, minimalista y hermosísimo From Here to Infinity (1987), lleno de fuzz y alta inventiva, al igual que Scriptures of the Golden Eternity (1993), un registro de improvisación en la Knitting Factory de Nueva York que, de alguna manera, marca el inicio del uso de electrónicos y guitarra para construir drones colaborativos, al lado de figuras notables como Zeena Parkins, Jim O’Rourke, William Hooker o Loren Connors, pero sobre todo con Christian Marclay, que ayudó a Ranaldo a dirigir y expandir su sonido.
En ‘Dirty Windows’ (1998) comprendemos por fin que, mientras Moore pintaba cuchillos y navajas, Ranaldo trazaba máquinas monumentales, metales oxidados y reminiscencias desvencijadas.
En el armario conceptual encontramos dos discos brutales. En Dirty Windows (1998) comprendemos por fin que, mientras Moore pintaba cuchillos y navajas, Ranaldo trazaba máquinas monumentales, metales oxidados y reminiscencias desvencijadas. En esta vena es escucha obligada Amarillo Ramp (For Robert Smithson) (1998), donde Lee Ranaldo se anima a incorporar canciones convencionales, fuera del ethos Youth.
Lo expansivo y espaciado con electrónicos y guitarra abarca la primera mitad de los dosmiles en la obra del guitarrista, hasta llegar a Maelstrom from Drift (2008), que deja ver su interés en las músicas del mundo, la estructura de las canciones y el jazz. La experimentación, menos apolillada y hermética, pone las cosas a ras de suelo. En esta etapa Ranaldo se involucra proyectos fascinantes junto a Rafael Toral, My Cat is an Alien y Ramona Ponzini, entre otros.
Tras la experiencia portuguesa y la disolución de la banda, 2012 encuentra a Lee Ranaldo en una etapa madura, con ganas de regresar a las aguas independientes del rock. Between the Times and the Tides es un trabajo honesto, otoñal y nostálgico, sin demasiados sobresaltos. Suena casi a una colección de hojas sueltas de Sonic Youth, como si se negara a aceptar la gravedad de lo inevitable.
En épocas recientes Ranaldo no ha dejado la abstracción, pero el rock de guitarras sigue imponiéndose. Mientras edita y toca en vivo con William Basinski, Balazs Pandi o Jim Jarmusch, sus discos de canciones convencionales se han ido enfocando más. Ahí encontramos Electric Tim (2017) y una belleza al lado del español Raül Refree, Names of North End Women (2020), que apela al timbre. Ranaldo suena sin prisa, cómodo, aunque sigue buscando un sentido de la canción que sea memorable.
En lo que va del año no hemos tenido música nueva de Lee Ranaldo, que cuando no está dando la vuelta al mundo, tocando o grabando, suele editar libros o relacionarse en proyectos que cruzan disciplinas, con el sonido como copiloto.