La muerte sorprendió a Tab Hunter el 8 de julio, tres días antes de cumplir 87 años. Hunter fue una de tantas estrellas de cine que representaron el ideal juvenil en la década de los cincuenta. Tan sólo hay que observar sus fotos para reconocer una bella ligereza en su aspecto atlético y su sonrisa extrovertida, opuesta a la pose amarga y desgarbada de James Dean, actor que despuntó en la misma época que Hunter. A diferencia de Dean, cuyo trágico final lo convirtió en un mito, Hunter nunca tuvo el estatus de estrella mayor. Quizá su más grande aporte fue sobrevivir al intrincado sistema de Hollywood, especializado en construir fachadas que constriñen la verdadera personalidad de sus intérpretes. Hunter es la única estrella masculina de aquellos años de esplendor que confesó su homosexualidad. En 2005 el astro dio a conocer Tab Hunter Confidential: The Making of a Movie Star, autobiografía con la que salió del clóset públicamente. Esta confesión, que se refrendó en un documental estrenado en 2015, lo convirtió en un ícono gay.
A Hunter –que gracias a filmes de aventuras como La isla del deseo (1952), de Stuart Heisler, se volvió un ídolo adolescente– se le vinculó en su día con Debbie Reynolds y Natalie Wood. Esas relaciones fueron un invento del departamento de publicidad del estudio Warner. Sin embargo Hunter, que en una ocasión fue arrestado por conducta inapropiada, no fue obligado por el estudio a casarse para callar rumores. Tal vez esta decisión responde al interés de los estudios en apoyar un estilo de actuación ligado a las emociones de los actores, opuesto a la espontaneidad de Hunter, que también tuvo una carrera musical. Anthony Perkins, otro actor que vivió su sexualidad en la penumbra, sostuvo una larga relación con Hunter. El vínculo, como se adivina, no fue sencillo. Para ir al cine, por ejemplo, ambos de disfrazaban y, además, llegaban y se iban por separado. En esa época la homosexualidad era un delito y una razón de peso para aniquilar carreras.
La trayectoria cinematográfica de Hunter declinó a inicios de los sesenta, década en la que Hollywood recuperó un poco del atrevimiento de sus orígenes. En esa época, dominada por actores de carácter como como Marlon Brando y Paul Newman, Hunter comenzó a refugiarse en la televisión. En 1981 John Waters lo llamó para hacer Polyester, una ácida comedia que ayudó a su revaloración como intérprete y emblema queer. El cinéfilo Waters, que anualmente confecciona una lista de las películas más originales y extravagantes que ha visto, eligió a Hunter a sabiendas de su historial en Hollywood, de su presencia a contracorriente de las buenas conciencias.