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Literatura

Fantasías de Silicon Valley

Publicado con gran expectativa, ‘Exhalación’, de Ted Chiang, puede leerse a la luz de los deseos de las grandes empresas tecnológicas

Francisco Marzioni | jueves, 31 de diciembre de 2020

Ted Chiang. Cortesía de Sexto Piso

Hacía muchos años que la ciencia ficción esperaba el segundo libro de Ted Chiang. En el momento en que la literatura del género comenzó a diluirse en el mainstream de la TV y el cine, en que sus tradiciones parecían esfumarse ante best-sellers juveniles que heredaron algunos tópicos y juegos argumentales y la convertían en opciones aptas para toda la familia, cuando el clasicismo perdía su condición popular y se circunscribía a un selecto grupo de lectores cada vez más conservadores, su primer libro de cuentos, La historia de tu vida (2002), fue recibido como un aire nuevo y fresco.

Parte de una generación en la que también se encuentran Liu Cixin y Ken Liu, Chiang es valorado por la solidez de su narrativa, la originalidad de los tópicos abordados y un característico tono positivo con respecto a la tecnología, que fue entendido como un cambio saludable ante la abundancia de distopías y advertencias que a veces rayan en una moral conservadora, muy a destiempo con el vértigo de los cambios y la felicidad poscapitalista.

Sexto Piso publicó la edición en español de su nuevo libro de cuentos, Exhalación, lanzado en 2019 en Estados Unidos y traducido por Rubén Martín Giráldez. Se trata de nueve historias que, al igual que las de su primer título, fueron publicadas previamente en revistas especializadas y premiadas con los más prestigiosos galardones, desde el Theodore Sturgeon Memorial hasta el siempre codiciado Premio Hugo.

Ya en el primer vistazo el libro hace un esfuerzo explícito por expandir su base de lectores más allá de los entusiastas de la ciencia ficción. El cintillo es categórico: “Y tú que creías que no te gustaba la ciencia ficción”, seguido de desconcertantes puntos suspensivos. Más abajo, oraciones que funcionan como verdaderos call to action, firmadas por una galería de notables personajes: Joyce Carol Oates, Carmen María Machado, Alan Moore y un sorprendente Barack Obama, quien asegura que Exhalación es “La mejor clase de ciencia ficción”. En sintonía, el dibujo de tapa no parece relacionarse con ninguno de los cuentos publicados, sino remitirse vagamente a la película La llegada (2016), éxito cinematográfico basado en un relato de Chiang que pertenece a su libro anterior.

Exhalación llegó a mis manos luego de una compra compulsiva on line producto de la advertencia en Twitter que un algoritmo decidió que podía interesarme. Todo esto, si bien parece el vestido de novia de un casamiento sin amor, dimensiona el “fenómeno Ted Chiang” más como una operación de marketing editorial que se impone al abrir la cubierta y comenzar las primeras páginas. Todo lo que se pueda leer en Internet antes de comprar Exhalación predispone al lector a leer una obra maestra indiscutible, al mejor escritor de ciencia ficción, al renovador de un género al que trascendió. ¿Es así? Veremos.

Podemos contarlo por usted

Cuando Ted Chiang aborda la tecnología, su posición es siempre promercado, narrando con deleite las fantasías húmedas de Silicon Valley. Desde un juguete como el Pronostic, que termina llevando a sus usuarios a la locura, pasando por los Prismas que conectan por videollamada a personas que viven en diferentes dimensiones, hasta el Remen, una cámara que filma todos los momentos de la vida y se convierte en una memoria más fiel que la humana. Estos artefactos, protagonistas de los cuentos más intensos y contemporáneos del libro, son fabricados por grandes corporaciones tecnológicas que son expuestas como artífices de lo mágico, posibilitadoras del progreso y el brillante futuro del capitalismo.

El autor elude el análisis de la responsabilidad de estas empresas sobre las consecuencias sociales en los consumidores de estos artefactos, y centra los conflictos exclusivamente en los personajes. Esta omisión no es casual, sino que parece el sello de un proyecto literario: el silencio se repite una y otra vez. Las compañías tecnológicas son inocentes y la culpa de los excesos producidos por sus creaciones tiene origen en los hábitos enfermizos de las personas, en sus confusiones, tristezas y frustraciones. Este gesto, lejos de perjudicar a Chiang, explica en parte la gran aceptación de sus cuentos en algunos círculos de la ciencia ficción y entre los “influencers” que se citan en el cintillo de la edición en español. ¿Cómo Obama, representante político de estos grandes empresarios tecnológicos, no se fascinaría con un escritor que está tan lejos de esas distopías sombrías, de esas duras críticas al capitalismo a las que nos tenían acostumbrados grandes maestros del género como Frederik Pohl, Philip K. Dick y J.G. Ballard, o más contemporáneos como Neal Stephenson y Cory Doctorow?

Chiang es el autor ideal para estos tiempos de positividad descarnada, el escritor que Silicon Valley hubiera tenido que inventar si no hubiese surgido solo, aplaudido por un público que ya no soporta sentirse culpable por entregarse al frenesí del consumo de nueva tecnología. En cierto sentido recuerda al primer Asimov, aquel joven idealista que escribía en un tono similar sobre el avance científico de mediados de siglo XX, repitiendo tácitamente aquel mantra que reza que “la tecnología no es buena ni mala, depende de quien la use”. Ese eslogan del conservadurismo se ha vuelto una especie de sentido común en este tiempo, disimulando un beneplácito anestesiado ante la fascinación que provoca la tecnología.

El autor de Exhalación es, entonces, el narrador que necesitaba la sociedad de consumo para seguir repitiendo este mantra –ahora con bibliografía obligatoria de apoyo–, narrando por nosotros un cuento que nos permitirá ir a la cama tranquilos, incluso con el truco final que en cada historia se repite: una advertencia que funciona como una especie de ética y moral del buen uso de la tecnología, calmando la ansiedad que se genera ante tanto optimismo.

Ted Chiang se mueve cómodo en el ámbito de la intimidad de los personajes y sus relaciones enfermizas con la tecnología, haciendo un llamativo silencio sobre las motivaciones verdaderas de los gigantes tecnológicos que crean estos artefactos. Esto, que fue una característica común en la Edad de Oro del género durante los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, hoy es un gesto, en el mejor de los casos, ingenuo, y en el peor, siniestro.

¿Por qué Chiang no se permite criticar al turbocapitalismo consumista que entrega nuevas y delirantes tecnologías para su consumo irrestricto cuando centra sus relatos en exponer este mismo proceso? Tal vez porque su prestigio es precisamente haber sido aceptado por estos gigantes todopoderosos de la tecnología, que observan con beneplácito al escritor que justifica sus estratagemas de consumo mediante una condescendiente palmada en los hombros, encarnada en teatralizaciones vestidas con una prosa elegante que jamás abandona la pretensión de eficacia.

Es cierto que los cuentos de Chiang son asombrosos y seductores sin abandonar las formalidades literarias que agradan a lectores principiantes y avanzados –su mayor mérito literario–, pero están muy lejos de develar alguna cualidad sobre la tecnología que imaginan. Por el contrario, estas creaciones no son más que meros juegos de ocasión, un entretenimiento que, al no ahondar en sus causas o consecuencias sociales, apenas bordean la consumación de algunas anécdotas superficiales que, astutamente atadas entre sí, construyen las historias.

Elegante sport

Exhalación es también la consagración de Ted Chiang como autor clásico. No sólo por su popularidad o por convertirse en referencia obligada de una nueva ciencia ficción norteamericana, sino por el clasicismo de su propuesta. Muchos escritores comienzan en el cuento y saltan a la novela, pero, como un dedicado orfebre, Chiang prefiere quedarse en el relato corto. En ese sentido, sus historias perfectamente construidas cuentan con todo lo que el lector conservador espera: personajes vibrantes, dramas humanos, una prosa elegante y ordenada, un final sorpresivo, una imaginación con sello propio, dedicadas justificaciones científicas que resultan pedagógicas al mejor estilo de la ciencia ficción más tradicional.

A tono con ese clasicismo, retoma en este nuevo volumen algunos relatos de género fantástico al estilo de Borges, situándose como uno de sus mejores alumnos contemporáneos. Estos son, probablemente, los momentos más brillantes del libro: desde el cuento que abre el volumen, “El comerciante y la puerta del alquimista”, hasta el hilarante “Ónfalo”, donde explora el universo desde la mirada de una científica creacionista que pone a prueba su fe con un descubrimiento que lo cambia todo. Narraciones lúdicas en las que Chiang parece divertirse mientras escribe, y donde convierte al lector en el cómplice de una broma de buen gusto. Otro pasaje imprescindible es “La niñera automática, patentada por Darcey”, donde en una pieza de raíz steampunk traza una deliciosa sátira de las afiebradas ideas conductistas del siglo pasado y su íntima relación con la tecnología. La ironía que identifica al relato, sin embargo, no se traslada a la mirada sobre la tecnología contemporánea. Si Chiang mantuviera ese espíritu crítico su literatura sería muy diferente.

Exhalación propone una lectura interesante y con destellos fascinantes, una ciencia ficción que se viste de elegante sport para deslumbrar a cualquier público en toda ocasión, sin riesgo a cuestionar los intereses del mercado ni incomodar a los diseñadores de cintillos.

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