16 de agosto de 2017

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Música

El largo y sinuoso camino a ‘Let It Be’ (parte 2)

La versión restaurada del documental ‘Let It Be’ animó a David Miklos a escribir una serie de textos sobre The Beatles; aquí el segundo

David Miklos | martes, 28 de mayo de 2024

Una escena de ‘Let It Be’ (Michael Lindsay-Hogg, 1970). © Apple / Disney+

La idea de volverse otros, miembros de la agrupación de alguien más, fue un concepto fundamental en la existencia de John, Paul, George y Ringo, que en 1967 cosecharon los frutos de la decisión tomada en su último concierto en 1966: no volver a tocar en vivo ni emprender gira alguna.

Corazones solitarios o furros mágicos y misteriosos, The Beatles alcanzaron la cima de su creatividad y transformaron, para siempre, la cara del rock y del pop con el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, su octavo álbum y primera obra de arte conceptual que, a través de la música, le cambió la cara y la percepción al mundo. La influencia del disco, ya lo mencioné en la entrega anterior, tuvo un impacto instantáneo en la música, así como en el entorno más inmediato del grupo, pero ¿qué impacto tuvo en ellos mismos? ¿Cómo operó en su propia historia? ¿Hacia dónde y, más importante, cómo se dirigirían ahora en su andanza temporal?

Hagamos, antes de entrar en materia y responder las preguntas anteriores, una digresión. Volvamos un instante a 1967, si bien a otro de sus ámbitos y otro de sus escenarios: Francia y el situacionismo, con la batuta en la mano diestra o siniestra de Guy Debord, pensador y activista visionario que, antes de que siquiera ocurriera, declaró que cualquier revuelta ante el estado de cosas imperante estaba acabada antes de empezar.

Visto desde esta óptica, el verano del amor, con epicentro en California, más en particular en San Francisco, fue un evento más del capitalismo difuso al que The Beatles se sumó por proximidad metafísica, más que como protagonistas. La algarabía y, acaso, la esperanza de dicho fenómeno, que abogaba ulteriormente por la libertad plena, fue abatida no sólo una, sino dos veces en Estados Unidos: la primera, con el asesinato de Martin Luther King Jr. el 4 de abril en Memphis, Tennessee; luego, con el homicidio de Bobby Kennedy el 6 de junio en Los Ángeles, California. Entre sendos magnicidios, y de vuelta en Francia, tuvieron lugar las protestas estudiantiles de mayo y junio, la semilla de 1968 que más que florecer acabó siendo pisoteada a un océano de distancia, en México y en octubre de ese mismo año.

La paz y el amor con sus eslóganes, símbolos y logotipos fueron manchados de sangre no sólo con los asesinatos referidos y la violencia fruto de la rebelión estudiantil, abatida a tiros por el ejército en México, con la continuación de la ya muy prolongada Guerra de Vietnam, que alcanzaba su decimotercer año, ya con la muy determinada participación de Estados Unidos en el conflicto, bajo el mando de Lyndon B. Johnson, cuya primera escalada tuvo lugar durante la presidencia de John F. Kennedy, otro asesinado, pero el 22 de mayo de 1963 en Dallas, Texas.

En suma, y de nuevo de la mano de Debord, tanto el espectáculo concentrado de los países del Este como el espectáculo difuso del mundo occidental le otorgaron el rol protagónico a la punta de lanza última del capitalismo (asunto que es vigente al día de hoy): la guerra, por más que la juventud y las manifestaciones culturales de la época llamaran a hacer lo imposible, es decir, el amor.

Igualmente previsores y vanguardistas, y aquí se acaba la larga digresión para resolver las preguntas planteadas al inicio de este texto, el 7 de julio de 1967 The Beatles lanzaron “All You Need Is Love” como un sencillo a la vez desprendido de la temática del Sgt. Pepper, pero también una suerte de umbral al futuro inmediato, es decir, a la vuelta a sí mismos de John, Paul, George y Ringo, sin más uniformes que sus propias personas.

Lanzado el 22 de noviembre de 1968, como para cerrar un año históricamente turbulento, tanto a nivel personal como mundial, el álbum homónimo y doble de The Beatles es, a la vez, una tábula rasa (el intento por acceder a un grado cero musical… de nuevo), como un nutrido ejercicio de consolidación musical y artística, un noveno disco que es, al mismo tiempo, una peculiar ópera prima.

El llamado The White Album de The Beatles es el resultado de tres procesos a lo largo de 1968: el retiro de alrededor de cuatro meses de John, Paul, George y Ringo al curso de meditación trascendental del Maharishi Mahesh Yogi en Rishikesh, India, en donde concibieron cuatro decenas de canciones; una serie de encerronas en mayo en Kinfaus, la casa de Harrison en Escher, Surrey, Inglaterra, en donde grabaron 26 canciones (14 de Lennon); y, finalmente, las sesiones de grabación en los estudios de Abbey Road, con algunas escalas en el estudio Trident, entre el 30 de mayo y el 14 de octubre.

En sólo 16 de las 30 canciones que, al final, conformaron la versión última de The Beatles, los cuatro miembros del grupo están juntos, lo cual hace de la obra una especie de cuaderno de apuntes aparentemente caótico y pleno de divertimentos y asomos a las personalidades individuales de John, Paul, George y Ringo. Mientras que George alcanzó quizás el más alto de sus vuelos musicales, Ringo por fin grabó una canción cien por ciento propia, ya del todo desprendido del personaje de Billy Shears.

Minimalista en su diseño totalmente blanco (¿el nirvana, acaso?), con un suaje que dice The Beatles en la portada, y retratos en blanco y negro de cada uno de los cuatro, separados, individuales, en su interior, The White Album es una vuelta a la semilla, siempre desde el presente, así como con una clara proyección al futuro ya casi inmediato de la banda: su inevitable desintegración (durante la fase última del proceso creativo, Ringo fue el primero en dejar al grupo… por dos semanas). En suma, pues, un canto de cisne a cuatro voces.

Más que buscar el éxito, y sin olvidar que entre mayo de 1967 y febrero de 1968 el Sgt. Pepper estuvo 148 semanas en las listas de popularidad, 27 de ellas en el primer sitio, The Beatles es una obra artística de plenitud renovada, entre la búsqueda interior de cada uno de los miembros del grupo, la gracia bajo presión y la resolución de conflictos, así como una demostración del alcance temporal, hacia delante y hacia atrás, en pos de un presente permanente, de una banda que, es cada vez más claro, nunca pretendió mantenerse unida para siempre, pero sí durar para siempre, como veremos en 1969.

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