Debe llamarse la atención sobre el trabajo de Josh Singer, el guionista y productor que no ha quitado el dedo del renglón, al menos temáticamente, sobre las dificultades y complejidades a las que se han enfrentado instituciones periodísticas. En efecto, su obra, tras pasar por la sala de escritores de la serie The West Wing (1999-2006) sirve como un hilo conductor que reflexiona, desde el cine, sobre el periodismo como un poder que, ocasionalmente, puede mantener al resto en línea. Singer escribió el guion para El quinto poder (2013, dirigida por Bill Condon), un thriller sobre Wikileaks. En 2015 se estrenó En primera plana, dirigida y coescrita por Tom McCarthy, que en un tono más dramático se concentró en el grupo de investigación del Boston Globe, que reveló los casos de abuso sexual y el subsecuente encubrimiento de la Arquidiócesis de Boston. Ahora sigue en cartelera The Post: Los oscuros secretos del Pentágono (que Singer coescribió con Liz Hannah), dirigida por Steven Spielberg. Por supuesto, The Post… hace, al final, una clara referencia a Todos los hombres del presidente (1976, de Alan J. Pakula), que además de llamar la atención a un momento de la historia de los EEUU, dio con una fórmula para hacer de la investigación periodística algo que sea interesante de ver en pantalla.
En efecto, no es casual que muchas de estas cintas o las que tratan temas similares (el drama de una sala de redacción) hayan sido thrillers, a veces en cercanía incómoda con el cine negro: Zodiaco (2007), de David Fincher, pero también la prescindible Los secretos del poder (2009), de Kevin McDonald, hicieron del investigador periodístico un trasunto del detective privado. Incluso, durante gran parte de la década de los noventa, la serie de ciencia ficción Los expedientes secretos x (1993-2018) retomó algunos elementos del imaginario paranoico de Todos los hombres del presidente para su provecho: los encuentros clandestinos en estacionamientos oscuros, las señales crípticas en las ventanas, la necesidad de subirle el volumen a la música en caso de que alguien esté escuchando, la sensación de ser perseguidos por una fuerza ignota…
Las fechas importan, el filme de Pakula revisó el pasado inmediato, haciendo un agresivo comentario, reivindicatorio, sobre la fuerza que pueden tener las palabras impresas: al inicio de la cinta vemos lo que parece ser una pantalla blanca que pronto se revela como hoja sobre la que se imprime –con el sonido que evoca un arma– la fecha, el primero de junio de 1972, el mes en que comenzaría el escándalo de Watergate. La cinta concluye con el sonido de Woodward y Bernstein (interpretados por Robert Redford y Dustin Hoffman) trabajando en sus máquinas de escribir, mientras en la televisión se disparan cañones (Nixon inicia su segundo período, que no duraría mucho). Pero ese despliegue del poder periodístico, la idea misma de que puede ser una institución efectiva, pasados los años tiene algo de melancólico. ¿No es significativo e inquietante que la película de Spielberg sea, en cambio, una película de época? The Post… ciertamente se enmarca en la obra del Spielberg historicista (La lista de Schindler, Amistad, Múnich, Lincoln, Puente de espías…), tristemente marcada por su debilidad por la hagiografía.
A pesar de que The Post… celebra la vida de los personajes que convirtieron al Washington Post de un periódico local en uno capaz de llevar una conversación nacional, también da un mensaje claro: desde entonces las cosas han cambiado para mal. Algo similar se dijo sobre En primera plana, una cinta que apareció cuando la crisis del periodismo impreso se hizo clara. Hoy, en cambio, parece que el periodismo mismo –la capacidad de reportar la verdad para incidir, con justicia, en el mundo- corre peligro. Es buena época para recordar, con la misma urgencia que lo hizo Spielberg, grandes momentos del periodismo; pero no estaría mal, también, que además de ver hacia el pasado se prestara atención al presente.