16 de agosto de 2017

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14/03/2025

Cine/TV

El enemigo interno

La miniserie ‘Día cero’ es sintomática del cambio en la industria del entretenimiento estadounidense: la amenaza dejó de venir del exterior

Alejandro Badillo | jueves, 13 de marzo de 2025

Fotograma de ‘Día cero’ (2025), miniserie de Netflix

Día cero, reciente apuesta de Netflix por captar audiencia y buena crítica a inicios de este año, se une a una serie de productos que venden la idea de un conflicto interno en Estados Unidos. Guerra civil, de Alex Garland, y Dejar el mundo atrás, de Sam Esmail, estrenadas en 2024 y 2023, respectivamente, especulan con el terrorismo doméstico y la confrontación bélica como futuros cercanos para el país. Día cero, miniserie de seis capítulos creada por Eric Newman, Noah Oppenheim y Michael Schmidt, y dirigida por Lesli Linka Glatter, aborda la distopía estadounidense por medio de un atentado cibernético que ataca todos los sistemas tecnológicos de una nación que se vende como invulnerable.

Robert De Niro, en su segunda participación en una miniserie, hace el papel de George Mullen, ex presidente de Estados Unidos que acude al llamado de la presidenta Mitchell –interpretada por Angela Bassett–, un personaje que hace pensar en una hipotética presidenta Kamala Harris. Mullen debe investigar el origen del gigantesco hackeo y, de esta forma, regresar la estabilidad a un país polarizado. La trama, en el transcurso de los seis capítulos, tiene todos los ingredientes de un thriller político convencional: un misterio cuyas implicaciones llegan a los más altos niveles; los rusos que, por supuesto, nunca han dejado de ser los sospechosos habituales; oligarcas corruptos; enemigos políticos en cada esquina; códigos secretos que hay que descifrar, y otros más. El último tramo de la miniserie, como dicta el canon, incluye un giro de tuerca en el que los amigos son los verdaderos enemigos. Al final, el protagonista debe hacer una recapitulación de su vida y, por supuesto, decidir si antepone la protección de sus seres queridos o, por el contrario, cumple con el deber patriota a costa de lo que sea.

Más allá de los detalles de la historia, las actuaciones, la tensión o los cabos sueltos del thriller, conviene analizar Día cero en el contextode la batalla ideológica que ocurre en los productos de entretenimiento antes monopolizados por Hollywood y ahora repartidos en poderosas plataformas de streaming como Netflix. Desde hace tiempo los guionistas y creadores de series y películas en Estados Unidos han cambiado de enemigo: si hace algunos años el rival a vencer eran los rusos, los dictadores de alguna ex república soviética perdida en Europa del Este, musulmanes destructores de la democracia liberal, entre otros, ahora el enemigo está en casa. La fantasía del Deep State (Estado profundo), una red de conspiradores que operan bajo el amparo de las instituciones estadounidenses, ahora monopoliza los temores de la élite liberal que contempla, atónita, cómo el sueño que construyó durante las décadas recientes se desmorona gracias a un complot hecho de desinformación, radicalización popular, influencers, vendedores de teorías conspirativas y amarillismo mediático, todo esto al servicio de políticos aliados con oligarcas y otros habitantes del statu quo. Gracias a un ataque a la red informática del país provocan un temor masivo que, en medio del caos, los legitimará cuando se presenten como únicos salvadores de la gente. El manual de la doctrina del shock.

En Día cero encontramos la distopía actualizada con las últimas amenazas a la democracia liberal made in USA. El mensaje es claro: es preferible el camino largo y esforzado de la institucionalidad que la irrupción de los bárbaros internos que justifican su acción a partir del desmoronamiento de la paz social. Por esta razón George Mullen es retratado como el arquetipo ideal de los demócratas que perdieron la batalla en las elecciones recientes contra Donald Trump: héroe de guerra, guardián de las formas, estoico hasta el límite y comprometido con la verdad. Esto, claro, a pesar de que pueda recurrir de vez en cuando a la tortura y mentir mientras es presidente del país para proteger a sus seres queridos. Todo esto se perdona en una de las secuencias finales de la miniserie cuando Mullen tiene un acto de grandeza después de descubrir los engranajes de la traición y antepone el deber con su país sin importar las consecuencias políticas y familiares. Al final, como debe ser, ganan los buenos, los malos –que se creían impunes– son castigados y la democracia estadounidense –rengueando y medio decrépita– sigue su curso con la promesa, eso sí, de una serie de leyes para que la catástrofe vuelva a ocurrir.

La miniserie estelarizada por Robert De Niro no describe, como sucede en otras historias, el fascismo o el totalitarismo futuros de una manera más o menos explícita. Lo que sí hace es apostar por una fórmula segura que presenta al monstruo sin indagar en sus orígenes. En Día cero hay, entre otras analogías con nuestra realidad, una oligarca tecnológica que cumple el papel de Elon Musk, el dueño de un canal de YouTube que sirve de catalizador para cualquier teoría de la conspiración y un pueblo que sólo aparece como turba enardecida mientras los líderes del país combaten al enemigo interno. El problema, sin embargo, no tiene trasfondo: ¿cómo se gestó la desconfianza en las instituciones y sus representantes?, ¿cómo se incubó el huevo de la serpiente después de décadas de aparente tranquilidad promovida por el libre mercado y la desregulación económica? Este tipo de planteamientos son ignorados, pues los creadores de la miniserie construyen un maniqueísmo disfrazado convenientemente con los dilemas de George Mullen y compañía, dilemas que nunca conectan con la gente de a pie pues la élite en el poder es la única portavoz de sus esperanzas, temores y deseos.

Por último, es interesante suponer que los creadores de la miniserie, concebida en 2022, intentaron hacer una advertencia pensando que los demócratas ganarían la presidencia de Estados Unidos el año pasado. En este escenario, quizá, Donald Trump no arengaría a sus seguidores para tomar el Capitolio –como sucedió en 2021– pero conspiraría con diferentes aliados para crear un estado de emergencia nacional. Como esto no sucedió, Día cero servirá más como utopía que como distopía, pues los liberales estadounidenses contemplarán una ficción en la cual ellos derrotan, una vez más, al enemigo interno sin exponer la crisis social que le dio vida y contemplamos todos los días.

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