Agnès Varda quiso que la recuerden así: sentada en una silla clavada en la arena frente al mar, alargando la vista. Con Varda, que murió el 29 de marzo a los 90 años, no importa si el espectador llega tarde, su cine trasciende la novedad. En Varda por Agnès (2019), su última obra –en la que confiesa que la muerte la ronda– repasa su carrera y entrega al espectador una llave para acceder a su universo. Hay que decirlo: el filme, que se estrenará en el marco de la 67 Muestra Internacional de Cine, no es una clase magistral ni tampoco un documental, sino un viaje en imágenes y palabras a través de una obra ejemplar que eleva a su creadora a la estatura de los artistas más grandes del cine.
«Me gustaría contarles lo que me llevó a hacer este trabajo durante tantos años», dice Agnès Varda en su última película, que debutó este año en la Berlinale
La mirada de Varda inauguró una nueva forma de ver el mundo; siempre atenta a la forma, la artista jugó con el acomodo de las partes, recogiendo fragmentos de aquí y de allá para generar una cine-escritura basada en la subjetividad, el autorretrato y la reflexión sobre la materialidad del cine. La creadora practicó un cine de sensaciones a través del uso del color y la composición plástica. Ajena a sus contemporáneos, que comenzaron como críticos y devinieron realizadores, Agnès fue influída de forma determinante por las artes visuales, la poesía y el teatro. La Pointe-Courte (1955), su ópera prima, por ejemplo, podría estar emparentada con temas y formas propios del neorrealismo; no es así, ya que Varda creó esta estilizada obra sin haber visto los filmes clásicos del cine italiano.
Varda por Agnès también explora su experiencia como artista visual y creadora de instalaciones; esta faceta se inauguró cuando el curador Hans Ulrich Obrist la invitó a participar en la Bienal de Venecia de 2003.
Aquí, el tráiler de Varda por Agnès, que se estrena en México bajo la distribución de Piano.
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