La Tempestad

Sobre el proyecto del Corredor Cultural Chapultepec se han publicado infinidad de artículos. Todos los que han sido escritos con seriedad, se oponen al modelo de ciudad que esa propuesta del gobierno del DF pretende imponer. Aquí puede leerse una síntesis muy clara de sus problemas. Sobre el espacio público en términos más generales, publicamos esto hace unos días.

Al margen de las discusiones sociales y arquitectónicas sobre el asunto, llama la atención una estrategia recurrente en el discurso urbanístico neoliberal: el carácter “cultural” de iniciativas cuya verdadera motivación es muy sencilla, la obtención de beneficios privados de la explotación de bienes públicos.

El diseño de este centro comercial elevado, realizado por un equipo que encabeza el arquitecto responsable de uno de los ejemplos más tristes de arquitectura de autor en tiempos recientes, ha sido difundido a través de vistas de pájaro que ocultan convenientemente la vida a nivel de calle, es decir, la perspectiva de los humanos. La página del proyecto presenta, además, un esquema conceptual consistente en siete segmentos, cada uno dedicado a disciplinas creativas: pintura/escultura, música/danza, fotografía/arquitectura (hay algo de humor involuntario en ese vínculo), literatura, historia, teatro y cine.

¿Creía la gente de ProCDMX que la comunidad artística e intelectual mordería el anzuelo? No ha ocurrido así. La zona que atraviesa la avenida Chapultepec ya cuenta con galerías de arte, cines, museos y teatros, entre otros espacios culturales. Queda claro que la cultura, una vez más, es un subterfugio: “cultural” es sinónimo de “comercial”; “público”, de “privado”, en esta suerte de neolengua orwelliana.

Como trabajadores del campo cultural, aquí una respuesta: con nosotros no cuenten. Como ciudadanos, otra: sin nuestra participación, ni un proyecto más.